El Servicio de Sanidad Vegetal andaluz ha instado a los olivicultores a realizar un seguimiento continuo de la curva de vuelo de Euzophera pinguis, el abichado del olivo, para evitar daños en el cultivo. Sobre todo, pide prestar especial atención a su incidencia en plantaciones jóvenes, menores de ocho años, ya que puede provocar un retraso significativo en su desarrollo vegetativo y causar la desecación de las plantas.
Los daños del abichado del olivo los provoca la larva, que excava una galería alrededor del perímetro de las ramas afectadas. Cuando el ataque es numeroso, puede llegar a secar dicha rama. Los síntomas característicos que presentan los olivos tras el ataque incluyen un debilitamiento de las ramas afectadas, acompañado de defoliaciones parciales. En muchos casos, al aplicar una ligera presión sobre la rama dañada, esta cede y se desprende con facilidad. En la base de las ramas afectadas pueden observarse abultamientos en la corteza, acompañados de grietas y excrementos producidos por las larvas durante su proceso de alimentación.
No existe un umbral de intervención con fitosanitarios claramente establecido. Sanidad Vegetal aconseja su aplicación cuando se observe un descenso en la curva de vuelo de adultos, y únicamente cuando se detecten ramas afectadas por la actividad larvaria.
Respecto al control biológico, el abichado presenta parasitismo por parte de himenópteros como Iconella myelolenta y Phanerotoma ocularis, especies que se encuentran de forma natural en el olivar. Estos parásitos pueden llegar a ejercer un control sobre las larvas superior al 50%.
En el olivar, la presencia de E. pinguis es constante durante todo el año en sus distintos estados biológicos de desarrollo. Los adultos comienzan a aumentar su presencia a partir de marzo, en función de las condiciones climáticas, que son las que determinan su actividad. La población alcanza su máximo entre finales de abril y principios de mayo (según la zona y las condiciones ambientales), para luego descender y prácticamente desaparecer durante los meses estivales. A finales de verano y comienzos de otoño, aumentan de nuevo las poblaciones. Es el conocido como vuelo de otoño, que presenta una menor intensidad en comparación con el de primavera.
El adulto prefiere realizar las puestas en lugares protegidos como grietas en la corteza, uniones de las ramas con el tronco, heridas de poda o causadas por aperos, aperturas de la corteza originadas por el brote de yemas latentes, uniones de injertos, la base del tronco en olivos jóvenes, e incluso en zonas donde existen galerías y restos de serrín de generaciones anteriores.