Decía Bill Emmott que en diez años la capacidad económica de las Tecnologías de la Comunicación la tendrá la Biotecnología. En su sentido más amplio la Biotecnología se define como la aplicación tecnológica de sistemas biológicos. Procesos biotecnológicos tales como la selección de semillas para la mejora de la producción agrícola, la utilización de levaduras en la elaboración de cerveza y pan, o el cultivo de bacterias para la fabricación de productos lácteos por fermentación se utilizaban ya en las civilizaciones antiguas hace miles de años. Sin embargo, los principios que gobiernan el funcionamiento de sistemas biológicos empezaron a revelarse durante los últimos dos siglos con el descubrimiento de los microorganismos y la revelación de las bases moleculares de la genética.

La aplicación de la tecnología de ADN recombinante a la producción industrial de hormonas humanas tales como la somatostatina o la insulina hace unos treinta años es considerado por muchos el comienzo de la Biotecnología moderna.

 

INTRODUCCIÓN

A lo largo de las últimas tres décadas, los descubrimientos de las ciencias de la vida han impulsado el desarrollo de un sin fin de técnicas novedosas en el ámbito sanitario (Biotecnología "roja"), en el sector agroalimentario (Biotecnología "verde"), en procesos industriales (Biotecnología "blanca"), así como recientemente también en torno a los recursos marinos y acuáticos (Biotecnología "azul"). Hoy día no cabe duda de que la Biotecnología es un sector estratégico para la economía de los países desarrollados. Junto a las tecnologías de la información y las comunicaciones, la Biotecnología está liderando la transformación de nuestra vida cotidiana, marcando el camino hacía una economía y una sociedad basada en el conocimiento.

 

 

En el año 2006 las 659 empresas biotecnológicas en España llevaron su cifra de negocios a 22.500 millones de euros, dieron empleo a 88.100 personas e invirtieron unos 300 millones de euros en I+D. En el año 2007, la Biotecnología española impulsó la creación de 75 nuevas empresas, generó 144 patentes y lanzó 64 nuevos productos y servicios al mercado. Más de la mitad de ellos (54%) corresponde a la Biotecnología roja, un 19% a herramientas novedosas para la investigación, un 17% a la Biotecnología blanca, y un 10% a la Biotecnología verde y azul. La maduración del todavía joven sector de la Biotecnología en España se refleja en la aprobación del primer fármaco biotecnológico español para el tratamiento del cáncer, la entrada en su última fase de desarrollo clínico del primer producto terapéutico basado en células madre, la expansión de empresas biotecnológicas del área de diagnóstico hacía el extranjero, o el liderazgo de España en el cultivo de maíz protegido contra plagas de taladro, el único cultivo genéticamente modificado a gran escala en Europa. Este proceso de consolidación de la Biotecnología española no resta dinámica al sector que se está renovando continuamente y busca nuevos mercados como demuestra la creación de varias compañías en el sector emergente de la acuicultura, o recientes iniciativas para optimizar la producción de biocombustibles mediante procesos biotecnológicos. Los analistas económicos coinciden en que la Biotecnología es un sector con buenas perspectivas de crecimiento.

Entre 2004 y 2006, el conjunto de la industria española se caracterizó por una reducción del número de empresas (-2%) y una estagnación en cuanto al número de empleados. En el mismo periodo el número de empresas biotecnológicas había crecido un 68% y el número de empleados un 31%. Se estima que en el año 2010 la Biotecnología habrá creado más de 100.000 empleos en España y contribuirá con un 1,6% al PIB. Sin embargo, la Biotecnología española, a pesar de su notable tasa de crecimiento en los últimos años, todavía no tiene suficiente peso para competir con el sector la mayoría de los países europeos y los EE UU. Una serie de estudios, utilizando distintos indicadores que recogen el número, tamaño y la capitalización de empresas y otros factores que valoran el potencial del sector de generar conocimiento, patentes, empleo y beneficios, coinciden en que la Biotecnología española se sitúa todavía a un nivel que es 2-4 veces inferior a la de los países líderes en Europa. La necesidad estratégica de llevar la Biotecnología española a un nivel competitivo en el mercado global se enfrenta a varios obstáculos de naturaleza económica, administrativa y cultural.

Desde el punto de vista económico destaca en España sobre todo el acceso limitado de las empresas biotecnológicas a capital riesgo. En los EE UU el promedio de una operación de capital riesgo roza los 18 millones de euros. Este importe se reduce un 33% a unos 12 millones en Europa y más de 10 veces a tan sólo 1,2 millones en el caso de España. La distribución de flujos de capital riesgo demuestra que el problema no es tanto la ausencia de capital riesgo, sino la falta de potencial que ven los inversores en los proyectos biotecnológicos españoles. En los EE.UU los proyectos biotecnológicos atraen un 17% del capital riesgo disponible, en la CE unos 7 veces menos, y en España la Biotecnología capta tan sólo un insignificante 0,3% del capital riesgo total, i.e. 58 veces menos que en EE UU y todavía 8 veces menos que la media de la CE. En España se ha hecho un gran esfuerzo de remediar este déficit a través de un incremento del gasto público en I+D, que se ha cuadruplicado en diez 10 años, y convirtiendo la I+D en el área de la Biotecnología en una las 5 acciones estratégicas del Plan Nacional de I+D.

Sin embargo varios estudios apuntan a que la subvención directa de la I+D por el sector público, a través de una simple inyección de dinero en el sistema, corre peligro de convertirse a largo plazo en una medida contraproducente, ya que tiende a reemplazar la iniciativa privada sin conseguir el efecto deseado de incentivar la inversión del sector privado en proyectos de alto riesgo como es el caso de la Biotecnología. El desarrollo de empresas innovadoras precisa un cambio de modelo de co-financiación pública-privada que busca reducir los riesgos para los inversores privados a través de la participación del sector público en fondos de capital semilla, préstamos participativos, ofertas públicas para la adquisición de productos y procesos biotecnológicos, y medidas que impulsen la salida a bolsa de empresas biotecnológicas. La reciente puesta en marcha de entidades públicas dedicadas a facilitar la inversión privada en proyectos empresariales en el ámbito científico-tecnológico y la creación de fondos público-privados son primeros pasos que pretenden cambiar la imagen del sector público como fuente de subsidio hacía un papel de aliado emprendedor dispuesto a compartir riesgos con inversores privados.

Estas medidas han de complementarse con un régimen fiscal favorable para inversores privados y un marco regulatorio estable en torno a la comercialización de productos biotecnológicos y su protección mediante patentes.

Además, teniendo en cuenta que algunas empresas biotecnológicas ya han alcanzado una fase avanzada de su desarrollo empresarial, es necesario crear herramientas que atienden a las necesidades de estas empresas maduras para desarrollar estrategias de marketing y expansión internacional, crear fuerza comercial, formar alianzas con otras empresas, o ampliar capital a través de su salida a bolsa. Estas actuaciones han de acompañarse por un marco regulatorio estable y armonizado al nivel nacional y europeo con el fin de minimizar la incertidumbre para los inversores.

Para que estas medidas tengan el impacto deseado, hay que cambiar también la forma de gestionarlas. El reciente informe BIOPOLIS compara la eficacia de los diferentes modelos europeos de políticas nacionales en materia de Biotecnología en el periodo 2002-2005. Los autores resaltan como debilidades del sistema de I+D español deficiencias en la interacción y coordinación entre una excesiva cantidad de actores así como la escasa participación del sector productivo y de los científicos del sector biotecnológico en la planificación estratégica de la gestión pública de la I+D. La concentración de competencias sobre prácticamente todo el espectro de I+D, anteriormente repartidas entre tres ministerios diferentes, bajo el paraguas del Ministerio de Ciencia e Innovación es un primer paso hacía una gestión integrada de todos los recursos disponibles para impulsar el crecimiento del sector biotecnológico en todas sus facetas. El diálogo con todos los actores del complejo ecosistema de la ciencia e innovación será una de las prioridades para rediseñar las herramientas que necesitan las empresas biotecnológicas en España para poder competir en el mercado global.

 

Colaboración público-privada e innovación en la Biotecnología

España ocupa la cuarta posición entre los países de la UE15 en cuanto a su contribución a la producción científica mundial en las categorías que aportan la base de conocimiento a la Biotecnología. Sin embargo, España está mal situada entre los países de la UE15 en la transferencia de conocimiento, reflejada en la solicitud y concesión de patentes biotecnológicos. La discrepancia es llamativa ya que al nivel mundial España genera casi un 4% del conocimiento en el campo de la Biotecnología pero contribuye sólo con un 0.4% al total de las patentes concedidas por la oficina europea de patentes en el periodo 2000-2006.

El contrapunto al ejemplo de España lo ponen países como Suecia, Dinamarca o Holanda que generan en torno a un 2% del conocimiento, 2 veces menos que España, y se apuntan también un 2% de las patentes concedidas, i.e. 5 veces más que España. Estos datos indican que el desarrollo del sector de la Biotecnología pasa por el diseño de medidas que mejoren la transferencia de conocimiento de la I+D pública al sector productivo, como por ejemplo la creación de plataformas traslacionales o la promoción de plena movilidad de científicos y tecnólogos entre instituciones públicas de I+D y empresas biotecnológicas.

Entre los obstáculos que quedan por eliminar para mejorar la competitividad y productividad del sector de la Biotecnología en España destacan deficiencias en la movilización de capital riesgo y en la interacción entre el sector público y privado tanto al nivel de la gestión del sistema de I+D como en la transferencia de conocimiento.

A la hora de analizar por qué las medidas tomadas hasta ahora no han tenida el impacto esperado, a pesar de ser bien conocidas por todos los actores del sistema, nos encontramos con otro obstáculo de naturaleza cultural. El último informe COTEC habla de una "falta de cultura en los mercados financieros españoles para la financiación de la innovación" y de una "escasa cultura de colaboración de las empresas entre sí y entre éstas y los centros de investigación". La falta de una cultura de innovación en el ámbito científico-tecnológico en España es quizá uno de los factores cuya relevancia para una modernización del sistema de I+D ha sido subestimada.

No son las instituciones las que innovan y emprenden, sino que son las personas las que tienen que ser creativas, entusiastas y estar dispuestas a asumir riesgos y sacrificios, para que un hallazgo científico se convierta en un éxito empresarial con el potencial de crear riqueza y bienestar para la sociedad. Una actitud proactiva de innovar y emprender necesita una amplia base y el apoyo de todos los actores de nuestro sistema social. La creación de una cultura biotecnológica tiene por tanto que involucrar a toda la sociedad.

 

Percepción social de la Biotecnología

El éxito de un producto biotecnológico en el mercado depende en gran medida de su aceptación y valoración por el consumidor. Los recursos que un país está dispuesto a asignar a la investigación e innovación en el campo de la Biotecnología también dependen del reconocimiento y el apoyo del sector por parte de los ciudadanos. La velocidad vertiginosa de los avances científico-tecnológicos de las últimas décadas ha incrementado la brecha de conocimiento entre científicos y ciudadanos. Este distanciamiento contribuye a la desconfianza y el rechazo de nuevos procedimientos y productos biotecnológicos y también a la falta de apoyo a la investigación científica en general. En muchas ocasiones podemos observar que contribuciones al debate sobre temas de ciencia y tecnología se basan en información incompleta e incluso creencias erróneas. Un ejemplo, tomado de la encuesta europea de la Fundación BBVA sobre Biotecnología, ilustra el grado de desinformación que existe en la población. La afirmación de que tomates genéticamente modificados contienen genes, y que tomates "naturales" no tienen genes ha sido reconocida como totalmente falsa tan sólo por un 22% de los Españoles encuestados. En otros países el porcentaje de respuestas correctas es también sorprendentemente bajo (p.ej. Italia-30%, Francia-35%, Alemania, 43%). En otro estudio europeo sobre conocimientos científicos, el Eurobarometro, los españoles se sitúan en la parte baja de la tabla de los EU25, ocupando la posición 19 por delante de Chipre, Malta, Lituania, Latvia, Grecia y Portugal. Esta falta de información coincide con el escaso interés de los españoles por temas científicos. Las encuestas (Eurobarometro) documentan que los Españoles ocupan la posición 20 en la UE25 en cuanto a su interés por temas relacionados con ciencia y tecnología, el primer lugar en la UE25 cuando se trata de afirmar que ciencia y tecnología carecen de importancia para el desarrollo industrial y el segundo lugar en cuanto a su convicción de que la investigación básica no es esencial para el desarrollo de nuevas tecnologías. Los españoles también destacan por su falta de confianza en la investigación aplicada y dan menos importancia a la implicación de científicos en decisiones políticas que la gran mayoría de los países de la UE.

Ante estos datos parece más que necesario intensificar la divulgación de la ciencia y tecnología en la sociedad con el fin de promocionar una cultura biotecnológica.

Para ello hay que mejorar aún más las estrategias de divulgación científica aprovechando todos los canales de formación e información y adaptando contenidos y lenguaje a los diferentes grupos diana. El cambio cultural también debe tener como objetivo hacer más atractivas las carreras científicas relacionadas con la Biotecnología. Necesitamos crear una carrera científica con claras perspectivas de futuro, incentivar la formación de estudiantes de ciencias en aspectos relacionados con la economía y la gestión de empresas, formar un espíritu emprendedor y crear oportunidades para la participación de científicos en el desarrollo de empresas biotecnológicas. Se necesita implicar en mayor medida a emprendedores biotecnológicos en la formación de científicos, la ejecución de proyectos de investigación en las universidades y centros de I+D, y en actividades de divulgación. Intervenciones culturales también serán necesarias para redirigir los flujos de capital riesgo a la Biotecnología a través de programas de divulgación dirigidos al sector financiero en España y acciones de marketing en el extranjero que dan visibilidad a la Biotecnología española como oportunidad de inversión. Por último es también importante cambiar la imagen del inversor profesional y del emprendedor para que no sean percibidos como antagónicos a la libertad de la ciencia sino como actores esenciales, para que la ciencia y Biotecnología repercutan en el bienestar de la sociedad.

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