La Rioja investiga la incidencia que tiene el virus del Pinot gris (GPGV) en sus viñedos y estudia las posibles estrategias de control de la enfermedad y de su vector, el ácaro eriófido y monófago Colomerus vitis. Un artículo recientemente publicado en Phytoma resume las actuaciones que se han llevado a cabo para mejorar el conocimiento del patógeno y evitar su propagación.

El virus del Pinot gris, agente causal del moteado y deformación de hojas de vid (GLMD, por sus siglas en inglés) se describió e identificó por primera hace diez años. Desde entonces, son muchas las regiones vitícolas que han detectado su presencia en sus viñedos, entre ellas La Rioja, donde se detectó en 2020. El principal responsable de la ubicuidad de este virus a nivel mundial es la dificultad para identificar su presencia en el material de propagación, por la falta de obligatoriedad de análisis en la planta certificada que se comercializa y por la ausencia de síntomas en algunos casos. “Las cepas infectadas pueden ser asintomáticas, o desarrollar la enfermedad manifestando una gran variabilidad de síntomas, desde síntomas muy leves hasta una sintomatología muy acusada. Los síntomas más característicos son la deformación de las hojas y aparición de moteados amarillentos en las mismas, pudiéndose confundir esta sintomatología con fitotoxicidades producidas por herbicidas u otros productos fitosanitarios”, exponen los autores del artículo: José Luis Ramos Sáez de Ojer, del Servicio de Investigación Agraria y Sanidad Vegetal del Gobierno de La Rioja; Beatriz López Manzanares y David Gramaje, del Instituto de Ciencias de la Vid y del Vino; Aleš Eichmeier, de la Universidad de Mendel (Brno, República Checa); y Milagros Marín Terrazas, del Laboratorio Regional del Gobierno de La Rioja.

En 2021 se realizó una prospección por toda La Rioja para comprobar si el virus estaba extendido por todas las zonas vitícolas de la región. Por ahora, se han detectado cepas afectadas en las variedades tempranillo y tempranillo blanco; en aquellas que presentan fuerte sintomatología, se ha producido una importante pérdida de cosecha.

En cuando a los vectores que pueden contribuir a la dispersión del virus en campo, se han instalado trampas en cepas infectadas para capturar C. vitis, analizar si son portadores del virus y, en caso positivo, obtener los aislados correspondientes para su análisis. No obstante, la presencia de GPGV en plantas adventicias plantea la posible existencia de otros vectores capaces de transmitir este virus. Por esta razón, y con el objetivo de poder establecer mejor las estrategias necesarias para su control, se están realizando capturas de artrópodos fitófagos habituales en los viñedos riojanos, que se analizarán con el fin de detectar si hay presencia del virus en ellos.

Para evitar la dispersión del virus a larga distancia, los autores del artículo recomiendan, en primer lugar, realizar análisis para detectar su presencia en el material de propagación. “Esta analítica no forma parte de los análisis rutinarios exigidos para la certificación del material de plantación, por lo que debería contemplarse de manera adicional”.

A nivel de parcela, preocupa el papel que puede jugar C. vitis en la trasmisión del virus, ya que la presencia de este ácaro es habitual en los viñedos españoles, donde causa la erinosis, una enfermedad de poca importancia económica ya que en muchas ocasiones sus daños se mantienen bajo control con las aplicaciones de azufre utilizadas para oídio o con las poblaciones de enemigos naturales existentes en el viñedo. Por esta razón, no es una plaga sobre la que se ejerza habitualmente un control fitosanitario estricto, pero a raíz de la detección del virus, en aquellas parcelas en las que se detecten síntomas del GPGV y haya una presencia importante del ácaro, “habrá que valorar la realización de tratamientos para reducir las poblaciones del vector y minimizar así la dispersión del virus” , aconsejan los investigadores.

La realización de estos tratamientos desde brotación, cuando se produce la primera colonización del ácaro, puede tener repercusiones negativas sobre la fauna auxiliar del viñedo y romper el equilibrio del agroecosistema, por lo que conviene realizar un control de poblaciones y valorar si la realización de tratamientos va a suponer un beneficio o un problema mayor. “En este sentido, sería importante implementar estrategias de control biológico para disminuir las poblaciones de ácaros eriófidos sin afectar a la fauna auxiliar, o incluso implementar estrategias de manejo para potenciarla”.