En esta comunicación se presenta la biodesinfección del suelo desde dos enfoques. Uno, referente a la necesidad que se ha generado con la prohibición de desinfectantes del suelo, como metan-sodio y bromuro de metilo, por citar los que fueron utilizados durante decenios, quedando para usos extraordinarios el 1-3 dicloropropeno y el 1-3 dicloropropeno+cloropicrina. Su autorización extraordinaria impone para ser concedida aspectos cada vez más exigentes. Entre otros: analítica microbiológica del suelo a fumigar que justifique la aplicación, fechas de uso, condiciones de aplicación, cultivos en los que podrán utilizarse, características de las empresas aplicadoras y un largo etcétera. Dichas autorizaciones deben ser solicitadas, anualmente, por la autoridad competente de la Comunidad Autónoma a la Dirección General de la Sanidad de la Producción Agraria (Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación). El segundo enfoque hace referencia a la gestión de los restos de cosecha. Es decir, transformar los restos vegetales en un subproducto, lo cual se contempla en la actualidad dentro de la denominada Economía Circular. Un ejemplo ilustrativo lo brinda los 1.9 millones de toneladas de restos vegetales que anualmente se generan en Almería. Esta situación motivó un ‘barrido cero’ del campo. En la actualidad está establecida la obligación de la retirada de los restos vegetales que financia el agricultor. Sin embargo, la gestión de los restos de cosecha no es fácil y está sin resolver completamente. La biodesinfección proporciona una alternativa para la autogestión de los residuos vegetales.

Mi primera relación con la gestión de restos vegetales generados por la horticultura almeriense ocurrió en 1993. El Ayuntamiento de El Ejido (Almería) preparaba una normativa municipal para mantener el campo limpio y solicitó mi participación. Mi colaboración se focalizó en sugerir que la utilización de los restos vegetales de los diferentes cultivos como composta para añadir el suelo, precisaba una experimentación, tendente a conocer cómo se comportaban los diferentes microorganismos fitopatógenos que podrían haberse desarrollado sobre las plantas (hongos, bacterias, virus, nematodos, etc.). En aquel tiempo se encontró una bibliografía muy escasa que respondiese a la pregunta: ¿el compostado eliminaba la expresión de los posibles fitopatógenos? En el centro del IFAPA (Instituto de Formación Agraria Pesquera y Alimentaria) de La Mojonera se desarrolló una tesis doctoral bajo la tutela del Dr. Gómez Vázquez. Los resultados fueron muy llamativos. El compostado aerobio mostró que en las pilas de compostado dejaban de expresarse analíticamente: Fusarium oxysporum f.sp. lycopersici (patógeno del tomate), F. oxysporum f.sp. melonis (patógeno del melón), Pythium aphanidermatum (patógeno de diferentes especies hortícolas), Thielaviopsis basicola (patógeno de diferentes especies hortícolas), Olpidium radicale (transmisor del virus del cribado, MNSV, en melón y sandía), virus del moteado suave del pimiento (PMMV) y virus del cribado (MNSV), causante del colapso del melón y de la sandía. (Aguilar Pérez, 2002).

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