Con este artículo Phytoma-España inicia una serie de trabajos de opinión desde la óptica disciplinar de las diferentes sociedades profesionales en España: Sociedad Española de Fitopatología (SEF), Sociedad Española de Entomología Aplicada (SEEA), Sociedad Española de Malherbología (SEMh), Sociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE) y Sociedad Española de Ciencias Hortícolas (SECH).
El objetivo de estos artículo es dar a conocer cuál es la opinión ante determinados temas, noticias o problemas de interés general que acontecen en el sector agrícola y que afectan por su incidencia en el desarrollo del trabajo, directa o indirectamente, de los miembros de las diferentes Sociedades Profesionales, de la Sanidad Vegetal y del sector agrícola, proyectando la opinión de las mismas sobre determinados temas a un público también profesional pero más amplio.

La concepción todavía vigente, de que la ciencia tiene que estar al servicio de la producción y el crecimiento, procede de la época en que el mundo era grande y tenía pocos habitantes. El mundo parecía vacío e indestructible, y en consecuencia, todo estaba subordinado al desarrollo y a la economía, incluidos el medio ambiente. La industria cuya base son los recursos forestales, la agricultura o la minería constituía la fuerza motriz que impulsaba el desarrollo y la economía.

Sin embargo, esta concepción, a la luz de la ciencia agroecologica, hoy se muestra como algo extraordinariamente desfasado. Desde una visión global, el mundo aparece actualmente como algo ya lleno y muy frágil. El debate sobre la sostenibilidad agraria se muestra como la cuestión más importante en un mundo sobreexplotado en el que se hace inevitable plantear la reconversión de los actuales modos de producir hacia modelos que contemplen una gestión de los agrosistemas más sostenible. Esta transición constituye un reto ineludible para la sociedad del siglo XXI, y para ello, un nuevo enfoque de la Sanidad Vegetal aparece como algo fundamental e inaplazable. Desarrollar sistemas sostenibles, en un sentido amplio, incluyendo a las comunidades humanas con sus culturas, sus recursos y sus economías, no implica cambiar sólo las leyes y los hábitos, sino fundamentalmente, abordar un nuevo estilo de ver e interpretar el mundo. Como afirma Alan Thein Durning "El problema que percibimos es que un futuro más sostenible tiene enfrente algo muy difícil de cambiar: el modo de pensar dominante".

 

En 1956 apareció uno de los primeros trabajos en los que se ofrecía una visión ecosistemica (AZZI, 1956) de la actividad agraria. Posteriormente fueron apareciendo otra serie de trabajos que fueron conformando el "cuerpo de doctrina" de la visión agroecologica de la sanidad vegetal (WILSIE, 1962, TISCHELER 1965, CHANG, 1968 y LUCKS, 1977); en conjunto, todos los trabajos recogen la propuesta de que cualquier sistema biológico, esta constituido por estructuras poliniveladas, y a su vez cada nivel esta compuesto por un número de subsistemas, que constituyen unidades por sí mismas, pero que son consideradas partes respecto a otra unidad mayor. Consecuentemente, todas las unidades pueden ser vistas bien como entidades en si mismas o como partes de una unidad mayor y por lo tanto en cualquier subsistema, estarán presentes, dos tendencias distintas: la tendencia autoafirmante, que sirve para preservar su autonomía como entidad individual, y la integradora, que corresponde por ser parte de una unidad mayor. Estas dos tendencias se caracterizan por la presencia de procesos de exigencia, expansión y competitividad por una parte, y cooperación, sensibilidad y conciencia del entorno por la otra El papel del técnico agrario será en consecuencia manejar los agrosistemas, teniendo en cuenta estas tendencias y colaborando en los procesos homeostáticos que en ellas suceden.

Aunque Pasteur demostró claramente la correlación entre las bacterias y la enfermedad... Las hipótesis defendidas por Bernard, sobre la presencia de factores múltiples que actuaban sinérgicamente, fueron rechazadas por lo que los conceptos de etiología definidos por por Robert Koch, quedaron completamente instaurados en la ciencia oficial. La idea de una enfermedad causada por un solo factor, paso a formar parte de la cultura científica. Sin embargo, Pasteur tenia una visión mucho más amplia sobre la enfermedad y escribía en su diario: "Si tuviese que emprender nuevamente mis estudios so- bre las enfermedades, dirigiría mis esfuerzos a delimitar las condiciones ambientales que aumentan su valor y resistencia..." 1

Durante mucho tiempo, y aún hoy en la actualidad, la Patología Vegetal se ha basado principalmente, en el postulado que relaciona cada enfermedad con un agente causal. Hasta tal punto esta asociación ha sido aceptada, que es costumbre entre los fitopatólogos, referirse a una enfermedad, por el nombre científico del organismo causal. Sin embargo, hoy ya, podemos incorporar a la patología, los conocimientos sobre fisiología vegetal, biología y ecología,... y como consecuencia de ello, cada vez se nos presenta como más raro, la existencia de asociaciones especificas y genuinas, entre una enfermedad y un agente patógeno, en el sentido, de que para que tal relación se manifieste, se necesita que confluyan muchas otras circunstancias, tan importantes o más para el desarrollo de la enfermedad que el propio agente patógeno.

Tradicionalmente, todos los esfuerzos e investigaciones se han centrado, bien en estudiar como acabar con la viabilidad del parásito, o bien como introducir resistencias a la planta hospedera como estrategia para romper el triángulo de la enfermedad y con ello el desarrollo de la misma. Los estudios del tercer elemento, el ambiente, han quedado habitualmente relegados o reducidos en todo caso a la determinación de las condiciones climatológicas (humedad y tº) necesarias para que se produzca la enfermedad. Quizás la dificultad de trabajar con un conjunto de parámetros, o bien por que la propia visión reduccionista de la ciencia imposibilitaba el acometer tales estudios con una cuerpo de doctrina suficiente o porque los descubrimientos en este sentido iban a ser difícilmente comercializables, el caso es que la carencia de estudios de este tipo en la literatura científica es casi total. Por lo tanto, para el diseño y el manejo de los agrosistemas con los nuevos parámetros que la sostenibidad requiere, se hace cada vez mas necesario una profundización sobre el concepto de enfermedad y el papel jugado por el ambiente, en un sentido amplio, para el desarrollo de la misma, es decir incluyendo: la actividad biológica del suelo, la calidad del aire, del agua y de la luz así como la diversidad local y regional, ya que estos elementos constituyen en realidad los ambientes que envuelven y en los que se introduce la planta.

Desde un análisis agroecológico, existe una confusión casi permanente entre el proceso de una enfermedad y el origen de esta, ya que desde este punto de vista no sería correcto, referirse a un microorganismo concreto, como la causa directa de una enfermedad, sino que más bien serian un conjunto de microorganismo que actuarían en determinados momentos como verdaderos agentes casuales a las ordenes de las necesarios movimiento de reequilibrio del sistema. Habrá que superar una concepción estática, en pro de una dinámica, que valore el papel jugado por los demás factores del sistema, que han "posibilitado" la actuación de determinados agentes "patógenos", puesto que, aunque resulte paradójico, precisamente las funciones de los organismos que definen la salud de este, son las que determinan su relación con el entorno, y las que le permiten una mayor o menor integración en él, las que no se prestan a estudios reduccionistas, En este marco conceptual, recobra un especial valor aquellas estrategias que ponen énfasis en seleccionar de acuerdo con los ambientes específicos, ya que de esa forma se podrá optimizar la productividad, renunciando a los fuertes incrementos de insumos. Lógicamente estos trabajos de adaptación a los ambientes específicos sólo son posibles si se hace un uso intensivo de la biodiversidad con algunas de las técnicas de mejora clásica, que han sido señaladas por los especialistas, como técnicas que pueden ayudar para conservar e incrementar agrodiversidad, tales como: la liberación directa de cultivares procedentes de las primeras generaciones de selección, el uso de mezcla de cultivares, los cultivares multilíneas, las variedades sintéticas y de polinización abierta, los híbridos de varias vías?

Para llevar a cabo estos programas, las conservación viva de las variedades tradicionales se manifiesta como algo imprescindible, ya que ellas son las depositarias de las adaptaciones a los ambientes específicos. Un decidido apoyo institucional a empresas e institutos de investigación que deban de realizar estos trabajos constituye la única manera de poder compatibilizar el beneficio social de la sostenibilidad y la rentabilidad necesaria para que estas propuestas sean económicamente viable y comercialmente atractivas.

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