El clima y la recolección como condicionantes del manejo de malas hierbas en olivar

El cultivo del olivo en España y en especial en Andalucía, con casi 1.500.000 ha, configura un paisaje característico y ocupa amplios territorios, lo que conlleva algunos problemas ligados al manejo del propio cultivo y de las malas hierbas.

El primer factor que afecta a la productividad del olivo es el clima, y más concretamente la pluviometría, que suele ser irregular y con frecuencia escasa en las zonas olivareras mediterráneas. El agua es el factor que más influye en la producción y la competencia que ejercen las malas hierbas limita enormemente esa productividad. De ahí que los olivareros y los agricultores en general hayan combatido fuertemente la presencia de hierbas en los cultivos. Sin embargo, hay que distinguir dos periodos diferentes en cuanto a disponibilidad de agua y su influencia en el manejo de la hierba.

El primero, desde mitad del otoño y durante el invierno, e incluso en algunos lugares hasta entrada la primavera, cuando la precipitación suele ser abundante, las necesidades del olivo son mínimas, lo que permite en muchos casos la presencia de hierba sin que se produzcan pérdidas de cosecha. El segundo periodo, desde final de invierno o principio de primavera, cuando el olivo inicia su actividad vegetativa, la evapotranspiración empieza a ser elevada y las demandas del cultivo también; desde ese momento y hasta finales de verano la presencia de hierba en el olivar es contraproducente y puede reducir enormemente la cosecha. Como ejemplo, para Córdoba, situada en el corazón del olivar andaluz y para años con precipitaciones medias entre 500 y 700 mm anuales, es posible mantener hierba en las calles de las plantaciones hasta mediados de marzo, pero una vez pasada esta fecha es necesario eliminar la hierba si se quiere obtener una buena cosecha.

No obstante, en los olivares podemos diferenciar dos zonas con peculiaridades muy diferentes que condicionan el manejo de malas hierbas: bajo copa y en el centro de las calles.

A priori, la presencia de hierbas o, en su caso, coberturas vegetales, es aconsejable desde el punto de vista ambiental, fundamentalmente por el aporte de materia orgánica que supone para el suelo, el control de la erosión y la disminución de riesgos de contaminaciones; sin embargo, es necesario realizar controles más intensos de las malas hierbas bajo la copa por cuatro motivos importantes:

Primero: La competencia de la hierba por agua y nutrientes es mayor bajo la copa que en el centro de las calles, debido a que hay mayor densidad de raíces, lo que se ha puesto de manifiesto en ensayos comparativos con diferentes sistemas de manejo. Esta competencia implica una reducción de la productividad, afectando a la calidad, bien reduciendo el tamaño de la aceituna, lo que es limitante en aceituna de mesa, o el rendimiento en aceite.

Segundo: La recolección de la aceituna es la operación más costosa del cultivo y la presencia de hierba bajo copa la dificulta y encarece. Esto es debido a la forma de recoge la aceituna. Si se realiza con vibradores provistos de receptores (paraguas invertido), la hierba dificulta la visión del tractorista cuando necesita agarrar el tronco con la pinza. Si se derriba al suelo sobre lienzos u otro dispositivo receptor, la colocación de los mismos se dificulta con la presencia de hierba. Pero sobre todo cuando la aceituna cae al suelo de forma natural, si la hierba es abundante es muy difícil de recoger pues ni barredoras, ni sopladoras, ni cualquier otro elemento que ayude a acopiarla y recogerla, funciona con eficacia. Ante el riesgo de que una parte importante de la cosecha se pierda por este motivo, los olivareros tienden a eliminar la hierba bajo el árbol totalmente durante el periodo de recolección, pleno invierno, o bien la mantienen con un tamaño muy reducido.

En el caso de la recolección para aceituna de mesa, que necesariamente ha de recogerse antes de la maduración y directamente desde el árbol, ese inconveniente no existe. La caída natural de la aceituna es un hecho inevitable en las circunstancias actuales, ya que es imposible recolectar todos los olivos en su momento óptimo de maduración, teniendo en cuenta la gran cantidad de olivos y que en algunas comarcas corresponden casi en exclusiva a una única variedad, por lo que el periodo de recolección es reducido. Además, la época de recolección coincide con el periodo frío y lluvioso, por lo que la planificación de la recolección no siempre es exitosa y sufre retrasos inevitables e impredecibles.

Tercero: La presencia de hierba muy desarrollada bajo la copa del olivo dificulta el manejo del riego (vigilancia de los goteros), la realización de la poda (impide la visibilidad), la vigilancia de plagas (por ejemplo de xilófagos como el abichado Euzophera pyngüis), e impide que las aplicaciones foliares de fertilizantes y fitosanitarios se realicen adecuadamente, ya que la hierba no permite la penetración de las gotas pulverizadas.

Cuarto: Un aspecto más a considerar es que la eliminación durante la primavera y el verano de la hierba muy desarrollada es más problemática que si la hierba tiene pequeño tamaño.

Por un lado encontramos que hay que matarla hacia el mes de marzo o abril para evitar la fuerte competencia por agua y la pérdida de cosecha, pero si esta hierba está muy alta, no podremos aplicar un herbicida sin riesgo de mojar el olivoy producir fitotoxicidad, y las máquinas desbrozadoras y segadoras que existen actualmente en el mercado no siempre reúnen los requisitos necesarios para hacer una operación eficaz. Por otro lado, existen riesgos de incendio cuando la acumulación de restos secos es abundante y continua en el terreno, por lo que este riesgo no se puede correr.

 

La cubierta vegetal en las calles

Hemos visto que bajo la copa del olivo es mejor mantener el suelo limpio sin hierba o hierba de pequeño tamaño, pero en el centro de las calles la presencia de flora espontánea durante el otoño-invierno es aconsejable para luchar contra la erosión y aportar materia orgánica. No obstante, la flora espontánea del olivar es muy diversa y su manejo requiere con frecuencia conocimientos sobre ecología de las especies que los agricultores no tienen.

La flora evoluciona, cambia cada año en función de condiciones climáticas y de las técnicas de manejo que se empleen. Esta flora, cuando en lugar de ser eliminada mediante laboreo se somete a siegas, desbrozados o tratamientos herbicidas, evoluciona y aparecen como dominantes especies que anteriormente pasaban desapercibidas. Tienden a desaparecer las especies características de terrenos labrados que son sustituidas por otras más propias de terrenos de pastos, adaptadas a las siegas y a la no alteración del suelo, o por las tolerantes y resistentes a herbicidas respectivamente.

Todo esto hace que el agricultor dude sobre cual es la forma más conveniente de manejar las hierbas y con frecuencia desconoce los métodos de control específicos para cada especie o tipo de especies.

Un aspecto importante es que cada método de control: laboreo, siega, desbrozado, etc. Tiene un impacto diferente sobre la flora. En principio, ningún método es absolutamente eficaz contra todas las especies, sin embargo, es evidente que una labor, correctamente realizada, elimina al menos en apariencia toda la flora, tanto especies anuales como perennes, aunque con posterioridad se produzca rebrote de aquellas que poseen yemas subterráneas. Las labores suponen para las especies un punto de inflexión, un antes (especies vivas) y un después (especies totalmente eliminadas).

Esto no ocurre cuando se someten a siega, desbrozado, pastoreo o tratamientos químicos, ya que hay especies que escapan al control por estos métodos, y que irán en aumento con el tiempo si el método de control es siempre el mismo, es decir se seleccionan las especies no controladas. Por otro lado, la flora del olivar es muy diversa en cuanto a su fenología. Si bien la mayoría de las especies nacen en otoño y alcanzan la madurez en primavera, existen muchas especies con emergencias durante todo el año, o bien en primavera verano, y además la longitud de los ciclos puede ser muy diferente, desde 2 o 3 meses, hasta varios años para las perennes.

Las diversas fenología y sensibilidades a los diferentes métodos de control suponen para el agricultor el esfuerzo de realizar más de una intervención, en diferentes momentos del desarrollo, y con frecuencia empleando diferente método de control. Por ejemplo, si se trata de segar en marzo, podremos controlar las especies de porte erecto y emergencia otoño-invierno, pero no se controlarán ni las rastreras ni las emergidas después del periodo frío que estarán poco desarrolladas, y sobre las cuales será necesario intervenir con posterioridad.

Para evitar los problemas de manejo de una flora diversa en número de especies, en tipos biológicos, en fenologías y familias botánicas, y de la cual se tiene pocos conocimientos científicos sobre su biología, ecología y respuesta a los métodos de control y manejo, se recurre con frecuencia a la siembra de una cubierta vegetal conocida. Al tratarse generalmente de una sola especie se reduce el número de intervenciones, pero es indispensable que esta especie se instale rápidamente y cubra el suelo, y que a su vez posea una buena capacidad competitiva para que no proliferen otras especies espontáneas, de forma que con un sola intervención se pueda controlar sin que proliferen otras hierbas.

Esto se consigue en primer lugar sembrando sobre un lecho perfectamente preparado mediante labores empleando sembradoras convencionales, o bien con siembra directa empleando una máquina adecuada a cada tipo de semilla y en las condiciones de suelo que cada especie y máquina requieren. Además las condiciones de humedad y porosidad del suelo han de ser adecuadas para que se desarrolle. En este sentido, el continuo tránsito de maquinaria que se produce en otoñoinvierno en el olivar (tratamientos fitosanitarios y recolección) es uno de los mayores inconvenientes, puesto que sobre las rodadas difícilmente prospera una plántula recién emergida. Sin embargo, este desarrollo inicial es muy importante, pues de él depende la capacidad competitiva de la cubierta sembrada.

Los restos de poda triturados contribuyen a aportar materia orgánica y mejoran con el tiempo las características físico-químicas del suelo, pero cuando se acumulan dificultan el desarrollo de una cobertura. En ensayos realizados sobre suelo de un olivar recién arrancado, se pudo comprobar que para eliminar totalmente la vegetación es necesario aportar cantidades importantes, del orden de 70 t por ha, pero cantidades menores también reducen la emergencia de malas hierbas (Figura 1).

 

Desarrollo de maquinaria para el manejo de malas hierbas y cubiertas

Una de las carencias que encontramos para el manejo del suelo y flora del olivar es la disponibilidad de maquinaria específica. Afortunadamente este problema va solventándose paulatinamente, pero es evidente que para otros cultivos se dispone de mejores máquinas adaptadas al marco de plantación y a sus condiciones específicas. Uno de los problemas que los fabricantes encuentran para desarrollar esa maquinaria es la diversidad de tipos de olivar (tradicionales con varios troncos, intensivos, en seto) y de condiciones de trabajo (marcos a veces irregulares, pendientes muy elevadas, alomados, etc.). En cultivos similares, como frutales o vid, estos problemas se han ido resolviendo y se dispone de máquinas mejor diseñadas.

En el caso del olivar se echan de menos, por ejemplo tractores mejor diseñados, más bajos, con neumáticos de alta flotabilidad, con acoples de tracción delanteros que permitan acoplar máquinas para siega y desbrozado, hileradoras y trituradoras de ramón, junto con los vibradores de troncos.

También aperos diseñados para poder incorporar las cubiertas, y por ejemplo obtener los beneficios de una biofumigación.

En cuanto a las aplicaciones herbicidas, es necesario que las plantaciones estén adaptadas a esta tecnología, es decir, marcos regulares, y árboles con troncos verticales y sin ramas péndulas.

Las barras deberían estar provistas de protectores que impidan la deriva o el mojado de ramas bajas, así como de extremos abatibles o retráctiles para evitar daños a los troncos en caso de choque accidental.

Los aperos para realizar labores o siegas en las interlíneas, tan usuales en viña, en olivar casi no se utilizan, en primer lugar porque los que se encuentran en el mercado no son lo suficientemente robustos, pues están diseñados para plantaciones de marcos más estrechos y árboles o vides mucho más pequeñas, por lo que los brazos extensibles son demasiados cortos y frágiles.

Las condiciones de trabajo en olivar normalmente son más dificultosas que en otros cultivos, los aperos de este tipo tienen que ser mucho más robustos y versátiles. Sería deseable que este tipo de máquinas que se diseñara en un futuro permitiera en la medida de lo posible adaptarse al terreno, ya que en la mayoría de los casos es complicado acondicionar el suelo para que esta máquinas trabajen correctamente, y en cualquier caso el paso de maquinaria en la recolección produce irregularidades en el terreno que no se pueden corregir hasta que no se ha completado el ciclo de vegetación.

 

Disponibilidad de materias activas herbicidas

Los herbicidas son una excelente herramienta para el control de las malas hierbas. Con esto no queremos decir que su uso sea obligado, sino simplemente que es una tecnología muy útil para manejar tanto la flora espontánea como las cubiertas sembradas. Sin embargo, la restricción de materias activas por parte de la Unión Europea, más que suponer una ventaja para evitar el deterioro del hábitat y posibles contaminaciones, está siendo un inconveniente e impide racionalizar el uso de estos agroquímicos.

El manejo de una flora diversa requiere disponer de una diversidad de materias activas para poder elegir en cada momento el herbicida más adecuado al control que se quiere realizar, y preservando dos principios fundamentales, que se espacien en el tiempo y en el espacio los riesgos del uso de los herbicidas. Dicho de otro modo, si el olivar ocupa amplios territorios de forma continua, el mayor error que puede cometerse es aplicar un solo producto al mismo tiempo en ese amplio territorio, pues si se produce un evento que provoque contaminación, ésta afectará a mucha superficie; por el contrario, si se alternan las materias activas, y se aplican en diferentes fechas en cada finca, procurando no hacer el mismo tratamiento simultáneamente en amplias zonas, los riesgos de contaminación se reducirán enormemente y además se evitará la aparición de poblaciones resistentes a las materias activas herbicidas. A nivel de cada finca es recomendable también elegir cada año materias activas diferentes, con diferente modo de acción y aplicarlas en momentos distintos (preemergencia, postemergencia temprana, postemergencia tardía). Si además todo ello se alterna con el uso de medios mecánicos, estableciendo bandas de cubierta más o menos permanente, se conseguirá evitar los problemas que en algunos momentos se han producido, de contaminación de aguas o de arrastres a otras fincas colindantes.

Por otro lado, el manejo de cubiertas vegetales de especies de una determinada familia botánica, como por ejemplo leguminosas para aportar nitrógeno, crucíferas para descompactar suelos y luchar contra la verticilosis, o gramíneas para luchar contra la erosión, requiere en muchos casos disponer de herbicidas específicos que controlen esas especies (caso de la siega química de gramíneas) o que controlen el resto de la flora y sean selectivos de las mismas para facilitar su implantación y el mantenimiento de la cubierta (por ejemplo selectivos de leguminosas, que en general son poco competitivas con las especies de malas hierbas de crecimiento rápido.

Como conclusión, para aplicar bajo los árboles y realizar manejos adecuados de la flora espontánea o de la cubierta sembrada en las calles de la plantación, se necesita que haya autorizadas varias materias activas, con diferentes modos de acción para poder aplicarlos en distintos momentos y que al mismo tiempo tengan un amplio espectro de eficacia sobre el conjunto de malas hierbas.

 

La fertilización para mejorar el desarrollo y la capacidad competitiva de las cubiertas

Tal y como se ha comentado, la implantación de una cubierta vegetal no siempre es fácil. Y las razones de su implantación suelen ser normalmente la lucha contra la erosión, a la cual obliga la actual normativa comunitaria de la PAC, y condiciona el cobro de ayudas a la implantación de unas franjas de cobertura mínimas. En el caso de utilizar la hierba espontánea como cobertura encontramos muchas situaciones en que apenas se desarrolla precisamente por tratarse ya de suelos muy erosionados y de escasa fertilidad.

En esas situaciones es obligado recurrir a una fertilización de la cubierta, que puede realizarse con fertilizantes orgánicos (compost o estiércol) o inorgánicos, en dosis adecuada a las necesidades, sin excesos que puedan provocar lavado de nutrientes y contaminación. En el caso de las cubiertas sembradas la situación es similar, pero además deberá elegirse un fertilizante especialmente adecuado al tipo de cubierta elegido, que favorezca su desarrollo y le permita competir selectivamente con el resto de especies espontáneas que en principio no se han considerado idóneas. 

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