El control biológico, método preferente en la gestión integrada, se ha topado con un obstáculo inesperado para hacer frente a Pseudococcus longispinus, la plaga que más pérdidas económicas genera en el cultivo del caqui en España: el rechazo del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico a la cría y liberación masiva de su parasitoide más eficaz, catalogado como especie exótica a pesar de que sus poblaciones son abundantes en el Mediterráneo.

Un estudio del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias identificó a Anagyrus fusciventris como el parasitoide más ampliamente distribuido de P. longispinus: representó el 84,8% de los parasitoides primarios encontrados y se encontró en todas las parcelas con presencia de la plaga. En este trabajo, galardonado en 2022 con el X Premio SEEA-Phytoma a la mejor comunicación en panel del XII Congreso de la Sociedad Española de Entomología Aplicada, los investigadores del Centro de Protección Vegetal y Biotecnología del IVIA concluían que la avispilla se postulaba como el agente de control biológico con mayor potencial para regular las poblaciones de P. longispinus en un cultivo cuya producción nacional se concentra en la provincia de Valencia.

El interés de los productores y la solicitud de varias empresas del sector para poder reproducir y comercializar esta especie para un programa de control biológico se ha encontrado, sin embargo, con la negativa del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, justificada por la desaprobación de la Subdirección General de Biodiversidad Terrestre y Marina, del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico, que la considera exótica.

Esta avispilla originaria de Australia se introdujo en Israel en 1972, para el control de P. longispinus en el cultivo del aguacate. Desde allí se dispersó rápidamente y de forma natural por toda la cuenca mediterránea. Alejandro Tena, entomólogo del Centro de Protección Vegetal y Biotecnología del IVIA, confirma que A. fusciventris es una “especie exótica totalmente naturalizada a nuestros cultivos desde hace mucho tiempo: lleva más de cincuenta años entre nosotros sin que se haya citado ningún problema medioambiental. De hecho, la EPPO, organismo internacional responsable de la cooperación en Sanidad Vegetal de los países europeos y mediterráneos, la considera como una especie segura y hay otros países europeos que lo comercializan”. Se trata, por tanto, de una especie exótica totalmente naturalizada, como lo son Cryptolaemus montrouzieri, Rodolia cardinales, Cales noacki o Aphytis melinus, agentes de control biológico exóticos que se han establecido en la agricultura española, y que son frecuentemente utilizados para regular las poblaciones de muchas plagas.

Biodiversidad alega que, a pesar de no existir indicios de efectos negativos sobre otras especies nativas, el incremento de sus poblaciones por medio de su liberación masiva y periódica podría desplazar y afectar a otras poblaciones de parasitoides nativos que también atacan a los pseudocóccidos. Sin embargo, los datos obtenidos por los investigadores del IVIA sugieren lo contrario: si hay un buen control biológico de P. longispinus en primavera y verano por el parasitoide, que es lo que se busca con las sueltas, la densidad poblacional del cotonet disminuye drásticamente en verano; en otoño prácticamente no hay cotonet y, por lo tanto, tampoco hay A fusciventris. En cambio, si el control biológico no se da en primavera y verano, “tal y como está ocurriendo actualmente”, la densidad poblacional del cotonet se dispara en verano y en otoño el número de cotonets, parasitoides e hiperparasitoides es muy alta. “Por poner números, en un programa de control biológico aumentativo, se liberarían alrededor de mil individuos por hectárea y año. Con los actuales métodos de control químico y los datos de nuestro estudio de campo de 2020-2021, es posible que emerjan alrededor de 20.000 Anagyrus fusciventris e hiperparasitoides por hectárea y año. Por lo tanto, pensamos que la suelta en primavera y verano puede tener ventajas mucho más importantes para los agricultores (disminución de daños) y el medio ambiente (disminución de tratamientos con insecticidas sistémicos tóxicos para polinizadores) que los posibles riesgos, que tras más de cincuenta años en la cuenca mediterránea no se han observado”, estima Tena.

Anagyrus fusciventris es el único agente de control biológico capaz de regular las poblaciones de Pseudococcus longispinus

Biodiversidad recomienda, en contra del criterio de los científicos del instituto valenciano, potenciar la acción de los enemigos naturales ya existentes de manera natural como estrategia de control biológico contra la plaga. Tena asegura que los resultados de sus investigaciones muestran claramente que “Anagyrus fusciventris es el único agente de control biológico capaz de regular las poblaciones de Pseudococcus longispinus. De hecho, la presencia y efecto del resto de agentes de control biológico es anecdótica”. En el estudio del IVIA, tras dos años y diecisiete parcelas muestreadas, las poblaciones del resto de agentes de control biológico “eran tan bajas que ni siquiera pudimos evaluar su eficacia. No se puede diseñar un programa de control biológico, sin tener agentes de control biológico. Por eso se introdujo Anagyrus fusciventris en los años 70”.

La principal plaga del caqui en la actualidad es una especie exótica que no tenía agentes de control nativos y por eso, hace cincuenta años, hizo falta introducir en Israel el parasitoide desde Australia, lugar de origen de ambas especies. Esa es la base del control biológico clásico y así se han podido controlar numerosas plagas invasoras. Ahora, los entomólogos del IVIA han comprobado que, “bajo algunas condiciones, como las que se dan en nuestros caquis, es necesario mejorar puntualmente este control”, y proponen las sueltas de la avispilla como una posible solución.

El trabajo premiado en 2022 revelaba que la eficacia de A. fusciventris podría verse mermada por la presencia de hiperparasitoides que a su vez parasitan la avispilla, los tratamientos con insecticidas tóxicos para la especie y el papel de las hormigas, que se alimentan de la melaza que excretan los pseudocóccidos y, a cambio, los protegen de sus enemigos naturales. Con lo que no contaba el sector era con la negativa del ministerio para optimizar el control biológico de P. longispinus.