Los efectos del cambio climático en la evolución de las plagas y la incidencia de las enfermedades fue un tema recurrente en gran parte de las ponencias y mesas redondas que configuraron la segunda edición de AgroMurcia, que además reunió en una mesa de debate a responsables de Sanidad Vegetal para analizar este fenómeno global y la falta de materias activas disponibles, una combinación que complica la gestión de muchos problemas fitosanitarios.
AgroMurcia reunió a Telesforo García, Vicente Dalmau y Guadalupe Espárrago, jefes de los Servicios de Sanidad Vegetal en la Región de Murcia, la Comunidad Valenciana y Extremadura respectivamente, y a Marta López Serra, jefa de Sección de Sanidad Vegetal de las Islas Baleares.
“El cambio climático es uno de los mayores retos para la agricultura del siglo XXI. Sus efectos se reflejan en el aumento de temperaturas, veranos más largos e inviernos menos fríos, lo que altera los ciclos biológicos de las plagas y favorece su proliferación. Además, la escasez de precipitaciones en nuestra región afecta especialmente a los cultivos de secano, reduciendo su productividad y forzando el abandono de explotaciones”, reconoció Telesforo García.
“Tenemos ejemplos de cómo el incremento de las temperaturas está afectando a la distribución y dinámica de las plagas existentes. Así, vemos cómo cada año es necesario proteger determinadas variedades de cítricos de final o de media campaña que antes escapaban a los ataques de la mosca del mediterráneo de la fruta. La llegada de las bajas temperaturas, y su mantenimiento durante temporadas más prolongadas, mantenía las poblaciones de la plaga en niveles más bajos que no producían daños en estas variedades de cítricos”, explicó Dalmau, que ha constatado que el descenso de la población de Ceratitis capitata al inicio del invierno (diciembre y enero) se ha retrasado entre dos y tres semanas entre los periodos 2008-2010 y 2022-2024. Del mismo modo, en estos mismos años, la subida de las poblaciones en primavera (de mediados de abril a mediados de junio) se ha adelantado entre una y dos semanas.
Otro ejemplo es el del cucat o barrenador del arroz, Chilo suppressalis. Según las capturas medias en 51 trampas con atrayentes distribuidas por los arrozales de la Comunidad Valenciana en 2018 y 2024 bajo confusión sexual, se observa unas dos semanas de adelanto y picos más altos en 2024 respecto a 2018. Además, “los difusores expuestos a condiciones más extremas en 2024 pueden ver acortada su vida útil y empeorar los resultados de la técnica, ya que agotan la emisión de feromona de forma prematura” explicó Dalmau.
Uno de los efectos del cambio climático es el incremento en las temperaturas medias, con inviernos más cortos y cálidos, que provocan alteraciones en las dinámicas y en los ciclos biológicos de las plagas
El almendro ha experimentado una importante transformación agronómica en las últimas décadas causada fundamentalmente por la tecnificación del cultivo (incorporación de variedades tardías más productivas, sistemas de producción intensiva, mecanización, etc.), lo que ha originado un importante aumento de la superficie dedicada a este fruto seco en España. Sin embargo, en los últimos años están apareciendo nuevos retos y amenazas fitosanitarias relacionados fundamentalmente con el cambio climático, la sensibilidad varietal, las restricciones de fitosanitarios y los nuevos sistemas de producción en ecológico, que “ponen en riesgo la sostenibilidad y rentabilidad de este cultivo tradicional y de alto valor económico, social y paisajístico del sureste español”, según Modesto del Pino, del IMIDA. En su intervención en AgroMurcia, destacó la expansión de plagas tan peligrosas como la avispilla (Eurytoma amygdali) y la emergencia de algunas plagas consideradas habitualmente secundarias, como el tigre (Monosteria unicostata), la araña parda (Bryobia rubriocolus), el pulgón negro de la madera (Pterochloroides persicae) y el chinche (Solenostethium lynceum), que “se han convertido en una gran preocupación para el sector debido a los daños y pérdidas de producción que ocasionan”.
Uno de los efectos del cambio climático es el incremento en las temperaturas medias, con inviernos más cortos y cálidos, que provocan alteraciones en las dinámicas y en los ciclos biológicos de las plagas, lo que está influyendo significativamente en la presión y los daños que provocan algunas de ellas sobre las plantaciones. “En el caso del tigre del almendro, los inviernos más cortos y cálidos están permitiendo una mayor tasa de supervivencia invernal, junto a un mayor número de generaciones anuales, lo que provoca incrementos poblacionales exponenciales a principios de verano con consecuencias nefastas para el cultivo, y que fueron especialmente graves en el año 2022 en parcelas con producción ecológica”, recordó Del Pino, para quien es necesario “estudiar la nueva realidad fitosanitaria del cultivo, y rediseñar los programas de manejo actuales, adaptándolos a las diferentes zonas geográficas y condiciones de cultivo, con el fin de mantener la sostenibilidad y rentabilidad de las plantaciones de almendro”.
“El cambio climático, unido a la circulación de material vegetal por todo el mundo, ha facilitado la llegada de nuevos insectos vectores de enfermedades de plantas que constituyen una gran amenaza para la agricultura mediterránea”, señaló Alberto Fereres, profesor de investigación del Instituto de Investigación de Ciencias Agrarias del CSIC, que habló en AgroMurcia de la problemática de los insectos como vectores de virosis y bacteriosis en la agricultura mediterránea.