Decía Picasso que sus cuadros no eran buenos por las pinceladas que tenían, sino por las que no tenían.

El profesor Rafael Laborda Cenjor, doctor ingeniero en Agronomía y Ciencias Forestales por la Universidad Politécnico de Valencia, era un profesor un poco diferente, porque no tenía muchas cosas.

No le importaba mucho su currículum, pero le importaban mucho sus alumnos.

No le importaban mucho los congresos, pero escuchaba a todos los agricultores y a todos los amigos.

No le importaba mucho su sueldo, pero siempre estaba apoyando a ONGs Solidarias.

No daba importancia al nivel de sus alumnos, por eso inventaba prácticas para niños y mayores.

No era engreído, pero hablaba con pasión de su hija y de María José, su mujer.

No desatendía la llamada de ningún agricultor, pero mantenía un celo profesional permanente por mejorar sus clases cada año.

Lo invité varios años a dar clases en el Master de Agroecología de la Universidad de la Laguna, y en tan poco tiempo se ganó el respeto y el cariño de alumnos y profesores.

Su tesis doctoral recogía parte de su vida y su visión cuando se atrevió a decir  sin tapujos que “un nisperero en medio de un campo de naranjos equivalía a eliminar al menos un tratamiento”.

Pude despedirme de él unos meses antes de su muerte y pude besarlo, mientras su hija lo acariciaba y su mujer se mantenía con una fortaleza envidiable haciéndole comentarios divertidos. Al salir a despedirme de María José, comprobé la fortaleza de esa gran mujer con un abrazo infinito envuelto en lágrimas de dolor.

Como amigo, era un amigo fiel, pero además, como decía Machado, era “en el buen sentido de la palabra, bueno”.

Te enviaremos al lugar donde te encuentras oribatidos, colémbolos y gamasidos, etc… para que te entretengas mientras nos reencontramos. Mientras tanto, descansa en paz amigo.

José Luis Porcuna

Fundación Instituto de Agroecología y Sostenibilidad (FIAES). Cátedra de Agroecología “Antonio Bello”. Universidad de La Laguna (Tenerife).