Ciertamente, cuando escribimos sobre Agricultura, la citamos a toda ella. Es verdad que la citricultura es la principal en cuanto al nombre porque su batalla es quizás más permanente, pero este escribidor sabe que no es la única, aunque el la conoce mejor que el resto. Por ello, al escribir Agricultura, me refiero al conjunto de la misma y pongo, por supuesto, el mismo empeño en su defensa que en los cítricos, que, acaso, sea lo que más conozco.

Por ello mismo, esta vez que me siento ante la hoja en blanco, pongo los cinco sentidos en lo que voy a decir del resto de las agriculturas, lo que no significa que sólo me importen para comerlas o beberlas, sino que pongo un cierto tesón en su magnificencia, en su color, en su estado, porque ello no es solamente obra de la Naturaleza, sino que la mano de las personas, hombres y mujeres, niños y niñas, que en ciertos países también han de trabajar para ganarse el sustento, ponen todo su saber, el conjunto de su fuerza para que los productos agrícolas luzcan sus clores.

Porque el campo agrícola es bonito también para verlo. La abundancia de sus frutos, los mil colores que adornan la calidad de sus producciones que van de un extremo a otro de la rica gama de colores que se mezclan y entrecruzan, son un espectáculo radiante y acogedor. Es normal que quienes creemos conocerlo pensemos qué sería del mundo si desapareciera la agricultura, no ya solamente por la alimentación, sino porque sus colores hacen que cualquier enfado se nos vaya por la multitud de colores que tienen los campos.

Alguien ha dicho hace poco, si desapareciera la agricultura qué y cómo podríamos hallar el medio de sustituirla en todas las facetas de la vida. Es impensable que esto pudiera suceder porque la vida es más amable donde hay colores y productos naturales que puedan darnos alimentos.

Así, aquí tenemos la suerte de que las tierras y el clima favorecieran a la Comunidad Valenciana, como otras zonas del país, que tienen una agricultura de la que se sienten muy favorecidos. Claro que ello existe porque se cuida con un trabajo paciente y comprometido que la mantiene en uso. El agua pone su parte aunque sea trayéndola de lejos, porque es necesaria, y así debe de ser.

La riqueza de la agricultura no beneficia solamente a la Comunidad Valenciana, porque ésta sabe ganar y perder cuando ello es necesario y justo.

Aquí, en la Comunidad Valenciana, tenemos cierta experiencia de lo que son las heladas en el campo, por haber sufrido muchas. Nada, sin contar los humanos problemas que hay más tristes que ver morir una cosecha, cuando estamos pendientes de ellas, aportándole todos los cuidados que se conocen en la larga tradición agrícola de nuestro entorno. La helada es la desaparición truncada de una buena campaña en el desarrollo de sus envíos y lo que ayuda y da importancia al trabajo de toda una campaña, cuando a lo peor, la anterior no se ha desarrollado conforme esperábamos. Porque la helada es la muerte de lo que estaba vivo y capaz de dar pie a una buena rendición de cuentas.

A más de ello, es la desaparición de la esperanza de ver por un cierto tiempo el espléndido color de los naranjos, de las manzanas, de las almendras, de las coles y de las alcachofas. Y más aún de todo lo que hace vivir a la tierra, que pierde su atractivo como se esperaba.

Sí, volvemos a decir, qué será del campo y de la propia vida si desaparece un día la Agricultura, con toda la pesadez de los mil y pico de trabajos que ella exige de las personas inclinados mirando solamente lo que tienen casi tocándole la nariz y tapándole la vista.

Porque la Agricultura es una de las mejores dádivas de la Naturaleza.

Comprar Revista Phytoma 219 - MAYO 2010