Presidentes y jefes de gobierno de medio centenar de países se reunieron semanas pasadas en la cumbre de la organización de las Naciones Unidas para la Alimentación, FAO, para analizar la actual situación de crisis alimentaria en el mundo provocada por la subida de los precios de las materias primas.

Desde una perspectiva política, los países miembros analizaron la situación de falta de alimentos para atender las necesidades actuales alimentarias de la población y los riesgos de escasez más graves que puede haber en el futuro. Si no se aumenta la oferta, se trata de un problema para los países ricos, que deberán pagar altos precios por las materias primas. Pero, se tratará de un problema preocupante, hambruna, para los países pobres que no podrán adquirir productos básicos en una economía globalizada a los precios internacionales.

 

En la cumbre de FAO se adoptó el compromiso de apoyar con recursos financieros a los países pobres para atender sus necesidades alimentarias. Pero, como reiteraron los países pobres, las salidas a las carencias alimentarias en el mundo, no pasan por ayudas para resolver los problemas de un día, sino mediante inversiones en esas amplias zonas del planeta para aumentar las producciones.

Los últimos doce meses han sido escenario de una grave crisis alimentaria en todo el mundo que ha supuesto un fuerte incremento de los precios de las materias primas, tanto para la alimentación animal y humana.

Según estimaciones realizadas por Naciones Unidas para la alimentación, en los próximos 20 años se debería duplicar la producción de alimentos para atender a las necesidades de la población previstas para esa fecha.

En la última campaña, los precios de arroz se incrementaron en un 150% provocando problemas de abastecimiento en los países donde es un alimento básico en su dieta como sucede en los países asiáticos. Los precios del trigo se incrementaron entre un 50 y un 80%, en un 70% los de la soja, en un 50% los del maíz o la pipa de girasol. Yendo a producciones más cercanas, los precios de la leche experimentaron igualmente una subida de casi el 50%.

Para el sector ganadero, en el caso de España sin ir más lejos, la subida de los precios de las materias primas se ha traducido en un incremento de los precios de los piensos en más del 40% con el consiguiente impacto negativo sobre los costes de producción. Hay sectores donde los precios de las carnes han registrado una línea alcista y los ganaderos no pudieron compensar las subidas de los piensos. Hubo sin embargo otros donde los precios se mantuvieron durante muchos meses bajos, como el porcino o el vacuno y donde producir era una apuesta segura por las pérdidas, lo que se tradujo en recortes de cabañas o cierre de explotaciones sin que las medidas tardías articuladas desde la Administración hayan sido suficientes para cerrar la crisis de una forma positiva.

 

Una crisis con múltiples razones

No hay una razón única como causante de esta crisis alimentaria a nivel mundial.

Como primera razón se contempla la existencia de un incremento de la demanda, junto a una estabilidad en la oferta. Las producciones mundiales de materias primas se hallaban prácticamente estancadas en los años precedentes ante la congelación de los precios.

Ha sido suficiente que países en vías de desarrollo con una población muy elevada en Asia, como China o India, hayan comenzado a tirar de la demanda, para que se hayan roto todos los mercados alimentarios, como ha sucedido en otros momentos en otros mercados de materias primas.

En el caso comunitario y español, esta situación de escasez de oferta en una serie de materias básicas, ha cogido a los países miembros con la despensa vacía en producciones como cereales, carnes o productos lácteos ante la política de Bruselas en los últimos años de eliminar todos los mecanismos de regulación e intervención en los mercados para ahorrar gastos. Ante la nueva coyuntura, la Unión Europea ha tenido que tirar de los mercados exteriores para atender sus necesidades, contribuyendo así además a elevar las tensiones en esos mercados en detrimento de los países más pobres que pueden ser productores, pero no consumidores de sus propios productos que destina a los mercados de países más ricos.

Lo sucedido en el pasado pone de manifiesto que no se puede pasar de una política que provocaba montañas de excedentes, es cierto, con elevados costes para las arcas comunitarias, a otra donde se eliminaron en su totalidad, renunciando a unas mínimas reservas estratégicas. Pero además, han dejado en evidencia el juego engañoso de los responsables comunitarios en relación con la producción y el comercio mundial de alimentos. En los últimos años, se justificaba la necesidad de reducir producción en el seno comunitario en cuanto, en momentos de déficit se acudiría a las materias primas de los países en vías de desarrollo contribuyendo así a mejorar sus rentas. Lo que ha sucedido ha sido todo lo contrario. La UE ha tenido que acudir a importaciones muy elevadas, siendo uno más en provocar subidas de precios en los mercados mundiales, en beneficio de los operadores, pero no de los productores y consumidores de países pobres que no pueden comprar en esos mercados

A favor de la crisis mundial alimentaria ha jugado igualmente el hecho de que las materias primas se hayan convertido en un producto para la especulación, tanto de fondos de inversión, como de los grandes grupos multinacionales.

 

La producción de biocombustibles

Por otra parte, la producción de biocombustibles ha supuesto una mayor utilización de materias primas para este uso. Pero, por el momento, en contra de las denuncias de los grandes grupos petroleros, no se puede achacar a este uso la subida de los precios de los cereales en cuanto la utilización de los mismos no ha superado el 2% de las producciones en los países comunitarios.

De cara al futuro, las perspectivas actuales manejan la posibilidad de un incremento de las producciones de cereales, leche, azúcar, aceites y semillas oleaginosas o carnes. Sobre el papel, esta posibilidad podía suponer un ajuste a la baja de los precios de esas materias primas en los mercados internacionales.

Según los datos manejados por los observadores de FAO, la mejora de las producciones se traducirá en una rebaja de los precios frente a las cifras históricas de la campaña pasada. Pero, en ningún caso se teme por un hundimiento de las cotizaciones, fundamentalmente por dos razones. Primera, porque sigue creciendo la demanda en todo el mundo. Segunda, porque los países que estaban sin reservas, van a desarrollar una política para hacerse con stocks estratégicos frente a posibles nuevas crisis.

De lo que no hay duda es que la actividad agraria, que en los últimos años había tenido un papel secundario en la economía, pasa a tener un papel más protagonista. De lo que tampoco hay duda en los organismos internacionales relacionados con esta problemática es que los precios de los alimentos van a seguir caros y que no se verán en los próximos años los niveles de las cotizaciones del pasado por el aumento de la demanda.

Con esta crisis a las espaldas en todo el mundo, con los países ricos pagando cara la factura alimentaria y la inflación disparada, pero con más hambrunas en los países pobres, lo más sorprendente a estas alturas es que los responsables comunitarios hayan puesto sobre la mesa una revisión de la Política Agrícola Común como si no hubiera sucedido nada. Lejos de proponer cambios en la estrategia anterior que nos llevó a tener la despensa vacía y depender de la oferta internacional, Bruselas opta por una línea, no sólo de continuidad, sino incluso de acelerar los procesos de desmantelamiento de la estrategia agraria.

La Administración española, hay que reconocerlo, atascada en otras muchas cuestiones, en este punto ha sido uno de los pocos países, junto a Francia, que han reclamado una nueva política agrícola pensada en productores y consumidores.

 

Incrementar las producciones mundiales puede jugar un papel negativo

En contra de la posibilidad de incrementar las producciones mundiales de alimentos, en este momento puede jugar un papel negativo el fuerte aumento de los costes de producción por la subida de los precios de semillas, gasóleo o fertilizantes. Invertir grandes cantidades por hectárea para aumentar la producción es un riesgo que no van a querer correr millones de agricultores. No hay que ir muy lejos para tener un ejemplo. España podía haber aumentado esta campaña las superficies de cultivo en cereales hasta casi dos millones de hectáreas por la no exigencia comunitaria de dejar tierras abandonadas, el barbecho blanco o el voluntario.

Sin embargo, a pesar de haber disfrutado de unos precios excepcionalmente altos por trigos o cebada, solamente se han cultivado 300.000 hectáreas por encima de la campaña anterior. Esta próxima campaña, con los precios de los cereales más moderados y con la fuerte subida de los medios de producción, la prudencia a la hora de sembrar va a ser muy superior, con lo que no se pueden asegurar fuertes aumentos de cosechas, y siempre que acompañe la climatología.

La crisis alimentaria, con subidas de precios generalizadas, ha puesto igualmente sobre la mesa el problema de los márgenes comerciales y la no existencia de un mecanismo para clarificar las cotizaciones entre la producción y el consumidor.

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