El Tribunal General de la Unión Europea ha confirmado la validez de las restricciones impuestas en 2013 al uso de los insecticidas Imidacloprid, clotianidina y tiametoxam, desestimando los recursos interpuestos por los dos fabricantes, Bayer y Syngenta, contra esta medida. Por el contrario, el tribunal ha estimado parcialmente un recurso de BASF y ha anulado las medidas que restringen el uso del plaguicida fipronil, puesto que se impusieron sin la pertinente evaluación previa de su impacto.

El mes pasado, los países miembros votaron a favor de prohibir definitivamente el uso al aire libre de los tres insectos neonicotinoides por el riesgo que supone para las abejas silvestres y melíferas, apoyándose en el informe emitido por la EFSA (Agencia de Seguridad Alimentaria Europea), que concluye que estos productos representan un riesgo para las abejas y otros polinizadores. Dentro de la Unión Europea, su uso queda restringido a cultivos en invernaderos.

Carlos Palomar, director general de AEPLA, la asociación que en España representa a los fabricantes de fitosanitarios, calificó la decisión de “desproporcionada y muy desafortunada”. Desde el ámbito científico también han surgido voces discrepantes contra esta decisión. Alberto Fereres, entomólogo y profesor de investigación del Instituto de Investigación de Ciencias Agrarias ICA-CSIC, considera esta prohibición algo “precipitada”, a la luz de los estudios sobre los efectos colaterales en polinizadores, que no son aún definitivos. “No tiene base científica ni es recomendable prohibir los neonicotinoides, al menos no de forma taxativa en todos los cultivos”. Fereres no entiende que, por ejemplo, se prohíban en un campo de lechugas, donde no hay flores y, por tanto, no va a tener repercusión en las abejas. “Si nos quedamos sin insecticidas, los agricultores europeos se van a quedar sin herramientas para frenar las plagas, y las consecuencias pueden ser mucho peores que los daños colaterales sobre los polinizadores”, advierte.

Por su parte, Elisa Viñuela, catedrática de Entomología Agrícola de la Universidad Politécnica de Madrid, ha investigado la conservación de polinizadores en la agricultura a través del establecimiento de márgenes florales en los cultivos. Respeta los informes de la EFSA que apuntan al riesgo alto para las abejas del uso de estos insecticidas, aunque matiza que la mayoría de la información disponible se refiere a efectos en la abeja melífera. "Conocemos cada vez más la importancia de las abejas solitarias en la polinización de los cultivos, pero hay pocos estudios que hayan determinado el riesgo de los productos fitosanitarios en ellas. Que tienen efectos es evidente, pero lo difícil de determinar su importancia”. Viñuela admite que la agricultura europea se está quedando sin recursos fitosanitarios. “El control biológico funciona muy bien en invernadero, pero no en cultivos al aire libre. Con una lista cada vez más corta de insecticidas disponibles, ¿qué se puede hacer?”, se pregunta.

Recientemente, se publicó en la revista científica Chemosphere el estudio ‘Viabilidad de colonias de abejas melíferas expuestas a girasoles nacidos de semillas tratadas con los neonicotinoides tiametoxam y clotianidina’, llevado a cabo por el Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA) y las universidades de Córdoba y de Almería, según el cual no se han encontrado diferencias significativas entre colonias de abejas expuestas a girasoles tratados con neonicotinoides y aquellas no expuestas a estos tratamientos.