En la década de los años 70 del siglo pasado las enfermedades producidas por virus y viroides eran el principal problema de la citricultura. La tristeza causaba estragos, no podía usarse el naranjo amargo como patrón y el resto de patógenos causaban daños de hasta el 25% de la producción e impedían la utilización de los patrones tolerantes a tristeza con mejor comportamiento agronómico. Para resolver esta situación se inició en 1975 el Programa de Mejora Sanitaria de Variedades de Cítricos basado en la entonces nueva técnica del microinjerto de ápices caulinares in vitro. El Programa ha permitido obtener más de 750 variedades sanas que los viveros han usado para producir más de 160 millones de plantones certificados que han permitido la reconversión total de la citricultura. Actualmente la sanidad de la citricultura es excelente y las virosis no causan daños. El programa está basado desde sus inicios en la colaboración entre la investigación (INIA, IVIA), las administraciones reguladoras (Gobierno de España, CC.AA. y UE) y las empresas. Actualmente las instituciones de investigación no apoyan suficientemente el Programa, esencialmente por la escasa dotación de personal estable, las administraciones reguladoras están cada vez más burocratizadas y en ocasiones imponen normas que disminuyen su eficiencia, mientras que las empresas apoyan constantemente el programa. Las perspectivas futuras para el mantenimiento del programa de forma eficiente y sostenible a largo plazo son preocupantes.

La citricultura española ha estado fuertemente condicionada por las enfermedades causadas por virus y viroides. A principios del siglo XX la citricultura estaba en expansión y se obtenían elevados beneficios de la exportación. Prácticamente todos los árboles estaban injertados sobre naranjo amargo, que tiene un excelente comportamiento agronómico, pero las variedades no eran de buena calidad. En ese contexto, en el periodo 1910-1930 se importaron nuevas variedades de más calidad y mejor adaptadas a las demandas de los mercados, que se usaron tanto en nuevas plantaciones como en la sustitución de viejas variedades por sobreinjerto. Estas importaciones se realizaron sin controles sanitarios, entre otras razones porque en esa época se desconocía la presencia en cítricos de enfermedades causadas por virus y otros patógenos transmisibles por injerto. Existen fundadas evidencias que indican que muchas de las variedades importadas estaban infectadas por tristeza y otros patógenos que se extendieron por todo el país.
En 1956 se observaron las primeras muertes de árboles causadas por el virus de la tristeza de los cítricos (CTV), que se transmite por pulgones y causa la muerte de naranjos y mandarinos injertados sobre naranjo amargo. La enfermedad se difundió rápidamente y causó la muerte de más de 44 millones de árboles. A finales de la década de los años 60 la superficie de cítricos era de unas 210.000 Ha. y la exportación era la principal fuente de divisas del país. La amenaza de un grave desastre socioeconómico causado por CTV era tan alta que el Gobierno estableció normativas muy severas para intentar paliar los daños producidos por el virus. Se prohibió la utilización del naranjo amargo en nuevas plantaciones para sustituirlo por patrones tolerantes a CTV y se reguló de forma muy estricta la propagación de plantas en los viveros, lo que ocasionó una drástica reducción de los mismos desde varios miles a solo nueve.
Los primeros trabajos de prospección y diagnóstico de patógenos mostraron que, además de la tristeza, existían otras enfermedades causadas por virus y viroides ampliamente difundidas que afectaban a todas las variedades cultivadas. Trabajos posteriores mas detallados demostraron que al menos 17 virus y viroides distintos estaban presentes en nuestra citricultura. Además, todos los árboles analizados estaban infectados por algún patógeno y en muchos casos cuatro o más patógenos infectaban el mismo árbol, en gran parte como consecuencia de la práctica habitual del sobreinjerto con material infectado para cambios de variedad. Se estimó que aparte de los daños de la tristeza, estos patógenos causaban pérdidas estimadas entre el 10% y el 25% de la producción según el grado de afección.

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