La respuesta del sector agroalimentario español al impacto de la pandemia ha sido rápida y con una mejor reacción en comparación a otras actividades económicas, mostrando un mayor nivel de resiliencia. Por Jimena Salamanca, economista del Ivie.

El impacto de la pandemia provocada por la COVID-19 ha golpeado a todos los sectores de actividad en todos los países del mundo. El sector agroalimentario no ha sido ajeno a ello, teniendo que hacer frente no solo a su posición de sector estratégico y esencial, sino también, y en un corto periodo de tiempo, a los cambios de patrones de consumo generados antes y durante el confinamiento de la población. Además, las medidas incluidas en las políticas diseñadas para hacer frente a este fenómeno implicaron el incremento de las exigencias de salud alimentaria del sector y dieron paso a restricciones a las exportaciones. Todo esto, en conjunto, afectó los flujos de comercio de los productos agroalimentarios. Sin embargo, la respuesta del sector, a lo largo de toda la cadena de valor, ha sido rápida y con una mejor reacción en comparación a otras actividades económicas, mostrando un mayor nivel de resiliencia. 

La Organización Mundial de Comercio (OMC) reporta un incremento mundial de las exportaciones agroalimentarias en el mes de marzo de 2020 respecto al mismo periodo del año anterior y una posterior ralentización en el corto plazo. España también presenta este patrón mundial con un valor exportado en marzo de 2020 de 4.925 millones de euros, máximo histórico, lo que supone un 12% superior al de hace un año, la tasa de crecimiento interanual más alta de los últimos tres años. Este incremento inicial de las exportaciones responde en gran medida al aumento de la demanda de productos de consumo al por menor por parte de la población en respuesta al pánico e incertidumbre, así como al cambio en los patrones de consumo, como consecuencia de la ausencia de la restauración y el incremento paralelo de consumo en los hogares. Si bien, las exportaciones continúan creciendo en abril de 2020, lo hacen a un menor ritmo (5,1%), cayendo un 6,6% en mayo, para luego recuperar en los meses posteriores.

Detrás del incremento de las exportaciones agroalimentarias españolas está la mayor demanda externa de casi todos los productos agroalimentarios. Sin embargo, son las exportaciones de cereales (47%), de conservas de carne y pescado (45,2%), de carne y despojos comestibles (36,8%) y de preparaciones alimenticias diversas (22,7%) las que más han crecido respecto al mismo mes del año anterior.

Este importante incremento en la demanda de cereales españoles se centra en principalmente el trigo, que duplica sus exportaciones creciendo un 108,9% en marzo de 2020; el arroz, con un 98,2% más de valor exportado; y la avena, con 89,3% más de exportaciones anuales. Los siguientes meses, esta demanda se mantiene e incluso se incrementa en el caso del trigo y la avena, pero se modera la del arroz. Cobran protagonismo las exportaciones de sorgo de grano, alcanzando en la primera mitad de 2020 unas tasas de crecimiento nunca vistas en anteriores años, debido a las mayores exportaciones de este grano a Portugal (principal destino de exportación) que en mayo y junio se multiplican por siete y diez veces, respectivamente.

Sin duda, uno de los productos más demandados en el inicio del confinamiento fueron las conservas y esto se ve reflejado en las exportaciones de este producto. Los extractos y jugos de carne y pescado y las preparaciones y conservas de carne y pescado fueron los más demandados en el exterior (88,6% y 70% de incremento, respectivamente).

Aun cuando las exportaciones de carne y despojos comestibles son unas de las que más crecen, muestran una ralentización e inclusive caídas en algunos productos desde los últimos meses de 2019, tendencia que empieza a estabilizarse a partir de junio de 2020. El tocino sin partes magras y la grasa de cerdo son los productos cuyas exportaciones experimentan el mayor incremento (128,4%), seguido de los despojos comestibles de animales (72,8%) y la carne de cerdo (45,4%).

Las preparaciones alimenticias diversas agrupan un conjunto de productos que vieron modificados sus patrones de consumo, reflejándose en el comportamiento de los flujos de su comercio que aún persisten.  Las exportaciones de preparaciones para sopas, potajes o caldos son las que más crecen al inicio del confinamiento, un 34%, junto a los concentrados de proteínas (25,7%), la levaduras y polvos preparados para esponjar masas (24,8%) y los extractos, esencias y concentrados de café, té y yerba mate (24,5%).

Tres aspectos destacan de la demanda exterior de este último grupo de productos: 1. Las exportaciones de concentrados proteicos, principal producto de exportación de este grupo, alcanzan incrementos no vistos desde hace tres años, que se mantienen con altibajos en los meses siguientes; 2. La demanda externa de levadura alcanza niveles históricos, tanto en valor como en tasas de crecimiento, como reflejo de la intensa demanda de este producto por los hogares en las semanas de confinamiento. Marca un máximo en mayo de 2020 y vuelve a niveles habituales en septiembre; y 3. La demanda externa de helados, que es completamente estacional, y tiene entre mayo y julio sus niveles más altos, este año ha tardado en reaccionar y lo ha hecho en un menor valor respecto a esos mismos meses del año pasado, modificando así la tendencia de crecimiento de sus exportaciones.

Los flujos de comercio internacional de los productos agroalimentarios españoles reflejan el primer impacto de la pandemia en Asia (segundo destino más importante de estos productos por detrás de la UE-28) y posteriormente en Oceanía. Las exportaciones con destino asiático empiezan a ralentizarse en diciembre de 2019, aunque nunca llegan a caer, y las dirigidas a Oceanía sí caen en enero de 2020 rompiendo su tendencia de crecimiento del último trimestre de 2019. El comercio a ambos destinos se recupera en meses posteriores, ralentizándose entre mayo y junio por los efectos restrictivos que deben establecer para enfrentar una segunda ola.

La llegada de la COVID-19 a Europa, África y América, que deriva en las correspondientes políticas de control de la pandemia, frena inicialmente las exportaciones españolas hasta caer en mayo de 2020 un 6,2%, 16,6% y 20,1%, respectivamente. La demanda externa de productos agroalimentarios españoles, tanto de África como de Europa, se ha ido recuperando a medida que la pandemia se ha controlado y, por ende, las medidas restrictivas se han suavizado y adaptado. Sin embargo, las exportaciones con destino a América no terminan de recuperarse por el comportamiento de la demanda de Estados Unidos (principal socio comercial extra-UE), así como de Canadá y México.

En conclusión, el sector agroalimentario español ha sabido responder tanto a la demanda interna como externa en una situación que ha puesto a prueba su flexibilidad y capacidad de adaptación y, quizás sobre todo, la coordinación en las distintas fases de la cadena de valor del sector. Esta coordinación se ha visto reflejada no solo en la rápida reacción de cada una de las fases de producción, sino también en acompasar estas reacciones entre cada una de ellas, así como la logística necesaria para poder hacer frente a los cambios de demanda unidos a las restricciones adicionales impuestas.

Las perspectivas del sector, si bien son alentadoras, guardan un estrecho vínculo con la incertidumbre existente a consecuencia de la crisis sanitaria. En este sentido, al ser un sector clave para el funcionamiento de una sociedad, se espera que cuente con mayores facilidades para seguir con su actividad, lo cual a su vez implica por un lado que debe afrontar las complicaciones derivadas de trabajar en estas circunstancias y, por otro, poner en práctica todo lo aprendido. El buen comportamiento tanto de la producción como de los flujos de comercio exterior del sector agroalimentario también dependerán del ritmo de recuperación de las economías.