Dice mi amigo Luis ‘el Cabrero’ que a las personas no las consideramos importantes por las ideas que proponen, o por las verdades o mentiras que nos cuentan, sino por una manera de hablar tan complicada que nadie las entienda. Esas personas son como hechiceros, y como en el fondo seguimos creyendo en las supersticiones, las reverenciamos. Esta es el comentario de mi amigo Luis a la entrevista de un científico que acaban de poner en TV.


Como casi siempre, la opinión de Luis coincide con la realidad, pero desde la socarronería, y quizá, con esta de hoy, podamos entender por qué las instituciones o empresas que utilizan muchas palabras exclusivas de su actividad son entidades consideradas importantes, ejemplo de lo cual podría ser la medicina, salvando su extraordinario nivel científico y su absoluta imprescindibilidad. En un curso de humanidades médicas que se acaba de celebrar, uno de los profesores afirmaba: “No hay medicina sin palabras”, y para confirmar la importancia de la misma proseguía: “En el primer año de carrera, los estudiantes de medicina aprendemos unas cinco mil palabras de anatomía, fisiología, biofísica, bioquímica, biología celular, histología, etcétera”.

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