Actualmente, la ciudad de Valencia vive con ilusión y esperanza la oportunidad de ser reconocida como Capital Verde Europea en el año 2024. Más allá del reconocimiento en sí mismo, al trabajo hecho hasta ahora y a la propia condición natural de la ciudad, este título supone una oportunidad de consolidar un modelo de ciudad y una estrategia a largo plazo a la que Valencia no puede ni debe renunciar.


Es indiscutible, y así es reconocido por toda la ciudadanía, el valor de los grandes parques urbanos y zonas verdes como una dotación imprescindible de las ciudades, por su vínculo con la salud, con los espacios de juego, de vida activa, de socialización y con la vida comunitaria. Un gran ejemplo en nuestra ciudad es el Jardín del Turia, el parque más reconocible de nuestra ciudad, y un caso singular de recuperación de espacio verde para las personas, que hoy es centro y referencia de la vida urbana de la ciudad.
Pero no sólo hay que reconocer este valor social de las dotaciones verdes urbanas. En el contexto actual de crisis climática y energética, la infraestructura verde urbana se nos presenta como una herramienta fundamental para mitigar sus efectos sobre la vida, la salud y la economía de las personas. Esta es una cuestión de alcance global, en la que València no es una excepción.

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