La reducción drástica de la movilidad global desde que arrancó la pandemia del coronavirus a principios de año en China se ha convertido en una aliada a la hora de reducir la probabilidad de propagación de patógenos vegetales y animales como la xylella fastidiosa o la peste porcina africana.

Aunque no hay datos prácticos aún que lo corroboren, la teoría lleva a esa conclusión por una razón tan evidente como una caída muy brusca del movimiento de personas e incluso las dificultades para el transporte de mercancías no esenciales como la planta viva que puede ser portadora de patógenos, según explican varios expertos a Efeagro.

El investigador del IVIA Antonio Vicent, incide en esa idea: “En principio, esa reducción drástica en el movimiento de personas baja el riesgo de introducción de nuevos patógenos”. Este experto, sin embargo, asegura que el flujo de alimentos ha seguido un ritmo similar previo a la pandemia y esos productos también pueden portar patógenos.

Las inspecciones habituales en frontera (puertos y aeropuertos) a la entrada de productos susceptibles de portar virus o bacterias u otros patógenos han continuado porque el objetivo es que no entren en circulación en el territorio comunitario, en este caso España. La pandemia no ha paralizado los programas de erradicación o contención para evitar posibles propagaciones, incide Vicent.

Respecto a los viajeros, aunque el parón del turismo reduce ya de por sí esa posibilidad de circulación de microbios, Vicent recuerda que la legislación comunitaria vigente impide portar productos, como plantas, que pueden ser peligrosos.

En sanidad vegetal, las autoridades y los inspectores atienden mucho a la presencia de insectos y artrópodos que pueden ser el medio de entrada de enfermedades y analizan toda aquella mercancía susceptible de estar infectada. En el caso del estudio de los agentes microscópicos, se envía a laboratorio una muestra y, en función de los resultados, el producto ingresará en el territorio comunitario, se destruirá o se devolverá a su origen.