La cuestión de la Sanidad Vegetal está llena de problemas en los que en ocasiones se pasa de la raya. Vemos, que en destino las frutas y verduras tienen una u otra apreciación de estar dentro de la limpieza exigible a su llegada a los mercados, según quien la vea. Un fruto llega perfectamente, pero está falto de brillo propio. En este caso su calidad se deprecia y entonces el vendedor directo que es el que está cara a cara con el consumidor pide que le llegue con brillo.

La legislación permite que le sea dado, en determinadas condiciones con ceras naturales. Vayamos a más. Ha salido del lugar de preparación para el mercado y una huelga o un accidente de camión o el medio de transporte para llegar al mismo, ha retrasado la entrega. Lo más normal y fácil, según los días de retraso y las condiciones en las que se encuentre, puede tener un cierto demérito (arrugas, apuntes de inicio de pudrición, etc.). En este punto es de segunda condición, lo que tiene sus consecuencias en el precio de venta y, al tiempo, en el pago al remitente.

Mucho se habla y se insiste, no sin razón, en el uso de productos que impidan la mala evolución de algo que desde que es recolectado inicia su muerte en condiciones normales. Ello da pie a su catalogación de baja condición y tiene sus consecuencias en el precio a pagar al expedidor. De ahí que, internacionalmente, exista un Código que regula tales hechos. Porque es prácticamente imposible que tras ser recolectado aguante, según sea, las condiciones de viaje, la humedad existente y parte de la manipulación para su acondicionamiento en los lugares de empaquetamiento. Y ello pese al extremo cuidado con que se realiza el mismo, que esté exento de algún golpe.

Pero, en cambio, en la recepción no se admiten tales hechos reales, que son los que dan pie a la necesidad de darle una protección que las Leyes de todo el mundo dentro de unas exigencias de mínimos en la protección.

Recuerdo que intervine en una expedición de personas amigas de unas naranjas de zona privilegiada (La Valldigna) en el envío de no darle ninguna clase de tratamiento. Pues se enviaron palets a Francia, a Alemania, a Holanda y a Bélgica. En el almacén de uno de los países no se tomó la obligación de conservarlas en frío hasta la venta, porque, naturalmente, el precio al consumidor era mayor. Se estropearon en uno de los citados y hubo que deshacerse de ellos, pues rápidamente el podrido los hizo invendibles.

Es innecesario decir que el cuidado en su manipulación es extremo y también la aplicación de los productos autorizados se aplica con rigor, pues en los países receptores se toman muestras y se vigila el uso de dichos productos.

Pueden no usarse protecciones aprobadas por las leyes. Pero entonces el precio es mayor, lo que no se admite generalmente por el consumidor y, en consecuencia, por el que se dedica a dicho trabajo.

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