Tras su detección el año pasado en limoneros de dos parcelas en el municipio de Abanilla, y la aparición de un segundo foco en Blanca, el Gobierno de Murcia ha publicado la orden por la que declara la existencia del mal seco de los cítricos, causada por el hongo vascular Plenodomus tracheiphilus, y se dictan medidas fitosanitarias obligatorias para combatir esta enfermedad que supone un riesgo para el cultivo de limonero y pomelo en la región murciana.

El primer foco afectó aproximadamente a un tercio de la plantación de dos pequeñas parcelas de limonero (fino y verna), provocando la mortalidad de algunos árboles, sobre todo de plantas jóvenes de limón fino. En otoño hubo un segundo aviso en el término de Blanca, con un pequeño número de árboles afectados dentro de una finca más grande. Los síntomas eran exactamente los mismos y los posteriores análisis confirmaron la presencia del patógeno. En ambos focos se han eliminado los árboles afectados mediante el arranque y la quema. En la plantación más afectada, la eliminación ha sido total.

En primavera se reiniciarán las prospecciones en ambas dos zonas para buscar síntomas de la enfermedad en otras plantaciones vecinas. Hasta el momento, en la zona de Abanilla no se han encontrado más casos.

Para reducir la incidencia de esta enfermedad, de la que en 2015 ya se detectó un foco en la provincia de Málaga, y que se encuentra en la mayoría de países mediterráneos, se ha establecido un plan de medidas fitosanitarias cuyo incumplimiento puede conllevar multas y sanciones administrativas. Así, los propietarios de la plantación, parcelas o árbol ornamental procederá a la destrucción in situ del material vegetal afectado y de todos los ejemplares sanos existentes en un radio de 20 metros alrededor de las plantas infectadas de especies citrícolas susceptibles de infectarse mediante arranque y quema, eliminando todas las raíces y restos.

La Consejería de de Agua, Agricultura, Ganadería, Pesca y Medio Ambiente prohíbe la trituración de los restos vegetales en las parcelas afectadas, así como la salida de material vegetal, incluidos los restos de poda o de cultivo, excepto los frutos desprovistos de pedúnculo y hojas, durante un plazo de dos años. Tampoco se permitirá la plantación o reposición de material vegetal susceptible (Citrus L., Fortunella Swingle, Poncirus Raf., Severinia Ten. y sus híbridos) durante al menos dos años.

También se restringirá el paso y la circulación de personas y vehículos sobre la zona infectada, para evitar la dispersión de restos de inóculo presentes en el suelo, durante un mínimo de dos años, y se evitará que la maquinaria de poda o de cualquier otra labor que haya trabajado en estas parcelas infectadas sea utilizada en otras parcelas o plantaciones, sin una labor previa de limpieza y desinfección de los elementos de corte, roturado, etc. Con carácter general y de manera obligatoria en las parcelas infectadas, se desinfectarán las herramientas de poda, corte o recolección, antes de su uso sobre los vegetales susceptibles de infectarse presentes en la parcela o en otras plantaciones, mediante una disolución a base de productos autorizados. Por último, se deberán efectuar obligatoriamente tratamientos fitosanitarios, en las dosis y épocas establecidas.

Plenodomus tracheiphilus penetra en los tejidos de la planta a través de las heridas. Produce la pérdida de la cosecha, tanto en calidad como en cantidad, y la muerte progresiva o fulminante de la planta. Los síntomas de esta enfermedad se observaron por primera vez en la isla griega de Chios, en 1894, pero alcanzó cierta relevancia después de detectarse en Sicilia. No se identificó el organismo causante hasta 1929. Su transmisión se realiza a través de las esporas del hongo, que son dispersadas por las gotas de lluvia que caen sobre la fuente de inóculo y, en distancias cortas, por la lluvia con viento, penetrando en hojas y ramas, siendo en la mayoría de las ocasiones a través de las heridas. Esta infección también se puede producir a través de la raíz.

Las heridas y abrasiones provocadas por granizo, helada, vientos fuertes, las labores culturales de poda y recolección, así como los daños generados al alimentarse por los miomorfos y lagomorfos, predisponen a los árboles a la infección. Los periodos de infección dependen de las condiciones climáticas locales de cada zona, siendo más frecuente entre septiembre y abril. La temperatura óptima para el crecimiento de esta enfermedad y para el desarrollo de los síntomas es de unos 20ºC, aunque las esporas pueden permanecer en las ramas y restos caídos sobre el suelo hasta un año.

Hay similitud entre los síntomas producidos por el mal seco y otras enfermedades vasculares y desordenes, como el virus de la tristeza, la antracnosis o el decaimiento bacteriano de los cítricos, por lo que es difícil determinar, de manera visual y con exactitud, los árboles afectados por esta enfermedad.