Esta primavera es, probablemente, la más esplendorosa de las que yo he conocido en toda mi vida. Los sembrados de trigo ofrecen una imagen que podría ser utilizada como el símbolo de la abundancia, y sobre ellos, en este día luminoso y cálido de mayo, todo un ejército de insectos; entre éstos observo las larvas brillantes, rechonchas y untuosas del coleóptero Lema melanopa, un insecto que se alimenta del parénquima de las hojas del trigo, y que con alguna frecuencia forma plagas sobre campos de este cereal y deja transparentes las hojas parasitadas.

La forma y la vida de algunos insectos son una fuente de reflexión, y Lema melanopa es una especie que puede tomarse como ejemplo de ello.

Una de las estrategias que utilizan algunas especies de animales para escapar de sus enemigos, sobrevivir y, consecuentemente, evolucionar, es ocultarse. Lemamelanopa se caracteriza por esa forma de supervivencia; sus larvas tienen el ano situado en la cara dorsal del abdomen, y sus excrementos se van depositando sobre el cuerpo, que poco a poco se cubre de ellos, consiguiendo repugnar a

muchos de sus enemigos.

También, el Homo sapiens ha utilizado el ocultamiento en su estrategia.

Hace unos 300 millones de años, los reptiles abandonaron parte de su vida acuática y comenzaron a vivir en la tierra. Ese cambio de comportamiento fue paralelo a numerosas transformaciones morfológicas y fisiológicas: la reproducción, que se hacía sin el contacto de machos y hembras, se convirtió en un ligamiento (cópula) de ambos, y con ello se consiguió un extraordinario ahorro energético; aunque para ello fue necesario que apareciera en el macho un tubo (pene) que éste introducía en la hembra por el ano, operación por la cual los espermatozoides podían ser instalados muy cerca de los óvulos.

Coincidente con la formación del pene, fue también la del clítoris en la hembra, órganos llenos de terminaciones sensoriales gracias a las cuales el macho y la hembra, en su emparejamiento reproductor, experimentan un extraordinario placer, sensación que invita al apareamiento. Algún tiempo después se formó la vagina en la hembra de los animales, y la función reproductora se separó de la excretora.

Pero en el género humano se iba a producir un cambio funcional único entre todas las especies vivas, transformación sobre la cual don Salvador de Madariaga escribió un lucidísimo ensayo ?Retrato de un hombre de pié?: al ponerse de pié, la vagina de la hembra sufre un ligero desplazamiento, y cuando la pareja se junta para hacer el amor, lo puede hacer de frente, se pueden mirar el uno al otro, y la pulsión derivada del placer sexual se dulcifica y se sublima.

Pero esa maravillosa adquisición comportaba un grandísimo riesgo: durante el coito, el macho y la hembra se sentían indefensos frente a sus depredadores.

El Homo sapiens comprobó que para el abrazo reproductor era absolutamente necesario esconderse.

El placer sexual es, según Freud, causa de lo que somos ?como personas? y del nivel de nuestra civilización; pero en el momento hiperconsumista actual, la mercantilización del sexo está produciendo una deriva que tiene como paradigma las aberraciones del Marqués de Sade, cuyo culmen es la coprofilia.

Tengo ante mí numerosas larvas de Lema melanopa que, cubiertas de sus propias deyecciones, se alimentan de hojas de trigo, seguras de que al estar refugiadas debajo de sus excrementos, no sufrirán el ataque de ningún depredador ?Se puede sentir repugnancia ante la táctica que este insecto ha elegido para sobrevivir, pero lo que no se le puede negar es originalidad?.

Hoy sabemos que la aparición de la sexualidad en los reptiles ha permitido que la civilización haya alcanzado su nivel actual; pero la evolución de los seres vivos no tiene por qué ser siempre positiva. ¿Conducirán las aberraciones sexuales de la sociedad actual que propugnaba Sade, a una pérdida de espiritualidad, y terminaremos cubiertos de mierda, como las larvas de Lema melanopa?

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