La horticultura intensiva bajo plástico es un agrosistema muy vulnerable a las plagas. Se prevé que el calentamiento global tenga una influencia directa en el incremento de las plagas y en la mayor necesidad de emplear fitosanitarios para su control. La introducción de biodiversidad a través del establecimiento de islas de vegetación natural en el agroecosistema, con especies especialmente seleccionadas para conservar enemigos naturales, puede contribuir dentro de los protocolos de gestión integrada a mejorar la eficiencia del control biológico y a frenar la libre dispersión de las plagas.

La agricultura está relacionada directamente con el cambio climático. Se prevé que el calentamiento global de lugar a una mayor incidencia de plagas y por tanto a una mayor necesidad de productos fitosanitarios, lo que supone un mayor riesgo de pérdidas difusas de plaguicidas en el medio ambiente. En este escenario, el peligro de un mayor uso y abuso de plaguicidas puede incrementar el riesgo de efectos secundarios indeseables, con implicaciones importantes en la conservación de los insectos auxiliares, en la biodiversidad, en el medio ambiente, en la calidad de los alimentos y en la salud humana. Para reducir este impacto, la agricultura debe hacer una transición completa a una agricultura climáticamente neutra, mediante un uso aún más razonable de los productos fitosanitarios. Es decir, el único camino es la asunción de estrategias de producción integrada y abandonar la agricultura de altos insumos, alejándose de la alta dependencia de agroquímicos sintéticos.

En estas estrategias de gestión integrada, el control biológico debe ser la primera herramienta para el control de las plagas. Por otra parte, es un hecho que el control biológico se ve favorecido por la vegetación natural cerca de los cultivos, con plantas especialmente seleccionadas para fomentar la presencia de enemigos naturales de las plagas. Durante los últimos ocho años, la Fundación Cajamar, en colaboración con la Estación Experimental del Zaidín (CSIC) y el IFAPA La Mojonera, ha estudiado qué plantas arbustivas de nuestra flora autóctona son las más adecuadas para albergar enemigos naturales de las plagas y que no sean reservorio de virus o de sus vectores que puedan afectar a los cultivos. A partir del proyecto ‘Recupera 2020 Hito 2.2.4: Nuevas tecnologías para aumentar la eficiencia del control biológico de plagas en áreas de invernaderos’, se han estudiado 27 arbustos de los que se conoce su papel como reservorio de fauna auxiliar beneficiosa y se ha generado el conocimiento necesario para diseñar distintos tipos de setos alrededor de los invernaderos con combinaciones de estas plantas.

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