La mosca del olivo, Bactrocera oleae Rossi, es la principal plaga del olivo en la región Mediterránea, provocando, en la mayoría de los años, importantes pérdidas económicas a los olivicultores. En la olivicultura sostenible, una adecuada estrategia de protección frente a una plaga debe basarse en un conjunto de medidas indirectas con acción sobre la dinámica poblacional del insecto, como por ejemplo, la puesta en marcha de medidas que favorezcan la biodiversidad y la acción de sus enemigos naturales, eligiendo cultivares con menor susceptibilidad, cosechando los frutos en los momentos más apropiados. También se basa en sistemas efectivos de vigilancia y alerta como herramienta fundamental para la toma de decisiones, y en la elección de los medios de protección más adecuados para cada una de las situaciones. En este último punto, destacamos la posibilidad del uso de parasitoides y las técnicas de captura masiva y atracción y muerte, utilizando trampas específicas, con el objetivo de atraer y capturar adultos mediante diferentes estímulos (visuales, alimenticios). Las posibilidades que ofrece la aplicación de caolín o caolín en combinación con spinosad, y el uso de hongos entomopatógenos aplicados en el suelo. Este artículo destaca los últimos avances en cada uno de los temas para una adecuada estrategia de control contra la mosca del olivo.

El olivo tiene un número considerable de enemigos. Entre ellos, se destacan la mosca y la polilla, en las plagas, y el repilo y la tuberculosis, en las enfermedades, que pueden causar daños considerables. La protección del cultivo contra estos enemigos se ha basado tradicionalmente en el uso de medios químicos de control. Sin embargo, el uso generalizado de productos fitosanitarios genera varios problemas, tanto de naturaleza ambiental como de salud pública, que deben ser abordados.
Recientemente, en el marco de estrategias como el Pacto Verde Europeo, ‘De la granja a la mesa’ y Estrategia Biodiversidad 2030, la Comisión Europea ha establecido retos cruciales para la agricultura en las próximas décadas, como forma de tornar la producción de alimentos más sostenible, asegurando el respeto por los valores económicos, sociales y medioambientales. En este contexto, la Directiva 2009/128/CE y el nuevo reglamento europeo sobre el uso sostenible de productos fitosanitarios también juegan un papel fundamental, con el objetivo de reducir el uso de productos fitosanitarios en un 50% en 2030, estableciendo un marco de actuación para el uso sostenible de plaguicidas, reduciendo los riesgos y efectos de su aplicación sobre la salud humana y el medio ambiente, fomentando la gestión integrada de plagas en modos de producción sostenible.

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