La Agricultura desde sus orígenes en el Neolítico, tras la domesticación de las primeras plantas cultivadas como los cereales y el desarrollo de las tecnologías de cultivo que independientemente surgieron en la Mesopotamia, Egipto, América Central y Asia, hasta la actualidad, ha tenido como uno de los grandes retos el control de las enfermedades y plagas que limitan la productividad, y en muchos casos comprometen la seguridad de los alimentos. La humanidad ha acumulado y desarrollado empíricamente numerosos conocimientos que le han permitido, excepto durante terribles epidemias que han ido acompañadas de hambrunas, un mejor manejo de los cultivos frente a los patógenos causantes de enfermedades infecciosas.

 

El origen de la Fitopatología como disciplina científica es relativamente reciente y se consolida con los grandes avances de otras ciencias a finales del siglo XIX. La Fitopatología actual se enfrenta a retos que ya no se orientan únicamente a optimizar la producción. Nuevos problemas que requieren nuevos abordajes, se derivan de las consecuencias de la globalización de los mercados para la dispersión de los agentes patógenos, de la necesidad de asegurar la calidad y estado sanitario de los alimentos, de la demanda de tecnologías de protección de cultivos con menor impacto ambiental y que garanticen la sostenibilidad de la agricultura, y finalmente del cambio climático global que según todos los datos existentes se avecina.

 

Quizás uno de los logros más relevantes está llegando de la mano de la Biotecnología, con la mejora de los métodos de detección de patógenos mediante técnicas moleculares (PCR cuantitativa, NASBA, Micromatrices, etc.), el desarrollo de una nueva generación de métodos de control biológico y bioquímico (cepas de agentes de biocontrol más eficientes y mejor formuladas, péptidos antimicrobianos, elicitores de defensa, silenciamiento génico, plantas transgénicas más seguras, etc.). No obstante, los avances no han sido tan espectaculares en el campo de la epidemiología, donde quedan todavía grandes lagunas en el conocimiento de etapas clave de los ciclos de las enfermedades y patógenos, y en el desarrollo de modelos predictivos que tengan en cuenta la dinámica poblacional del patógeno y sus patrones de dispersión. Ciertamente, los avances en los estudios epidemiológicos están necesitados de herramientas biotecnológicas (análisis cuantitativo específico, caracterización molecular de cepas, etc.) cuya disponibilidad en diversos patosistemas ya ha permitido obtener conclusiones relevantes para un mejor manejo de varias enfermedades.

 

Otro aspecto que invita a reflexión es el papel de las Sociedades de Fitopatología como elementos aglutinantes de los profesionales y científicos que trabajamos en el campo de la Patología Vegetal, como es el caso de la Sociedad Española de Fitopatología (SEF). La reciente publicación del libro "Herramientas Biotecnológicas en Fitopatología" demuestra nuestra inquietud por la formación y divulgación de esta disciplina y por dar respuesta a los retos que he comentado. El gran nivel de las ponencias que se han presentado en los congresos bianuales de la SEF desde su constitución en 1981, y cuyo próximo XIV Congreso se realizará en Lugo del 15 al 19 de septiembre, es otro ejemplo (http://www.sef.es/sef/). Además, el nivel de la Fitopatología española es de trascendencia internacional, no sólo por el hecho de la presencia continuada de artículos científicos y técnicos en las mejores revistas internacionales, sino también por la participación de fitopatólogos españoles como ponentes invitados en eventos internacionales. Ese reconocimiento internacional está avalado por el hecho de que once investigadores españoles participarán en el próximo 9º Congreso Internacional de Patología Vegetal que se celebrará en Turín del 24 al 29 de Agosto y que tradicionalmente acoge alrededor de 2.000 participantes (http://www.icpp2008.org/).

Sin embargo, la productividad científica y reconocimiento internacional está muy por encima de los recursos que obtenemos para I+D, tanto del sector público como de la transferencia de conocimiento al sector privado. La UE ha lanzado nuevas iniciativas para aumentar el gasto en I+D y transferencia de conocimientos, mediante el VII Programa Marco. Se han realizado diversos estudios y debates sobre las orientaciones futuras de la I+D en Europa y en España. El objetivo de la UE es invertir como media el 3% del PIB en investigación para el año 2010, con la intención de que las dos terceras partes de esta inversión provengan del sector privado. No obstante, con los datos existentes sobre la inversión en I+D en España del 1,2% del PIB y un estancamiento alrededor del 54% del sector privado, está claro que habrá que hacer grandes esfuerzos.

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