Los tratamientos fungicidas, especialmente con productos cúpricos, constituyen una parte fundamental del control de las enfermedades del olivar. La limitación prevista de productos fitosanitarios plantea nuevos retos, como son la optimización de los tratamientos químicos convencionales, la búsqueda de alternativas viables a dichos tratamientos, que incluya el control de la Verticilosis y de las podredumbres radicales, y la generalización del control integrado, incorporando todas las estrategias disponibles desde la perspectiva de la sostenibilidad.

 

Enfermedades del olivar

 

El cultivo del olivo es un claro ejemplo de sostenibilidad en agricultura. No obstante, el olivar sufre algunos años pérdidas considerables de cosecha debidas a enfermedades que pueden llegar a comprometer la capacidad productiva o la vida de los árboles, lo que obliga a la realización de tratamientos fungicidas para controlarlas.

Entre las principales enfermedades del olivar en España cabe destacar las causadas por hongos (micosis) que afectan a hojas y aceitunas, las micosis radicales, la bacteriosis conocida como Tuberculosis o verrugas y diversas anomalías debidas a factores abióticos.

 

Micosis de partes aéreas. Las micosis que afectan a las hojas y aceitunas constituyen el grupo de enfermedades más importantes del olivar tradicional y son responsables de los tratamientos fungicidas ("sulfatados") que se aplican rutinariamente. Entre ellas destacan el Repilo causado por Fusicladium oleagineum, la Antracnosis debida a Colletotrichum spp. y el Emplomado causado por Pseudocercospora cladosporioides. El término "Repilos", en plural, hace referencia a estas tres enfermedades que frecuentemente se confunden en el campo bajo la denominación común de "vivo" o "vivillo" del olivo, debido a la defoliación que producen en los olivos afectados. La más común de ellas es el Repilo, cuyas pérdidas medias se han estimado en un 6%, aunque en algunas zonas y años puede resultar catastrófica. La Antracnosis, también llamada "aceituna jabonosa", es la enfermedad más relevante del fruto en aquellas zonas donde se cultivan variedades susceptibles, como Hojiblanca o Picudo. En España, se han estimado unas pérdidas anuales de unos 90 millones de euros debidos a esta enfermedad. Por último, el Emplomado es una de las enfermedades menos conocida por los agricultores, ya que habitualmente se confunde con las dos anteriores, por lo que no se disponen de datos de pérdidas de cosecha específicos.

Otras micosis de partes aéreas que afectan particularmente a la aceituna son: la Negrilla, cuyos ataques graves se producen en olivos mal podados o no tratados y está asociada con infestaciones de la cochinilla de la tizne (Saissetiaoleae); el Escudete, especialmente grave en aceituna de verdeo, cuyo agente causal se ha reclasificado recientemente como Botryosphaeria dothidea y cuyas infecciones están asociadas con los ataques de la mosca (Bactrocera oleae) y del mosquito (Prolasioptera berlesiana) de la aceituna; la Lepra, particularmente importante en algunas variedades como Blanqueta; y podredumbres del fruto causadas por diversos hongos, que afectan sobre todo a la calidad del aceite y son más importantes en algunas variedades y en las aceitunas caídas al suelo.

Los chancros de ramas y las podredumbres del tronco (caries) tienen escasa importancia, si exceptuamos la elevada incidencia de la caries en los olivares viejos y mal podados. No obstante, habría que resaltar entre los chancros, la aparición en los últimos años de un puntisecado de ramas en la variedad Gordal Sevillana, causado por Neofusiccocum ribis.

 

Micosis radicales. De los patógenos que infectan el olivo a través de las raíces, el hongo Verticillium dahliae causante de la marchitez vascular conocida como Verticilosis, es responsable de una elevada mortalidad de olivos en Andalucía, por lo que se ha convertido actualmente en el mayor problema fitopatológico del olivar español.

Se han descrito otros hongos que infectan las raíces del olivo causando la podredumbre de las mismas y un decaimiento general del árbol, cuyos síntomas, en ocasiones, pueden confundirse con los de la Verticilosis. Entre ellos merecen destacarse las especies Armillaria mellea, Rosellinia necatrix y Omphalotus olearius, causantes de podredumbres de raíces gruesas, y especies de los géneros Phytophthora, Cylindrocarpon, Fusarium y Pythium, causantes de podredumbres de raíces finas o raicillas. Todos ellos causan necrosis radicales en numerosos árboles, afectando ocasionalmente al olivo en suelos húmedos. En España, la incidencia del primer grupo de patógenos (raíces gruesas) ha sido baja, exceptuando algunos olivares viejos. Una excepción la constituye la podredumbre causada por R. necatrix, que también ha sido observada afectando a olivos jóvenes en Andalucía y, especialmente, en Cataluña. El segundo grupo de patógenos (raíces finas) fue diagnosticado en prospecciones realizadas en 2005- 2008 para estudiar el problema de la "seca" o muerte de olivos jóvenes no debida a la Verticilosis. De los diversos hongos y daños identificados, destacaron por su elevada incidencia y gravedad las infecciones causadas por Phytophthora spp.

 

Otras enfermedades. De las restantes enfermedades causadas por agentes bióticos destaca la Tuberculosis o verrugas del olivo, una bacteriosis conocida desde antiguo y ampliamente distribuida en todos los países olivareros. Otros agentes bióticos que afectan al olivo en diversas partes del mundo son virus, fitoplasmas, nematodos y plantas parásitas. No obstante, la incidencia e importancia de estos agentes en España es casi desconocida, aunque se han iniciado estudios al respecto. Investigaciones recientes han puesto de manifiesto la existencia de poblaciones elevadas de nematodos de los géneros Meloidogyne y Pratylenchus en viveros de olivo.

Entre los factores abióticos que originan pérdidas en el olivar destacan las alteraciones de la nutrición, la sequía o el exceso de agua en el suelo, las heladas y el granizo. Con frecuencia estos factores interaccionan con los agentes bióticos agravando las enfermedades causadas por éstos. Asimismo, también se conocen diversas anomalías cuya causa no es conocida, pero se asocia con factores abióticos. Un ejemplo de ello es la desecación apical de la aceituna, que ha sido atribuida a cambios bruscos de temperatura y humedad durante el verano.

 

Control químico de las enfermedades del olivar

 

Las micosis de partes aéreas, especialmente los Repilos, y la Tuberculosis son las enfermedades del olivo frente a las cuales se aplican tratamientos químicos rutinarios para su control. Entre ellos, son ampliamente utilizados los compuestos cúpricos, caracterizados por su elevada persistencia, aunque también diversos fungicidas orgánicos han mostrado su eficacia en el control de estas enfermedades. En el caso de los Repilos, el largo periodo del año en que pueden producirse las infecciones, hace que la persistencia de los productos sea crucial para una adecuada protección de los árboles.

El empleo de fungicidas frente a las micosis radicales es mucho más limitado, especialmente en el caso de la Verticilosis, debido a la dificultad que conlleva la localización del patógeno en el suelo y en el sistema vascular de la planta. En el caso de las infecciones causadas por Phytophthora, el control se basa principalmente en aplicar prácticas culturales que limiten el encharcamiento prolongado del suelo, aunque diversos compuestos, como Fosetil-Al o Metalaxil (este último retirado en la revisión de la directiva 91/414/CEE) han demostrado su eficacia frente a este patógeno en condiciones controladas.

De los 246 productos fungicidas comerciales registrados para el olivar en España, 230 corresponden a compuestos cúpricos y a mezclas organocúpricas, y el resto lo constituyen fungicidas orgánicos y sistémicos o penetrantes. Sin embargo, las materias activas son mucho menos numerosas, ya que su número es de tan sólo 16 compuestos (8 cúpricos, 3 orgánicos protectores y 5 sistémicos o penetrantes). La importancia de los compuestos cúpricos y organocúpricos se pone de manifiesto al considerar que suponen más del 90% de los 200 millones de euros gastados en fungicidas para el olivar en España durante 2007.

Numerosos aspectos de los productos cúpricos han sido estudiados en relación a su aplicación en el olivar en los últimos años. El momento de aplicación es crucial, dado el carácter preventivo de los tratamientos. Éste dependerá de la enfermedad, condiciones ambientales, susceptibilidad del cultivar y nivel de infección. Actualmente se está validando en campo un sistema predictivo basado en los riesgos de infección, en el caso de los Repilos. Las sales de cobre actúan inhibiendo la germinación de las esporas fúngicas, dependiendo dicho efecto de la concentración del ión Cu2+. Las diferencias en la eficacia entre productos se deben a la distinta solubilidad de las sales de cobre y a la sensibilidad del patógeno. Una ventaja de las sales de cobre es la baja probabilidad de aparición de resistencia en las poblaciones fúngicas, aunque se ha demostrado, en el caso de la Tuberculosis, la existencia de cepas bacterianas resistentes. Se han desarrollado métodos que permiten la evaluación de productos en condiciones controladas, especialmente para Repilo, Antracnosis y Tuberculosis. También un método basado en la medición de cobre mediante espectrometría de absorción atómica, ha permitido evaluar la persistencia de los productos cúpricos, tanto en condiciones controladas como en campo, habiéndose observado notables diferencias entre productos, relacionadas mayormente con el producto comercial e independiente del tipo de sal cúprica. Incluso se ha podido comprobar la capacidad de algunas sales de cobre para inducir resistencia sistémica en olivo, al aumentar la transcripción de genes relacionados con la defensa frente a la infección por F. oleagineum.

 

Limitación de productos fitosanitarios

 

El empleo de productos fitosanitarios en la agricultura ha tenido una importante repercusión en la mejora de la producción y calidad de los alimentos. No obstante, se trata de productos químicos con posibles riesgos para la salud de las personas y para el ambiente en general, especialmente si no se hace un uso adecuado de los mismos. Las exigencias de las autoridades en relación a este aspecto, dificulta notablemente la puesta en el mercado de nuevas materias

activas. Se calcula que son necesarios una media de 10 años de investigación y 200 millones de euros para el registro de una nueva sustancia activa. Asimismo, la reciente revisión de la directiva 91/414/CEE, ha motivado la eliminación de más de 600 sustancias de las 915 existentes al inicio de la misma. Todo ello está suponiendo, en algunos casos, un serio problema para los productores, dada la limitación de productos para llevar a cabo una estrategia adecuada y económicamente viable de lucha contra plagas y enfermedades. En el caso del olivar, la mayor parte de los productos registrados han sido incluidos, especialmente los compuestos cúpricos, autorizados hasta 2016. No obstante, se han eliminado algunos, como el Metalaxil, eficaz para el control de Phytophthora, o el Metam-Na y la Cloropicrina, desinfestantes de suelo empleados frente a Verticillium. En el caso de la Verticilosis, ningún producto químico ha mostrado eficacia suficiente para el control de la misma, a excepción de los anteriores, que aunque no lograban un control total, usados como desinfestantes de suelo, solos o en combinación con la solarización, permitían la reducción del número de propágulos del patógeno en el suelo, lo cual tiene una notable importancia epidemiológica.

 

Retos del control químico

 

Aunque los productos cúpricos han sido incluidos en la directiva 91/414/ CEE, se prevén a corto o medio plazo posibles limitaciones de uso, sobre todo en relación a la cantidad de cobre aplicado por ha y año. En este caso, el primer reto a afrontar es el de la optimización de los tratamientos, especialmente en lo referente a umbrales de enfermedad, momento de aplicación y dosis de producto. Es necesario eliminar prácticas tales como la aplicación de tratamientos conforme a calendarios preestablecidos, sin tener en cuenta los niveles de enfermedad en la zona o las posibilidades de infección según las condiciones ambientales. Se pueden aprovechar las características de los propios productos para reducir el número de tratamientos, como es la alta resistencia al lavado por lluvia de algunos productos cúpricos y es necesario profundizar en el uso combinado de productos cúpricos y no cúpricos, de forma que se pueda reducir la cantidad de cobre aplicado sin peligro de aparición de resistencia en los patógenos. Asimismo, habría que profundizar en las posibilidades que ofrece el efecto curativo, o de inducción de resistencia, demostrado para algunas sales de cobre.

El segundo reto es la búsqueda de alternativas viables a los tratamientos químicos rutinarios. En este sentido, es fundamental investigar y desarrollar métodos de control biológico, apenas utilizados en la actualidad, como el uso de microorganismos antagonistas de los patógenos, de inductores de resistencia y de productos de origen biológico. Asimismo, hay que potenciar los programas de mejora genética para obtener nuevas variedades resistentes a las principales enfermedades. El desarrollo de métodos de control alternativos potenciará la sostenibilidad del olivar y eliminará obstáculos para el establecimiento de nuevos sistemas de cultivo como el olivar ecológico.

El tercer reto de la fitopatología olivarera actual es el control eficaz de la Verticilosis. La gran difusión de esta enfermedad en el olivar andaluz y la gravedad de sus infecciones, obligan a una actuación coordinada y urgente para potenciar las medidas de lucha disponibles e investigar y desarrollar nuevas estrategias, como la búsqueda de fuentes de resistencia genética, el uso de variedades o patrones resistentes, el desarrollo de microorganismos antagonistas, el manejo de sistemas de mantenimiento del suelo que reduzcan las poblaciones del patógeno y la búsqueda de nuevos productos eficaces contra la enfermedad. En este sentido, es necesario potenciar una red experimental rigurosa para la evaluación de nuevos productos, que elimine la desinformación y la incertidumbre generada por las soluciones milagrosas y que facilite la transferencia de información contrastada al sector olivarero.

Un cuarto reto es profundizar en el control integrado de las enfermedades. Dicho control integrado debe optimizar todas las estrategias disponibles desde una perspectiva de agricultura sostenible. Por ello, es importante prevenir la posible llegada de los patógenos (material de propagación y suelo), utilizar la resistencia o tolerancia existente en las variedades del olivo, mantener y potenciar todas aquellas prácticas del cultivo que reduzcan la incidencia de los patógenos, racionalizar la utilización de los tratamientos químicos utilizando sistemas predictivos de epidemias e impulsar el empleo de métodos de control biológico. Las prácticas de cultivo que reducen la incidencia de enfermedades no deben menospreciarse o considerarse obsoletas, sino que deben constituir un elemento primordial del control integrado. Además, el control integrado debe adaptarse a los nuevos cambios de sistemas de cultivo, como las plantaciones superintensivas o en seto, que pueden favorecer el desarrollo de algunas enfermedades.

 

BIBLIOGRAFÍA

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