El establecimiento pleno de la práctica agrícola condujo al asentamiento de las poblaciones en ciudades y fue el origen de la estructuración política actual en Estados. Las primeras civilizaciones del Próximo Oriente surgieron en zonas incluidas o cercanas a aquéllas donde la agricultura se había manifestado primigeniamente y se tienen noticias documentadas de las mismas entre el 3.000 y el 3.500 a. C., con la aparición de los textos escritos en tablillas cuneiformes para las civilizaciones mesopotámicas (en primer lugar la sumérica) y los jeroglíficos, para la civilización egipcia, en inscripciones sobre estatuas, templos y papiros. Esta misma fecha es más o menos coincidente, en los mismos espacios geográficos, con la práctica de mezclar cobre y estaño para la fabricación de instrumentos -en particular armas-, iniciándose el período que se conoce históricamente como Edad del Bronce.

El calendario mesopotámico más antiguo es sumerio y se confeccionaba sobre una base de 12 meses lunares, lo que suponía desajustes temporales, pero se iniciaba en el otoño con el mes de “Teshrit”, que significaba “el comienzo de la actividad agraria”.

En el código de Hammurabi (monarca babilónico, aproximadamente del 1.780 a. C), dentro de un contexto de código civil, se hacen también referencias a aspectos agrarios, como la obligación de los agricultores de mantener limpios y en buen estado los canales de riego, regar en su turno, no perjudicar a los vecinos de parcelas colindantes y en caso de que se produjera algún daño, pagarles una indemnización en función de la cosecha perdida.

Ha sido descubierto un texto en tablillas cuneiformes, datable del 1.700 a. C., conocido como “Almanaque del agricultor”, en el que el dios Ninurta (deidad de la vegetación exuberante y las avenidas fluviales benefactoras), o un padre a su hijo, aconseja las distintas operaciones agrícolas a realizar en cada estación para obtener buenas cosechas, como el manejo del riego, la preparación del terreno con arado tirado por bueyes, el arrancado de las malas hierbas, la profundidad de la siembra, la prevención del encamado de la cebada, etc. En otros textos literarios existen claras referencias a diversos aspectos de la agricultura, pilar básico de las civilizaciones mesopotámicas más antiguas.

La antigua sociedad sumérica estaba muy estructurada y se conocen por su nombre los diversos “cuadros jerárquicos” de muchas actividades agrarias, como los jefes (“lu-sar”), los intendentes (“nun-banda”), los obreros (“erin”), los jefes de almacén (“ka-gur”), los equipos de cultivos (“en-gar”), los inspectores del riego (“gagullu”), etc.

Se cree que los sumerios practicaban algún tipo de alternancia de cultivos sobre una misma parcela entre los cereales más cultivados (trigo y cebada), posiblemente en función del grado de salinización, así como que destinaban parcelas diferentes, más o menos cercanas al curso de los ríos, a cultivos distintos.

Entre las producciones vegetales más importantes de las que se tiene noticia -además de los dos cereales señalados anteriormente-, pueden citarse, muchas leguminosas de grano (lentejas, garbanzos, guisantes, almortas), textiles (lino y cáñamo), tintoreras (cártamo, índigo, azafrán, rubia,..), plantas leñosas (palmera datilera, higuera, granado, manzano, membrillo, posiblemente la vid, olivo,…), hortalizas (cebolla, ajo, lechuga, rábano,..), plantas de condimento (azafrán, tomillo, mentas,..), plantas medicinales (tenían profundos conocimientos en la materia, hasta el punto de que el nombre actual de muchas de ellas es de raíz acadia), e incluso algunas ornamentales como el rosal, tal y como aparece en la “Leyenda de Gilgamesh”. Fabricaban queso, salazones, perfumes… y bebidas alcohólicas, entre las que destacaba la cerveza, así como “mostos”, seguramente por fermentación de dátiles, y no está del todo descartado que vinificaran la uva, aunque no se tiene constancia de ello en las fases más tempranas de estas civilizaciones. Entre las plagas que incidían sobre sus cultivos estaban los roedores y los pájaros. Para controlar los ratones criaban gatos y mangostas, mientras que con artefactos seguramente ruidosos trataban de espantar a las aves granívoras.

Mucho más recientemente (siglo VIII a. C.) se tienen noticias de que un monarca babilonio llamado Merodak-Baladan que, según la Biblia, mantuvo contactos con el rey Ezequías había elaborado un tratado agrícola titulado “Enseñanza práctica de la agricultura”.

La diosa sumérica Ninki, relacionada con las primitivas y neolíticas “diosas madre”, era protectora las actividad agraria. El dios Ninurta, anteriormente aludido, fue el instructor de los hombres en las prácticas agrícolas; Ennuee era una diosa encargada de inspeccionar el riego; Siduri era la deidad protectora de las tabernas expendedoras de cerveza,…

El calendario civil egipcio, dividido en tres estaciones de 4 meses y 30 días/mes, que es un antecedente claro del actual, se iniciaba cuando la estrella Sirio (Sotis, para los egipcios) aparecía sobre el horizonte de Menfis, que era la estación de “Akhit”, en que comenzaba el ciclo agrario con la inundación del Nilo; la siguiente estación era la de “Perit”, en la cual las aguas del Nilo volvían a su cauce y en la que se procedía a la siembra, y la tercera estación, denominada del “Shemw”, coincidía con la época de recolección de los cereales.

Aunque no se conocen tratados agrarios completos de la civilización egipcia, a través de las pinturas y grabados existentes en construcciones religiosas y funerarias, ha quedado gráficamente reflejado un amplio panorama de la actividad agraria egipcia, con escenas de siembra, laboreo, cosecha y trilla de cereales, recolección de lino y uva, vinificación del mosto, frutas, hortalizas y plantas ornamentales diversas en escenas de ofrendas a los dioses, cría de animales domésticos, etc. Existen asimismo en los ajuares funerarios colecciones de figuritas sobre los distintos participantes en los diversos procesos agroalimentarios de la época, como la elaboración del pan, bollería, queso, cerveza, vino (con seguridad a partir del II milenio a. C.), etc. Además, como el “paraíso” celestial de los egipcios era un lugar en el que los bienaventurados, rodeados de agua con sombras arbóreas y donde soplaba una “brisa vivificadora”, practicaban la agricultura, existen textos litúrgicos como el “Libro de los Muertos” en el que se hacen numerosas alusiones a las actividades agrarias. En documentos célebres, como el llamado “papiro de Eberts” también existen referencias a términos agrícolas. Se han encontrado restos de documentos escolares en los que se resolvían problemas relacionados con la agricultura (medida de superficies, rendimientos, etc.) en las clases de Aritmética y Geometría.

Prácticamente la totalidad de los cultivos desarrollados por los mesopotámicos eran conocidos por los antiguos egipcios así como algunos que se considera fueron impulsados particularmente por esta civilización como la sandía, los melones, el pepino, la chufa, el azufaifo, el ben, numerosas plantas ornamentales y medicinales, etc.

Tanto en las civilizaciones mesopotámicas como en la egipcia se sabe que desde épocas muy antiguas se llevaron a cabo distintos catastros agrarios y como se señaló anteriormente en Mesopotamia, también en Egipto las distintas actividades agrícolas estaban muy delimitadas jerárquicamente y los graneros ubicados en templos y palacios.

Entre los enemigos de las producciones vegetales egipcias estaban las langostas -que se recogían y eliminaban manualmente-; los pájaros que se trataban de ahuyentar con diversos artilugios sonoros y presuntamente estáticos; y los roedores para combatir los cuales criaban gatos, símbolo de la diosa Bastet, protectora de todo tipo de gestaciones. Min, el dios de la fecundidad y de las cosechas, estaba representado por una lechuga, que era paseada procesionalmente en la estación del “Shemw”. Hapy era el dios del Nilo y sus aguas benefactoras para la siembra. Osiris era el dios principal de la trilogía más famosa del panteón egipcio (junto a su esposa Isis y su hijo Horus), que reveló y enseñó a los hombres las prácticas agrarias, la fermentación alcohólica –aprovechada para la elaboración de vino y de pan-, y que representaba el ciclo integral de la naturaleza (vida-muerte-renacimiento). A veces a este último dios, se le asociaba con una espiga de trigo, de manera que durante la trilla, debía de desgranarse con sumo cuidado, para no agraviarlo.

 

Bibliografía básica complementaria

KEMP, B. J. 1992.“El antiguo Egipto: anatomía de una civilización”. Ed. Crítica. Barcelona.

KRAMER, S. N. 1994. “La cuna de la civilización: Antigua Mesopotamia” (2 vol.). Ed. Folio S.A. Barcelona.

LARA, F. 1989. “La civilización sumeria”. Ed. Historia 16, nº 9. Madrid.

MAROTO, J. V.1998. “Historia de la Agronomía”. Ed. Mundi Prensa. Madrid.

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