Investigadores del IRTA y de la Universidad de Barcelona han demostrado que la micorrización artificial del romero aumenta la cantidad de hojas y de polifenoles producidos. Esta mejora es muy interesante para aumentar los rendimientos en las producciones destinadas a obtener estos compuestos con fines farmacológicos o de otro tipo.

El romero (Rosmarinus officinalis) establece una simbiosis con hongos del suelo formadores de micorrizas arbusculares, en la que tanto el hongo como la planta se benefician de dicha asociación. Esta simbiosis se produce de forma natural y espontánea en los ecosistemas naturales. Sin embargo, cuando se cultiva el romero en cultivos intensivos sin suelo, para que la asociación tenga lugar es preciso inocular con micorrizas.

Los investigadores han comprobado que, cuando se inoculan artificialmente las plantas con hongos formadores de micorrizas arbusculares en los viveros, la simbiosis también se produce de forma efectiva como en la naturaleza. Así, el romero micorrizado crece mejor (ya que el hongo ayuda a la planta a captar nutrientes), aumenta la cantidad de hojas y, por tanto, la cantidad de polifenoles producidos; concretamente, aumenta su síntesis en cuatro de estas sustancias (ácido ferúlico, ácido asiático, carnosol y vanilinas), que tienen interés por sus propiedades antioxidantes.

El romero es una planta muy común en los ambientes mediterráneos que se cultiva en viveros para utilizarla en la revegetación de suelos degradados, en jardinería sostenible y para usos medicinales y culinarios. Contiene ingredientes activos con propiedades terapéuticas, aromáticas y organolépticas, y por todo ello, su cultivo tiene interés farmacológico, nutracéutico y para la industria alimentaria. Las hojas del romero contienen concentraciones altas de ácido fenólico, flavonoides, aceites esenciales, ácido triterpénico y alcohol triterpénico, sustancias que estimulan el sistema nervioso y el circulatorio, además de mostrar efectos anticancerígenos.

Foto: Manuela Böhm