El impacto de la pandemia provocada por la COVID-19 ha golpeado a todos los sectores de actividad en todos los países del mundo. El sector agroalimentario no ha sido ajeno a ello, teniendo que hacer frente no solo a su posición de sector estratégico y esencial, sino también, y en un corto periodo de tiempo, a los cambios de patrones de consumo generados antes y durante el confinamiento de la población. Además, las medidas incluidas en las políticas diseñadas para hacer frente a este fenómeno implicaron el incremento de las exigencias de salud alimentaria del sector y dieron paso a restricciones a las exportaciones. Todo esto, en conjunto, afectó los flujos de comercio de los productos agroalimentarios. Sin embargo, la respuesta del sector, a lo largo de toda la cadena de valor, ha sido rápida y con una mejor reacción en comparación a otras actividades económicas, mostrando un mayor nivel de resiliencia.


La Organización Mundial de Comercio (OMC) reporta un incremento mundial de las exportaciones agroalimentarias en el mes de marzo de 2020 respecto al mismo periodo del año anterior y una posterior ralentización en el corto plazo. España también presenta este patrón mundial con un valor exportado en marzo de 2020 de 4.925 millones de euros, máximo histórico, lo que supone un 12% superior al de hace un año, la tasa de crecimiento interanual más alta de los últimos tres años (Grafico 1). Este incremento inicial de las exportaciones responde en gran medida al aumento de la demanda de productos de consumo al por menor por parte de la población en respuesta al pánico e incertidumbre, así como al cambio en los patrones de consumo, como consecuencia de la ausencia de la restauración y el incremento paralelo de consumo en los hogares. Si bien, en abril de 2020, las exportaciones continúan creciendo a un menor ritmo (5,1%), para luego caer un 6,6% en mayo y recuperar en los meses posteriores.

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