El olivo y su microbioma asociado constituyen un meta-organismo. La miríada de microorganismos que habitan en su interior o colonizando la superficie de sus tejidos aéreos y subterráneos forman una compleja comunidad que influye decisivamente en el crecimiento, desarrollo, salud, productividad y capacidad del árbol para confrontar situaciones adversas. La tolerancia del olivo a estreses de diversa índole puede y debe estudiarse desde una perspectiva holística, considerando al árbol como un holobionte, es decir, como la suma del organismo vegetal y de su microbiota asociada. El conocimiento profundo de la estructura, composición y funcionamiento de estas comunidades microbianas, así como de las interacciones que se establecen entre sus componentes y entre estos y el huésped, utilizando las potentes herramientas ómicas existentes, puede abrir novedosas líneas de investigación en programas de mejora frente a estreses y en el diseño de estrategias de control biológico y manejo integrado de enfermedades.

El olivar está expuesto a numerosos estreses bióticos (p. ej. ataques de artrópodos, nematodos y microorganismos patógenos) y abióticos (p. ej. alteraciones climáticas, salinidad, escasez de agua, etc.). Enfermedades y plagas tradicionales o emergentes amenazan el cultivo, con importancia variable y dependiente de diversos factores ambientales, climáticos y pedológicos, o de inadecuados manejos agronómicos. El incremento en los ataques de ciertas enfermedades y plagas puede ser consecuencia de cambios introducidos en la moderna olivicultura, si bien son prácticamente inexistentes los estudios sobre el impacto que innovaciones como la implantación de olivares de muy alta densidad puede tener sobre la incidencia y severidad de enfermedades y plagas (Rallo y col., 2013).

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