El Gusano cabezudo (Capnodis tenebrionis L.) es un coleóptero cuyas larvas se alimentan de los órganos subterráneos de los frutales, mientras que los adultos lo hacen de la parte aérea (brotes, pedúnculos de hojas y yemas). Es por ello que, cuando se forman plagas de este insecto, los daños que producen las larvas en los frutales son importantes, al destruir los vasos conductores de los órganos hipogeos, lo que conlleva la marchitez de la parte aérea del árbol; y en plantaciones jóvenes, a esos perjuicios se suman los que provoca el adulto al dañar los brotes, condicionando la correcta formación de los árboles.

Aún cuando todos los frutales pueden sufrir el parasitismo de Capnodis, los llamados de hueso (ciruelo, cerezo, melocotonero ) son los preferidos por el insecto. Estos frutales son especies que se han implantado con bastante éxito, en los últimos tiempos, en comarcas montañosas españolas (Valle del Jerte, Hurdes, Gata, Sierra de Francia ), lo que permite su cultivo en secano o con escasos riegos de apoyo. En esos parajes, estos árboles tienen más importancia que la estrictamente frutal, al haberse integrado en el paisaje y hacerlo más bello (floración de cerezos en el Jerte). Parte de su valor productivo ha pasado y se ha incrementado del sector primario (agricultura) al terciario (valor del paisajismo en el turismo de interior); y precisamente esa es una de las razones el agricultor ya no dedica todo su tiempo al cuidado de los frutales, sobre todo una vez que ha terminado la recolección por las cuales el Gusano cabezudo forma plagas importantes en bastantes de estas plantaciones. Si a esta razón le sumamos el hecho de que la biología del coleóptero se ve favorecida en áreas donde los riegos no son abundantes, nos podremos explicar la formación, en estas comarcas montañosas, de plagas de Gusano cabezudo.

 

El mundo rural está viviendo en una época de convulsiones, en la cual grupos de opinión y políticos propugnan un modelo de agricultura que, en lugar de proceder de los tratados científicos y tecnológicos de Agronomía, parece que estuviera sacado de la Arcadia o la Utopía, por la carga de emocionalidad y fantasía que evidencia. En ese modelo de agricultura no se cuenta con factores productivos industriales, tales como fertilizantes o fitosanitarios; y como una manifestación más de esa nueva agricultura , un educador ha propuesto, para controlar las plagas de Gusano cabezudo, la utilización de los escolares; de manera que en el otoño, a la salida del colegio, los niños podrían capturar los adultos del insecto que permanecen en las ramas de los árboles. De esta manera, no solo se controlaría la plaga sin necesidad de utilizar insecticidas, sino que se inducirían en los colegiales determinados valores sociales: colaboración, responsabilidad, sentido ecológico.

Realmente, estas propuestas parecen irreprochables desde un punto de vista pedagógico, pero utilizarlas como un elemento productivo de la agricultura parece descabellado, aunque ese fenómeno no es nuevo en España.

En este país, y desde un punto de vista tecnológico, la agricultura no es comparable a la industria, las telecomunicaciones, la economía A nadie que no sea un experto, salvo a un loco, se le puede ocurrir fabricar un motor, o proyectar la instalación eléctrica de un bloque de viviendas; pero en el campo, cualquiera puede hacer una plantación de frutales, montar un equipo de riego, diseñar un programa terapéutico contra un parásito... Las consecuencias de tanto atrevimiento las constatamos todos los días, y los resultados económicos también.

Pero ese atrevimiento no es exclusivo del labrador o del ecologista, también los políticos son capaces de elaborar grandes proyectos de ingeniería agronómica.

 

Uno de los grandes agraristas del siglo XIX-XX, Joaquín Costa, gastó una gran parte de sus recursos intelectuales en propugnar la construcción de obras de riego aprovechando el agua de los ríos españoles; obras que, según él, servirían para sacar a España del atraso en que se encontraba. Curiosamente, uno de sus principales críticos era un obispo calificado entonces por los partidos de izquierdas como retrógrado que argumentaba que el hombre no podía enmendar lo que Dios había dispuesto, y como tal no podía construir presas ni canales. ¡Quien le iba a decir a aquel obispo del siglo XIX, que sus argumentos iban a ser coincidentes con los manifestados por los grupos de opinión más progresistas del momento actual, contra un proyecto de ingeniería del gobierno de España de hace unos años, para poder utilizar el agua del Ebro en los riegos del Levante español!

En España, los problemas de plagas, o los de hidráulica, o los de ganadería deben plantearse desde criterios científicos, y no desde estados emocionales, o desde "la moda". Cuando para evitar las plagas de Gusano Cabezudo se utilice la "Medicina de los Vegetales", el control del insecto podrá ser eficaz y respetuoso con el medio ambiente, mientras pueden surgir propuestas tan románticas como las de ese maestro queriendo utilizar a sus alumnos; medida que será elogiada por unos y condenada por otros, según el momento, pero que difícilmente servirá para controlar ninguna plaga.

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