Desde la llegada a la Región de Murcia en 1987 Frankliniella occidentalis ha sido una plaga principal del cultivo de la nectarina. Desplazó del sistema a las especies autóctonas y representó un problema adicional por: i) Las poblaciones que se dispersaron en los cultivos y flora espontánea eran insensibles a los insecticidas usados para el control de las especies autóctonas. ii) Su asociación a los frutos en los momentos previos a la maduración supuso un daño adicional y una dificultad su control por la proximidad de la recolección, que no suponían las especies autóctonas. Han transcurrido 30 años y se ha debido aprender a convivir con la plaga, resultando un problema el compatibilizar las medidas de control con la actividad de los polinizadores.

En el otoño de 1986 se detectó a Frankliniella occidentalis causando daños en cultivos ornamentales, de flor cortada y en hortalizas de los invernaderos de Almería. La llegada a Europa de esta especie de origen californiano se produjo, al parecer, tras dispersarse del área de origen por varios países, al amparo del comercio de material vegetal. De California o México se había dispersado a Canadá, Perú, Colombia, Hawai, Nueva Zelanda o Korea desde finales de los años cincuenta del pasado siglo. A Europa se estima que llegó a principios de los años ochenta (junto a Frankliniella shultzei), extendiéndose desde Holanda a Alemania, Bélgica, Suecia, Noruega, Reino Unido, Francia, Portugal, Italia, Grecia, Polonia, Dinamarca y España en el plazo de dos años. Poco más tardó en alcanzar a otros países europeos, del Norte de África y de Centro y Suramérica, donde algunos como Argentina o Brasil ya conocían a Frankliniella shultzei.

Según amplió el área de dispersión geográfica, Frankiliniella occidentalis fue aumentando la lista de hospedadores, fuera del lugar de origen, y la de los cultivos que lo sufren como plaga. Como indicador de la alta valencia ecológica (capacidad de adaptación a nuevos ecosistemas) de este insecto se pueden indicar su asociación a los cultivos industriales como el algodón o a los frutales (de hueso o pepita). En la Región de Murcia, ya en 1989 se advirtieron los primeros daños en los cultivos de nectarina de las comarcas costeras y al año siguiente en los de las zonas tradicionales del interior de la provincia. Por esas fechas ya se encontró en plantaciones de frutales de Andalucía y poco después del Valle del Ebro o de Extremadura. Poco después se había extendido por toda la Península Ibérica y se le podía encontrar hasta en los valles pirenaicos aragoneses.

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