Impacto de normas aún más severas para los fitosanitarios

 

Los criterios para que un producto fitosanitario pueda ser autorizado han vuelto a ser revisados por el Parlamento Europeo durante los últimos meses, en un proceso donde parece buscarse una seguridad absoluta -inalcanzable para cualquier producto, natural o elaborado por el hombre- con la pretensión de que un exceso de seguridad no hace daño a nadie.

Recuerdo que al abordar la fertilización en nuestra formación como agrónomos, nos enseñaron gráficamente que la productividad de un campo era como la capacidad de una cuba de madera con duelas de altura proporcional a la disponibilidad de diferentes nutrientes esenciales (N, P, K, etc.). Así, por ejemplo, en un campo con escaso contenido en fósforo poco beneficio cabía esperar si se doblaba el contenido de un elemento no limitante como el nitrógeno.

Esa imagen puede aplicarse también a la seguridad de las personas, pues si los estudios epidemiológicos advierten de que los principales factores de riesgo son el sedentarismo, alimentación inadecuada (ingestión de pocas frutas y verduras, exceso de grasas o de alcohol, etc.), el tabaco o los accidentes, es probable que sirva de poco mejorar la seguridad de sustancias que no causan problemas reales. En algún caso, podría ser incluso contraproducente, pues despertar la preocupación por las trazas de fitosanitarios en frutas u hortalizas frenaría su consumo, privando a los ciudadanos de los beneficios probados de su ingestión, mucho más importantes que los riesgos potenciales.

Una reducción en el empleo de productos fitosanitarios en la Unión Europea puede ser irrelevante si coincide con un crecimiento de su uso en Brasil en un 30% (como ha ocurrido en 2008), país que este año se ha convertido en el primer mercado mundial para los productos fitosanitarios. Y lo irrelevante deriva en contraproducente si esta situación encarece los costes de producción y añade dificultades en la viabilidad económica en España para sectores como el porcino, vacuno, algodón, etc.

 

Uso seguro mejor que producto seguro

La seguridad absoluta es una característica indemostrable para cualquier producto.

Pero sí podemos comparar formas de empleo y elegir las que ofrecen un riesgo asumible. Si definimos como "factor de seguridad" al cociente entre una exposición sin riesgo y la exposición en condiciones prácticas, las señales limitando la velocidad en las carreteras suponen factores de seguridad a menudo inferiores a 5. Cuando analizamos los contenidos en el agua de plomo, arsénico y otros metales pesados que han mostrado ser nocivos para la salud humana en estudios epidemiológicos, y los dividimos por la presencia natural en el agua potable, el factor de seguridad suele ser inferior a 10 en varios casos, y algo parecido puede ocurrir en alimentos con sustancias naturales como la capsaicina, las micotoxinas y diversas contaminaciones microbianas. Sin embargo, preocupan más las trazas de fitosanitarios, a pesar de que las tolerancias en aguas y frutos implican factores de seguridad siempre superiores a 100 y que a veces llegan a 50.000.

Los fitosanitarios pueden y deben ser usados sin problemas para que su uso sea sostenible, pero con recomendaciones de seguridad proporcionadas, para que sean seguidas por los agricultores con el máximo respeto.

 

 

La agricultura a través de la historia

Con muchos puntos en común con lo expuesto, me van a permitir que termine esta página con una recomendación de lectura para el libro "El ingenio y el hambre.

De la revolución agrícola a la transgénica" que acaba de publicar el profesor Francisco García Olmedo (en la colección Drakontos en www.ed-critica.es) pues es una documentada y amena revisión de la extraordinaria historia de la evolución de la agricultura y los alimentos. Desde la Edad de Piedra (que podría haberse llamado edad de los cestos, según el autor) este prestigioso miembro de la Real Academia de Ingeniería analiza causas y consecuencias de novedades como la introducción de los frutales de hueso tras las campañas de Alejandro el Magno, el primer registro histórico de un herbicida durante la destrucción de Cartago y la globalización ocurrida tras el descubrimiento (o tropiezo) con América. La evaluación rigurosa, con un lenguaje muy medido, llega hasta la actualidad con una valoración crítica de temas tan candentes como la agricultura ecológica, los cultivos transgénicos y el desarrollo de los biocombustibles.

Desde sus inicios, la agricultura ha sido un proceso contra natura en un camino sin retorno, despojando a la mayoría de especies vegetales de lo esencial para la supervivencia espontánea, y los injertos fueron descritos por Teofrasto dos mil años antes del mito de Frankenstein. Después de los grandes avances conseguidos por la Revolución Verde, García Olmedo contempla las aplicaciones de la revolución transgénica como nuevas oportunidades para producir más por hectárea y hacerlo con un menor impacto ambiental por tonelada de alimento producida. Este es el reto del siglo XXI.

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