Sección: 25 años, 25 temas
Abstract: En el último cuarto de siglo se ha producido una tendencia generalizada de aceptación del concepto de Gestión Integrada de Plagas (GIP) que ha dado lugar a una ruptura con el paradigma del control químico en el que estábamos inmersos desde que finalizó la Segunda Guerra Mundial. En este periodo se han acumulado suficientes evidencias científicas que han revelado que el uso exclusivo y sistemático de moléculas orgánicas de síntesis química termina generando graves problemas (insectos resistentes, eliminación de enemigos naturales y emergencia de nuevas plagas, residuos tóxicos, etc.) que hacen que el control químico sea insostenible por sí solo. En respuesta a esta problemática, la comunidad científica ha reaccionado centrando su atención y esfuerzo en implementar otras metodologías, temporalmente más desatendidas, que convenientemente integradas pueden permitir un control de plagas efectivo, sostenible y compatible con la conservación de los ecosistemas. El control biológico (CB), que había sido olvidado a pesar de haber conseguido claros casos de éxito total o parcial, ha resurgido con enorme fuerza en sus distintas aproximaciones (introducción, conservación, inoculación e inundación) para convertirse en uno de los pilares que sustentan la GIP. Otra parte del CB, el control microbiano, se ha desarrollado tanto en sus fundamentos teóricos como prácticos después de la aparición, en 1959, del concepto de control integrado y hoy es una realidad que aporta soluciones eficaces, por sí solo o combinado con otros métodos, para determinadas plagas. Este despliegue del CB se ha visto favorecido por los importantes avances que se han producido en la cría artificial de insectos, la creación de empresas en la producción y comercialización de agentes de control biológico (ACB) y más recientemente por las disposiciones legislativas que fomentan la GIP.

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