Profesor de Investigación del CSIC en el Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas (IBMCP), José Pío Beltrán (Tenerife, 1949) es una referencia en biología reproductiva y biotecnología de plantas. Ahora que la Comisión Europea ha anunciado su intención de revisar el marco jurídico sobre las nuevas técnicas de edición genética de plantas, equiparadas a los organismos modificados genéticamente, el profesor Beltrán defiende que sistemas como el CRISPR pueden convertirse en grandes aliadas para lograr una agricultura más sostenible.

José Pío Beltrán ilustra con una anécdota el impacto que podría tener la edición genómica en la agricultura mundial. Paseando por la huerta valenciana, descubrió una parcela de naranjos ‘Navel chocolate’, una mutación espontánea cuyo valor en el mercado es muy superior a otras variedades por su dulzura y sabor. Aplicando técnicas de edición genómica, “en estos momentos estaríamos en condiciones de poder convertir cualquier variedad de naranja o mandarina en naranja o mandarina chocolate”. Y si no lo hacemos nosotros, advierte el científico, “lo harán otros países competidores”, sin que además se pueda saber con certeza si ha sido por mutación espontánea o mutagénesis dirigida.

En la última década, han aparecido nuevas técnicas de edición genómica, como el CRISPR, capaces de modificar características de los cultivos, como la productividad o la resistencia y tolerancia frente a sequía, altas temperaturas y enfermedades, manteniendo el resto del genoma intacto. Estos avances científicos ya han alumbrado tomates resistentes a oídio, maíz tolerante a la sequía, trigo con bajos niveles de gluten, aceite de soja que elimina las grasas trans, champiñones que retrasan su ennegrecimiento y otros muchos hallazgos. Sin embargo, en la Unión Europea se le aplica el mismo marco jurídico que a los trangénicos: la Directiva 2001/18. Esta situación podría cambiar, ya que tras la publicación de un reciente estudio, la Comisión está dispuesta a debatir el diseño de un nuevo marco jurídico para estas biotecnologías.

¿En qué se diferencian las técnicas de edición genómica de los programas de mejora genética tradicionales?

Hasta ahora, la base de la mejora genética ha sido una serie de procesos dirigidos por el mejorador, pero con un componente de azar muy importante. Con las técnicas de edición genómica, ese componente se reduce en gran medida. La principal novedad es la especificidad: poder decidir qué punto del genoma es modificado. Son técnicas muy precisas que permiten la modificación de la expresión de genes concretos en lugares concretos del genoma. Al hacer mutagénesis dirigida, nos podemos librar de los caracteres indeseados que arrastran las combinaciones de genes al azar y no podemos separar. Además, lo hacemos en una sola etapa, lo que permite acortar muchos tiempos trabajando sobre variedades mejoradas.

¿Acelera los programas de mejora genética?

Por mejora vegetal tradicional, poner encima de la mesa una variedad nueva puede costar diez o doce años; con las nuevas técnicas, podemos hacerlo en dos a cuatro años. En todos los ámbitos, se están produciendo unos descubrimientos muy impactantes a muy corto plazo y deberíamos poder ajustar la regulación. Juzgar las cosas por lo que son, no por cómo se han obtenido.

¿Hay un conocimiento suficiente sobre estás técnicas en la sociedad?

Un error que estamos cometiendo en comunicación sobre la edición genómica es no distinguir las muchas cosas diferentes que se pueden hacer con ella, lo que puede confundir al público en general. Se puede modificar un gen concreto, como pasa en la naturaleza al azar, aunque también podría hacer un transgénico, pero introduciendo el gen en un sitio concreto del genoma, cosa que antes no se podía hacer. Estaríamos haciendo igualmente transgénicos, pero con una tecnología más precisa y avanzada. Si no lo sabemos distinguir y metemos toda la edición genómica en el mismo saco, me temo que vamos a tener que esperar muchos años para que se puedan utilizar.

Desde el punto de vista científico, ¿está justificado que la UE aplique a estas técnicas la misma legislación que a los organismos modificados genéticamente?

El caso de la edición genómica pone de manifiesto con mucha claridad que hay que reconsiderar la Directiva 2001/18, porque nadie había previsto que pudiera aparecer una tecnología con esa variabilidad de usos. Toma unas medidas de precaución adecuadas al momento, pero excesivas con perspectivas de futuro.

¿Es optimista respecto a la decisión de la Comisión de revisar el marco jurídico?

Mi optimismo se fundamenta en la razón. Hay que ser conscientes de que la Unión Europea no es el mundo; importa hasta un 25% de los alimentos que necesita. Cuando uno observa lo que está pasando con la edición genómica a nivel global, resulta que grandes países que colaboran y compiten con nosotros en la producción de alimentos, lo tratan de una manera completamente diferente. De hecho, claramente distinguen lo que supone introducir genes de hacer mutagénesis. Hay países, como Estados Unidos o Japón, que ya han aprobado la comercialización de productos de edición genómica. Sería estupendo que este tema fuera racional, intelectual, pero en la Unión Europea estas cuestiones se mezclan con las emociones. Y esas emociones se reflejan en los cuerpos políticos y reguladores de los países. Pero, por encima de las emociones, para algunos casos de edición genómica estos argumentos se tienen que imponer, incluso a corto plazo.

¿Qué puede aportar la edición genómica a la sanidad de cultivos?

Llevamos muy poco tiempo pero los logros son espectaculares. Lo que aparece en las publicaciones científicas es solo la punta del iceberg de lo que está pasando. Se han desarrollado plantas de cacao resistentes a Phytophtora, naranjas y pomelos que resisten la cancrosis, trigos a mildiu, patatas resistentes al virus PVY… Es esperable que muy pronto tengamos encima de la mesa variedades resistentes a los principales patógenos. Esto implica una disminución de productos fitosanitarios y aumentos en la productividad por eliminación de las pérdidas, lo que se alinea perfectamente con los objetivos del Green Deal (Pacto Verde Europeo). Esto deberá pesar en el análisis que hagan los reguladores.

¿Son realistas los objetivos de la estrategia europea ‘De la granja a la mesa’?

Son buenistas, un buen desiderátum. Estaría muy bien que pudiéramos prescindir de los fitosanitarios, pero lo que hay que darle a nuestros agricultores son alternativas y herramientas viables que permitan sustituir estas sustancias. Para eso hace falta ciencia y tecnología. Y ahí pueden jugar un papel técnicas como la edición genómica, que permiten hacer avances de una manera más rápida y mucho más segura. También hay que ser capaces de digitalizar mucho más y utilizar agricultura de precisión. La mejora genética, y la edición genómica como parte de ella, debe ser el principal aliado del Green Deal, pero no es suficiente: hacen falta muchas otras cosas.

¿Se puede incrementar la producción ecológica, como propone esta estrategia, y garantizar la sostenibilidad de la agricultura europea?

Las técnicas de agricultura ecológica parecen más respetuosas con el medio ambiente, pero me tienen que convencer de que puedo conseguir las mismas productividades que con la agricultura industrializada. Para compensar, tendríamos que utilizar más territorio.

¿Cuál es la clave de la agricultura sostenible?

Reducir el impacto medioambiental de la agricultura industrializada, producir más alimentos en la menor superficie y utilizando menos insumos. Producir más utilizando menos, y eso solo puede venir de la mano de la ciencia y la tecnología.

¿Qué opina de los cultivos transgénicos, aceptados en otras regiones pero  rechazados en Europa?

Los cultivos transgénicos se producen en el ámbito de una agricultura industrializada, que tiene las luces de dar de comer a más de 7.000 millones de personas y las sombras de que impacta mucho en el medio ambiente. Llevamos veinte años consumiéndolos y está por llegar el primer caso demostrado de daño para la salud por consumo de alimentos transgénicos y tampoco hay descrito ningún daño medioambiental diferente de aquellos que ya provoca la agricultura tradicional. Me parece una gran hipocresía que la UE no permita cultivar soja transgénica pero se importe masivamente para alimentar nuestro ganado.