La Unió Llauradora organizó el año pasado el primer curso de formación de pilotos aplicadores de productos fitosanitarios con drones para el cultivo del arroz. Rafa Viel, representante de la D.O Arroz de Valencia de la organización agraria, defiende que, para agilizar los trámites y generalizar su uso, los tratamientos sean considerados terrestres, no aéreos, como en la legislación vigente.

El curso, de 90 horas de duración, se celebró en noviembre y diciembre en Sueca y l’Alcúdia, en la provincia de Valencia. Con esta iniciativa, encaminada a la modernización y eficiencia del proceso agrícola, La Unió subraya que su sector arrocero “da un paso adelante al anticiparse a las normativas y adoptar tecnologías de agricultura de precisión de última generación”.

Viel resume en cinco las principales ventajas del uso de drones en la aplicación de fitosanitarios en el cultivo del arroz. En primer lugar, el ahorro del 92% del agua utilizada en cada tratamiento fitosanitario, ya que las dosis de aplicación se realizan a ultra bajo volumen y pueden alcanzar prácticamente el 95% del ahorro en función del tratamiento a realizar.

La segunda, la reducción de producto fitosanitario, ya que al utilizar dosis tan bajas “podemos reducir la cantidad de producto utilizado, haciendo un mejor uso de los pocos productos que nos quedan autorizados y así alargar la resistencia de las plagas a los productos fitosanitarios”. En el cultivo del arroz, puede ayudar a controlar la aparición de resistencias del género de malas hierbas Echinochloa spp. y del hongo Pyricularia oryzae, dos de los problemas fitosanitarios más temidos.

La tercera ventaja es la efectividad: “Hasta la fecha, todos los tratamientos que se han realizado han resultado ser muy efectivos, superando incluso en determinadas aplicaciones la efectividad del tratamiento terrestre, por lo que nos da una herramienta más para poder hacer una mejor gestión de plagas”, asegura Viel.

Los drones permiten ahorrar un 92% de agua en cada tratamiento fitosanitario

En el caso del arroz, que se cultiva en humedales, donde en muchas zonas no existe suelo firme, el uso de drones evita el riesgo de atascamiento de la maquinaria a causa del barro. Y evita tener que utilizar maquinaria muy pesada (excavadoras o tractores de gran tamaño) para poder extraer del barro esas máquinas, una práctica que conlleva el riesgo de romper partes de la maquinaria hundida “debido a la fuerza bruta que ejerce tales máquinas sobre las atascadas para poder sacarlas de los barrizales”. De hecho, es habitual solicitar autorizaciones excepcionales para poder hacer los últimos tratamientos fungicidas con helicóptero para evitar este problema que un dron resolvería fácilmente.

Por último, el responsable de La Unió menciona que esta tecnología se alinea con la agricultura inteligente que promueve la UE. “Con los drones, nos adaptamos a las exigencias europeas en materia de smart farming o agricultura de precisión, podemos robotizar y automatizar nuestras explotaciones ya que uno de los grandes problemas es el relevo generacional o la escasa mano de obra cualificada que existe hoy en día para poder mantener una explotación agrícola”. Y es que, más allá del papel que pueden ejercer en la aplicación precisa de los fitosanitarios, los vehículos aéreos no tripulados se postulan como una herramienta fundamental en la gestión de las fincas, con múltiples funciones como la realización de mapeos de parcelas para focalizar el uso de nitrogeno, conocer dónde está el foco de una determinada plaga y tratar solo esa zona o utilizar una cámara multiespectral para escanear y analizar cada fase del crecimiento de los cultivos. “Imagínate el mundo de posibilidades que se nos abre. Hoy en día, con la última generación de drones ya podemos incluso tratar arboleda; es decir, no sólo cultivos de grano como el cereal, el arroz, el maíz… Podemos utilizarlos para cítricos, caquis, almendros”, se ilusiona Viel, consciente de que el principal escollo para la generalización de su uso de drones es la regulación.

Equiparado a un tratamiento aéreo, es necesaria una autorización excepcional para efectuar el vuelo del tratamiento fitosanitario correspondiente; un trámite que, en algunos casos (en función de la zona geográfica y el peso del dron), puede demorar el permiso en torno a un año, lo que frena la implantación de esta tecnología. “Todas las autorizaciones de este tipo de dron y de aplicaciones son demasiado lentas y también restrictivas. Personalmente, creo que la tendencia será facilitar las cosas desde las diversas administraciones; es una tecnología nueva que ya tenemos aquí y las administraciones suelen tardar un tiempo en adaptarse a estos cambios”, confía Viel.

Numerosas asociaciones agrarias, cooperativas, administraciones y empresas del sector están trabajando para que los tratamientos con drones sean considerados tratamientos terrestres y así poder agilizar los trámites y generalizar su uso. Un ejemplo es el Grupo Operativo PHYTODRON, desarrollado entre 2021 y 2023 para validar su uso como alternativa segura y eficaz a los tratamientos convencionales. “Disponemos de una herramienta potente para optimizar nuestras explotaciones, ¿por qué no utilizarla? Ya ocurrió con la máquina de vapor o con las otras revoluciones industriales, y ahora con la robotización y la automatización; nos tenemos que adaptar, pero para ello nos deben facilitar más las cosas y dejarnos trabajar”, reclama el representante de la D.O Arroz de Valencia de La Unió.

Mientras la asociación agraria confía en que se despeje el horizonte normativo, se han agotado las plazas para la segunda edición del curso de pilotos aplicadores con drones y se ha abierto una lista de espera para una probable tercera edición.