Una tesis doctoral realizada en la Misión Biológica de Galicia (MBG-CSIC) ha estudiado el comportamiento agronómico y la incidencia de enfermedades fúngicas de las variedades de vid asturianas Albarín Blanco y Verdejo Negro, cultivadas en distintos puntos de la zona vitícola asturiana.

El autor, José Ignacio Cuevas González, realizó la tesis doctoral en el grupo Viticultura, Olivo y Rosa (VIOR), bajo la dirección de Mª de Carmen Martínez Rodríguez y Susana Boso Alonso. La investigación partió de estudios previos realizados desde 1987 por los integrantes del citado grupo de investigación del CSIC, que permitieron no solo describir las variedades autóctonas asturianas para que fuesen reconocidas oficialmente, sino también realizar una selección clonal de algunas de ellas. “Algunos de estos clones fueron transferidos al sector de los viveros en el año 2002, iniciando su comercialización en 2007. Durante los primeros años, la venta de esta planta iba asociada a un contrato de experimentación con cada viticultor, gracias a lo cual se pudo establecer una red de cuarenta parcelas, que abarcaban todo el abanico geográfico del área vitícola asturiana. En cada una de ellas se plantó un clon de Albarín Blanco y otro de Verdejo Negro y varias de estas parcelas se han utilizado para llevar a cabo la parte experimental de esta tesis doctoral”, explican las directoras de la tesis.

En cada una de las parcelas y para cada variedad se tomaron datos climáticos durante varios años y se estudiaron diversos parámetros agronómicos, de producción y de calidad de la uva, además de la incidencia a diversas enfermedades fúngicas, como mildiu, oídio, Botrytis y Black-rot. Todo ello se relacionó, además, con las características orográficas, microclima, suelo, entorno natural, etc, de cada una de las parcelas incluidas en el estudio.

Los resultados obtenidos demuestran que en esta zona vitícola de montaña el microclima generado en cada parcela concreta, debido a las condiciones orográficas de cada una, su orientación y altitud, ejerce un papel fundamental en el comportamiento agronómico de las dos variedades objeto de estudio, en la concentración de polifenoles (compuestos de reconocido efecto beneficioso para la salud, según numerosos artículos científicos) y otros compuestos en la uva y en la incidencia de enfermedades, por lo que la viticultura de esta zona requiere un manejo de precisión adaptado a cada parcela. También se ha observado que no todas las parcelas actualmente plantadas de viñedo son aptas para la obtención de vinos de calidad. “Así, las parcelas situadas en zonas soleadas, ventiladas, en pendiente y con terrenos poco fértiles, han producido uva de la máxima calidad, mientras que las situadas en zonas con terrenos profundos, ricos en materia orgánica, menos ventilados y soleados, producían uva de menor calidad, tardaban más en madurar y la incidencia de enfermedades era, en general, mayor”, apunta el autor de la tesis.

En esta zona vitícola de montaña, el microclima generado en cada parcela concreta ejerce un papel fundamental en el comportamiento agronómico

En el caso de las enfermedades, se ha observado que la mayor o menor concentración de esporas en el aire de mildiu, oídio o Botrytis, no siempre provoca aparición de síntomas en las cepas, sino que influyen otros factores como el estado fenológico y de desarrollo de la planta, el grado de sensibilidad de cada una de las variedades a cada uno de los patógenos, o las condiciones microclimáticas de cada parcela, que pueden favorecer o paralizar, en determinados momentos, el desarrollo de la enfermedad en las cepas. “También se aprecia que juega un papel importante el tipo de manejo llevado a cabo por cada viticultor en cada viñedo. El desarrollo científico de modelos de predicción de enfermedades y su ajuste a las condiciones microclimáticas de cada zona y parcela, asistido por estaciones agroclimáticas, podría ayudar a reducir drásticamente el número de tratamientos fitosanitarios y a aumentar la eficacia de los que se apliquen”, explica José Cuevas González.

Las dos variedades autóctonas han mostrado un alto nivel de adaptación a esta zona, donde expresan su máximo nivel de calidad. “Se observa, por ejemplo, en el caso de los polifenoles, una concentración mayor en estas variedades, en comparación con la descrita para otras variedades en otras áreas vitícolas, o incluso para estas mismas cultivadas en lugares de climas diferentes. Este resultado parece que podría achacarse a las características intrínsecas de las dos variedades objeto de estudio, pero también a que es una zona vitícola de montaña, con fuertes oscilaciones térmicas entre el día y la noche, alta incidencia de la radiación solar en determinadas zonas y momentos, etc”, explica el autor, ingeniero agrónomo por la Universidad de Valladolid Miguel de Cervantes (2014) y Doctor por la Universidad de Santiago de Compostela (2023). Sus líneas de investigación versan sobre viticultura de precisión relacionada con la orografía y el microclima en zonas de montaña y su influencia en el desarrollo de enfermedades fúngicas y la calidad de los mostos.