La distribución de frutas y hortalizas ha evolucionado a "pasos agigantados" desde la década de los noventa hasta nuestros días. Los comercializadores del sector hortofrutícola español han pasado de vender con el denominado sistema de "precios abiertos", a través de intermediarios, a comercializar mayoritariamente mediante "precios cerrados" dentro de exigentes programaciones a las grandes cadenas de distribución.

Dentro del nuevo marco de la globalización de los mercados internacionales, los operadores hortofrutícolas españoles se tienen que enfrentar en la actualidad a una dura competencia por parte de países productores de todo el mundo.

En este momento, no es difícil encontrar tomates de Marruecos, limones de Turquía, cítricos de Sudáfrica, etcétera. Sin embargo, los profesionales del sector productor-comercializador de frutas y hortalizas han comprendido que para poder continuar siendo líderes dentro del mercado exterior el único camino que existe es seguir manteniendo el alto nivel de calidad. Efectivamente, la calidad es la llave para poder desafiar a todos los países productores que están compitiendo con el sector hortofrutícola español.

 

Cultura de la calidad

En estos últimos años, empresas y cooperativas de regiones productoras como son Murcia, Valencia, Almería o Alicante, han apostado por asumir lo que los expertos denominan como la "cultura de la calidad". Es decir, se han implantado diferentes protocolos de calidad como son: EUREP-GAP, BRC, IFS, Nature´s Choice, etcétera. Asimismo, diversas entidades han apostado de una forma contundente por la Producción Integrada y la agricultura ecológica ha ido paulatinamente incrementándose, como consecuencia de las demandas de los consumidores europeos.

 

Trazabilidad

Otro aspecto que ha sido muy cuidado por las firmas hortofrutícolas españolas ha sido la trazabilidad. Se trata de un requisito de obligado cumplimiento desde el 1 de enero del 2005, que está regulada por el Reglamento CE 178/2002, y que afecta a todos los eslabones de la cadena de producción, desde el origen hasta la comercialización o consumidor final.

Sin embargo, a pesar de que todo el sector hortofrutícola ha hecho un gran esfuerzo por diferenciarse de las producciones de otros países productores, todavía existe una gran asignatura pendiente como es la concentración de la oferta. Los actores del negocio de las frutas y hortalizas han sido incapaces de poder llevar a cabo un proceso de concentración de la oferta real y duradero.

Los tímidos intentos son escasos y a pesar de que es un hecho conocido por todo el mundo, se ha convertido en un reto difícil de superar.

El individualismo empresarial ha caracterizado desde hace décadas a los empresas y cooperativas del sector de frutas y hortalizas. Afortunadamente, durante los últimos años se han llevado a cabo iniciativas empresariales a favor de aglutinar la oferta y reducir los costes de producción, con la finalidad de que los productores puedan obtener un valor añadido.

El Levante español, entendiéndose la Comunidad Valenciana y la Región de Murcia, unido a Andalucía y Cataluña tienen magníficos ejemplos de concentración, a través de fórmulas como son los consorcios empresariales, que gozan de prestigio y credibilidad por parte de los operadores hortofrutícolas.

En este sentido, sería muy beneficioso señalar a entidades como es el caso del Grupo Hortiberia o de Difrusa Export, que se han convertido en botones de muestra del buen hacer empresarial que actualmente disfruta el sector agroalimentario mediterráneo.

 

Las cadenas de distribución

Otra figura que se ha convertido en un factor clave en la distribución moderna de productos hortofrutícolas son las cadenas de distribución. En este sentido, los grandes estrategas del comercio agroalimentario son partidarios de consolidar las relaciones con las mismas y seguir avanzando en facilitarles un servicio profesionalizado todo el año. En definitiva, la mejor manera para poder tenerlas satisfechas es suministrarles género en cantidad, calidad y los trescientos sesenta y cinco días del año.

Además, teniendo en cuenta el enorme proceso de globalización que hoy día vienen sufriendo los mercados internacionales, los parámetros de futuro para el productor-comercializador se vislumbran enfocándose hacia dos caminos evidentes: fortalecer la calidad y reducir "a marchas forzadas" los costes de producción.

Para obtener la ansiada rentabilidad empresarial, concepto que en algunas regiones de nuestra geografía actualmente es solamente un mito, pues las pérdidas de los últimos años han ensombrecido el porvenir de algunos operadores; las firmas hortofrutícolas apuestan por modernizar sus estructuras de producción y ofrecer nuevas variedades en consonancias con las exigencias de los consumidores.

Técnicas de producción como la agricultura integrada o la agricultura ecológica son armas estratégicas para que las compañías puedan diferenciarse de la competencia (se entiende países terceros) y ganar en dinamismo y competitividad económica. Al mismo tiempo, marcas de calidad como son las denominaciones de origen, denominaciones específicas o indicaciones geográficas protegidas, se han convertido sin lugar a dudas, en fieles estandartes que apoyan el buen trabajo que llevan a cabo los profesionales del ramo. Hecho por el que, este informador se quita el sombrero, y felicita desde esta humilde tribuna.

Sin duda alguna, el futuro para nuestra hortofruticultura no es nada fácil, pero el espíritu empresarial de innovación que caracteriza a los integrantes de este sector es una herramienta adecuada para que los productos españoles puedan disfrutar de un nivel adecuado de competitividad.

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