Tras estudiar durante cuatro años las diferentes regiones olivareras andaluzas, una investigación de la Universidad de Córdoba concluye que el uso de cubiertas vegetales, además de reducir la erosión y la escorrentía, frena la pérdida de carbono orgánico del suelo un 75%, en comparación con el laboreo.

Los suelos agrícolas sostienen la vida con la producción de alimento, pero también tienen un papel esencial frente al cambio climático. Actúan como sumideros de carbono almacenando grandes cantidades de carbono y reduciendo su concentración en la atmósfera. En suelo, ese carbono es el principal indicador de su fertilidad, por lo que un aumento de la concentración de este elemento implicaría más alimento y un aire más limpio.

En el olivar mediterráneo se dan altas tasas de erosión debido a una tormenta perfecta: un clima con episodios de lluvias intensas, la orografía de muchos olivares de montaña, con pendientes elevadas, y la labranza convencional, que deja el suelo desnudo, lo que fomenta la escorrentía, el arrastre de suelo y, con él, la pérdida de carbono orgánico asociado al sedimento.

Con el objetivo de conocer si las cubiertas vegetales son una buena estrategia para frenar la pérdida de carbono orgánico del suelo por erosión, un equipo coordinado por el investigador del grupo de investigación de la UCO AGR 126 “Mecanización y Tecnología Rural” de la UCO Francisco Márquez analizó durante cuatro años los efectos de las cubiertas vegetales en la pérdida de carbono orgánico del suelo en comparación con el uso del laboreo convencional. “Estudiamos las principales zonas olivareras de Andalucía, con ocho fincas en las principales comarcas olivareras con suelos diversos, diferentes tipos de olivar (olivar tradicional, de montaña e intensivo) y con casi todos los tipos de cubiertas vegetales para conocer también la influencia de estos factores en la pérdida de carbono”, explica Francisco Márquez. El estudio concluye que las cubiertas vegetales no sólo reducen la erosión y la escorrentía, sino que también disminuyen la pérdida de carbono orgánico del suelo en tres cuartas partes, en comparación con el laboreo.

Los datos del estudio, en el que también han trabajado los investigadores de la UCO Adolfo Peña, Antonio Hayas y Emilio González, y la investigadora del IFAPA Rafaela Ordoñez, revelan que las cubiertas vegetales en el olivar mediterráneo disminuyeron la escorrentía un 37,6% y la erosión un 85,6%; también frenó la pérdida de carbono en un 76,4%. Gracias al manejo conservativo, el suelo del olivar estuvo protegido frente a la lluvia de media a lo largo de cada campaña en un 65,7%, mientras que con laboreo la protección del suelo bajó al 22,4% de media.

A pesar de que el suelo con cubiertas vegetales multiplica por cuatro o cinco su concentración de carbono frente al suelo labrado, la pérdida de carbono se sigue reduciendo al disminuir tan drásticamente la erosión y mejorar la estructura y cohesión de las partículas de suelo.

Este trabajo respalda el uso de las cubiertas vegetales para avanzar hacia olivares más saludables, sostenibles y rentables, y convertidos además en sumideros de carbono

Una cuestión reseñable del estudio es cómo el sistema de manejo se convierte en el factor principal para controlar la pérdida del carbono orgánico del suelo. Márquez explica que “la pérdida de suelo y carbono depende de factores muy puntuales como la intensidad de la lluvia, pero cuando nos fijamos en las cubiertas vegetales vemos que la pérdida de carbono orgánico del suelo ya no depende de la intensidad y de las características de la lluvia, a diferencia de en el laboreo, donde la forma de la lluvia sigue determinando que haya más erosión y con ella más pérdida de carbono”. Esto ocurrió en todo tipo de olivares y de cubiertas analizados.

Este trabajo respalda el uso de las cubiertas vegetales para avanzar hacia olivares más saludables, sostenibles y rentables, y convertidos además en sumideros de carbono. Los suelos con mayor concentración de carbono tienen mejor estructura y favorecen la absorción del agua y nutrientes por parte de las plantas, lo que se traduce en una mayor productividad, pero también se convierten en importantes aliados en la lucha contra el cambio climático al descontaminar el aire tras convertir el suelo en un sumidero de carbono y evitar que este se pierda y acabe contaminado aguas o la atmósfera.