El gran desarrollo experimentado por los productos fitosanitarios, a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, ha sido clave para garantizar la creciente demanda de frutas y hortalizas, experimentada por los países más desarrollados.

Los buenos resultados obtenidos en el control de plagas, junto a la facilidad de acceso a este tipo de productos, a unos costes bastante asumibles para el agricultor, y su escasa formación técnica, ha llegado a provocar usos inadecuados y excesivos de fitosanitarios, contra los que la Sociedad europea ha reaccionado de una forma visceral.

En este artículo, el autor reflexiona sobre los que, en su opinión, ha sido el pasado, es el presente y va a ser el futuro de la Sanidad Vegetal

Para reflexionar

Pocos expertos dudan que en la actualidad, en los países desarrollados, se dispone de los alimentos más abundantes, variados y seguros de toda la historia de la humanidad y de que, para garantizar la producción que demandan los mercados de frutas y hortalizas "seguras", son "imprescindibles" los productos fitosanitarios.

Sin embargo, una vez cubiertas las necesidades, se ha producido una sensibilización de la Sociedad en defensa del medioambiente y desconfianza contra todo lo suena a "químico". Esta sensibilización, al menos a veces, está siendo parcial, centrándose especialmente con la agricultura. Otros sectores, en los que se consumen una gran cantidad de productos químicos, como la sanidad humana, productos de uso doméstico (incluso en la estética personal), no se han visto tan afectados.

No solo eso, sino que los propios plaguicidas, cuyo uso en agricultura puede generar un gran temor, son utilizados por los propios ciudadanos contra plagas domésticas o demandados a las autoridades para luchar contra plagas urbanas, como pulgas, cucarachas, mosquitos o roedores.

Ningún producto químico, sea natural o de síntesis, al igual que cualquier actividad humana, está exento de riesgo. Lo importante es que el riesgo derivado de su uso sea muy limitado, en relación con las ventajas que se puede obtener de él. Una agricultura sin fitosanitarios sería comparable a una sanidad sin medicamentos o a un hospital, restaurante o vivienda sin productos de limpieza o desinfectantes.

Lo que parece evidente, es que se han producido usos inadecuados y abusivos de productos fitosanitarios en agricultura, así como la legalización de algunos de ellos que, conforme se han ido incrementando los conocimientos, se ha demostrado que entrañaban unos riesgos ya no son admisibles para una Sociedad moderna, máxime cuando ya podían ser sustituidos por otros.

La presión de grupos ecologistas, corrientes de opinión y mercados, están contribuyendo a luchar contra ese abuso, lo cual es de reconocer y felicitar, habiendo trasladado esta preocupación a la clase política. Sin embargo, justificados por casos de mala praxis, se está pasando a extremos que pueden poner en riesgo la producción, el incremento de precios o el desabastecimientos de algunas frutas y hortalizas, a las que tantos beneficios se le reconocen en la dieta mediterránea. En todo caso, el peligro para una gran parte de la población, será no poder consumirlas en cantidades adecuadas.

Un riesgo evidente en la actualidad, es la utilización de esta preocupación con otros fines, como los comerciales o la defensa de unas determinadas ideas o intereses. Es una temeridad utilizar en "marketing" o en "corrientesde opinión" términos relacionados con los niveles de residuos "menos del 30 o 50% de residuos", "residuo cero", "productos ecológicos más sanos", etc. dando a entender que los productos tradicionales contienen "venenos" peligrosos para la salud, contradiciendo los estudios científicos e infundando dudas a los consumidores.

Un exceso de información y, mucho menos, la transmisión de informaciones sesgadas a personas no preparadas para valorarlas, que se mueven más por los sentimientos que por los razonamientos o, como se suele decir, "por elcorazón que por la cabeza", no siempre es buena. Si en publicidad se dice que un producto no tiene azúcar, se transmite la sensación de que los azúcares son malos, por lo que hay que consumir ese producto sin azúcar. Si se dice que es rico en azúcares, se transmite la impresión contraria, sin que una persona no experta sepa realmente valorarlo.

Lo mismo sucede con la sensación de riesgo de cualquier persona frente a lo más desconocido, en relación a lo cotidiano. Así, es posible encontrar numerosas personas que tiene un gran miedo a viajar en avión y no se plantean el peligro que supone el tráfico rodado, o el alto riesgo, reconocido científicamente, que implica el consumo de tabaco, en relación con los posibles residuos de fitosanitarios en alimentos, cuyos valores máximos han sido marcados también con criterios científicos, pero en este caso para garantizar su seguridad, dentro de los parámetros que se puede mover la ciencia en cada momento.

Llevando esto al extremo, podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que el transporte de frutas y hortalizas a los mercados y los desplazamientos de los compradores para adquirirlos, implica un mayor riego para las personas y para el medio ambiente, que los fitosanitarios que pudieran haber sido necesarios utilizar en su producción ¿a alguien se le ocurriría prohibir su transporte para evitar estos riesgos?.

Y para sacar las ideas un poco más del límite de lo razonable, se podría realizar la típica pregunta, a los clientes de cualquier supermercado, si comprarían frutas u hortalizas "con genes" a la que, la mayoría de ellos respondería que no, sin saber lo que están contestando, al relacionarlos con los productos transgénicos que tan mala fama se han transmitido también de ellos, aunque esto sería otro tema para el debate.

Por el contrario, la agricultura ecológica, a la que debemos reconocerle una gran labor en la búsqueda de soluciones no químicas en el manejo de plagas, aplicables también a las producciones tradicionales, tiene una imagen mucho más respetuosa con el medioambiente y de saludable para el consumidor, aspectos que podría matizarse, aunque no vamos a entrar tampoco en esta discusión.

Lo cierto es que esta agricultura se ha puesto de moda en los medios de comunicación y demandada por determinados mercados y consumidores. Podríamos decir, que esta corriente ha sido asumida por los ideales de la mayoría de grupos políticos y países europeos, que tienden a apoyarla cada vez más. Siendo importante la defensa que debe realizarse de este tipo de agricultura, si hay una parte de la población que la demanda y es capaz de pagar lo que vale, creo que se equivocan quienes piensan que es la agricultura del futuro.

Situación actual de la Sanidad Vegetal

La situación actual en los medios de defensa vegetal, la podríamos resumir en una sola frase: drástica restricción de productos fitosanitarios disponibles.

Esta limitación se está produciendo por varios factores. En primer lugar por la revisión de las materias activas antiguas, derivadas de la Directiva 91/414/ CEE, con criterios toxicológicos y de seguridad mucho más restrictivos, así como la necesidad de presentar estudios muy costosos para las empresas, no rentabilizables en muchos productos, por lo que han quedado excluidos. En segundo lugar el retraso en el registro de los nuevos fitosanitarios, en muchos casos injustificado, y la dificultad que tiene su autorización para determinadas especies o condiciones, como son los cultivos minoritarios o invernaderos. El mayor coste en investigación y registro está repercutiendo el número de materias activas disponibles y en los precios que deben pagar los agricultores por estos nuevos fitosanitarios.

Un problema adicional para los productores lo están poniendo los propios mercados, imponiendo nuevas restricciones a los fitosanitarios, eliminando la posibilidad de utilizar algunas materias activas autorizadas o imponiéndole nuevos límites de residuos, a los que ya tienen fijados con los criterios científicos y de seguridad establecidos.

La drástica restricción de productos fitosanitarios y su mayor coste está favoreciendo otras vías de investigación y desarrollo en el manejo de plagas que, hasta hace poco, no podían competir por sus mayores precios, mayor complejidad y resultados más lentos e inciertos. Nos referimos al control biológico de plagas, especialmente con sueltas masivas de auxiliares, o al tecnológico, mediante estrategias de confusión sexual o captura masiva. Las medidas de prevención y de higiene, así como de cerramientos físicos, especialmente en el caso de cultivos hortícolas, han adquirido también una mayor importancia.

Las restricciones en los fitosanitarios tradicionales han sido aprovechadas para introducir en el mercado, con una extraordinaria facilidad, otros productos de "origen biológico" o "naturales", comunicados como "otros medios dedefensa vegetal u OMDV", de composición no bien definida. En la mayoría de casos, estos productos ofrecen serias dudas sobre el control real que pueden ejercer sobre las plagas y su compatibilidad con auxiliares. Además, al ser de origen natural, suelen ser publicitados como respetuosos con el medioambiente y fauna auxiliar, y no peligrosos para los aplicadores ni para los consumidores, como si en la naturaleza no existieran productos extremadamente venenosos, mutagénicos y contaminantes.

Hay que tener en cuenta que la naturaleza es pura química (y física) y que los productos "de origen natural" no siempre son inocuos, ni su utilización en la producción de frutas y hortalizas ofrece mayores garantías de "seguridad". Sus posibles efectos indeseables y adopción de medidas de seguridad, habitualmente están menos estudiados que los fitosanitarios de síntesis.

Con todo este panorama, se han ido elaborando toda una serie de "Normas de calidad" en la producción de frutas y hortalizas, como son las deProducción Integrada, en las que se les da prioridad a los métodos menosagresivos en el manejo de plagas, aun permitiendo la utilización justificadade productos fitosanitarios, con una mayor exigencia en la formación detécnicos y agricultores, así como el control externo y de trazabilidad de todoslos procesos de producción.

Siendo un avance muy importante en la producción hortofrutícola, estas Normas se han elaborado con unos criterios, bajo mi punto de vista, excesivamente rígidos, especialmente para lo que son cultivos hortícolas, donde existe una amplia variabilidad entre ciclos y condiciones de producción. La fijación de muestreos, de criterios de intervención o de análisis a realizar, no siempre técnica ni económicamente justificables, así como la excesiva documentación a manejar o los controles externos a incluir, con los incrementos de costes que todo ello implica al agricultor, unida a la variabilidad de normas entre diferentes CC AA, ha limitado su implantación. Otras normas de calidad, elaboradas por criterios menos técnicos, pero impuestas por diferentes cadenas de distribución de alimentos a sus proveedores, han adquirido una mayor importancia.

El futuro de la Sanidad Vegetal

Está clara la reducción de materias activas que se está produciendo en estos momentos y que es previsible que se vaya incrementando en un futuro inmediato.

La cuestión es donde está el límite, sin que se ponga en riesgo las producciones de frutas y hortalizas en Europa, con las que ya comienzan a plantearse serios problemas.

Los fitosanitarios, cada vez más selectivos y más seguros para el medioambiente, aplicador y consumidor, van a incrementar sensiblemente sus precios, tanto por las inversiones que requieren para su salida al mercado, como por la falta de competencia con otros productos. Los controles sobre su uso van a ser cada vez mayores y, por que no, posiblemente va a requerir la intervención

de un profesional para poder ser adquiridos y utilizados, tal y como sucede ya con la mayoría de medicamentos.

La limitación de materias activas va a favorecer la generalización y reiteración en el uso de los que queden, aunque se les impongan restricciones en el número máximo de aplicaciones por ciclo de cultivo, lo que va a fomentar los riesgos de aparición de resistencias.

La mayor especificidad de los productos contra los problemas para los que han sido desarrollados, puede tener un doble efecto: por un lado, una mayor compatibilidad con auxiliares, por otro, proliferación de otras plagas secundarias.

Los productos "de origen natural" que en estos momentos se están comercializando, prácticamente sin ninguna limitación, como OMDV, deberían ser sometidos a un mayor control, en cuanto su composición, eficacia y posibles efectos indeseables, lo que incrementará sus costes, garantizará unos resultados más estables y, como consecuencia de todo ello, reducirá su número en el mercado, me atrevería a decir que en más del 90% de los actualmente pueden encontrarse en el mercado.

Las técnicas de control tecnológico, especialmente de confusión sexual, se van a ir desarrollando, generalizando y abaratando en el manejo de algunas plagas. Su aplicación para determinados cultivos y situaciones, especialmente de hortalizas, va a ser compleja. A la vez, dada su especificidad, va a favorecer el desarrollo de otras plagas secundarias por lo que, posiblemente, se va a limitar bastante a especies de gran interés.

Las técnicas de control biológico de plagas, con sueltas precoces o inoculativas de artrópodos criados masivamente en "biofábricas", van a incrementar su importancia, no exentas tampoco de complicaciones. Así, pueden producirse problemas en su producción causados por enfermedades, que pueden extenderse con facilidad entre individuos, cuando se confinan elevadas poblaciones. La eficacia depredadora o de parasitismo de los ejemplares criados en insectarios, así como su capacidad de búsqueda o supervivencia en condiciones de campo, puede también verse afectada tras varias generaciones multiplicadas en insectarios, con dietas artificiales y condiciones ambientales óptimas, en relación con los ejemplares silvestres.

Los problemas de resistencias, tan descritos con los productos químicos y desconocidos con la lucha biológica, van a hacerse también patentes para los auxiliares, conforme se extienda y se prolongue en el tiempo su uso. De hecho, en zonas y cultivos del sureste español, donde desde hace más de 10 años se ha generalizado el uso del control biológico en las plantaciones de pimiento, además de la selección de otras especies de pulgón, se han confirmado casos de resistencias de Myzus persicae frente a Aphidius colemani, que en los primeros años se mostraba como el principal y más eficaz parasitoide de pulgón en la zona.

Si tenemos en cuenta, que cuando se establece una plantación, se está poniendo una fuente de energía y alimentos para todos aquellos seres vivos que pueden aprovecharlos, la lucha contra ellos va a ser continua y dinámica, por lo que se requieren herramientas suficientes y variadas para su manejo en el tiempo.

Aunque puedan, y deban, integrase otras técnicas de manejo de plagas, es difícil entender una agricultura moderna y racional, que pueda cubrir las necesidades crecientes de alimentos de la población, sin los productos fitosanitarios. Por ello, racionalizando su uso, es fundamental que haya disponibilidad de una gama amplia para poder ayudar a controlar los posibles desequilibrios que pueden causar las plagas en los cultivos. Un mayor número de materias activas registradas, lejos de implicar un mayor consumo de fitosanitarios, permite una mejor racionalización en su uso y reduce riesgos de de resistencias.

Teniendo en cuenta todos los factores descritos y los cambios que se pueden producir en la fitosanidad de los cultivos, debería imperar el sentido común, huyendo de catastrofismos y alarmismos con los productos fitosanitarios, confiando en los criterios científicos exigidos que garantizan su inocuidad.

El futuro de la sanidad vegetal, bajo la opinión del autor, pasa por una revolución tecnológica en los profesionales del campo, que permita racionalizar e integrar las diferentes herramientas de manejo de plagas, entre las que, ineludiblemente, tienen que figurar los productos fitosanitarios, junto a los organismos de Control Biológico, nuevas estrategias tecnológicas y la mejora biotecnológica de variedades. La Producción Integrada, adaptada a los nuevos tiempos, debería convertirse en la agricultura estándar del futuro.

Las actuaciones mancomunadas, y la regulación y control de estrictas medidas de sanidad, van a ser clave para reducir la presión fitosanitaria en el ámbito de zonas de producción. En este sentido, la elaboración de "Planes deActuación Fitosanitarios" a nivel de cultivos o comarcas, como los que se están ensayando ya en algunas zonas de producción del sureste español, van a ser importantes para conseguir estos objetivos.

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