Hace unos meses escribí para Acta Científica y Tecnología, la revista que edita la Sociedad Española de Científicos, a la cual me honro pertenecer, un breve artículo titulado: ¿Es la Agricultura Ecológica una moda o responde a una necesidad?. Quiero, en este agradecimiento al honor que me concede la sociedad con su premio, explicar por qué para mi no es una moda. Es una opción profesional cómo ingeniero agrónomo, cómo investigador y catedrático de uno de los aspectos más relevantes de la producción agraria. Es una toma de posición que ha dirigido mi vida profesional desde hace ya no pocos lustros.

En el último trienio se ha producido un fenómeno poco común en agricultura durante los últimos decenios: Los precios internacionales de los cereales se han triplicado y su justificación no está en la falta de productividad. Los economistas han planteado que la subida de precios se ha debido al incremento de la demanda.

De otra manera expresado: se produce por debajo de la necesidades alimentarias de la población humana del planeta.

Este hecho ha traído a colación las ideas del tan denostado clérigo y matemático Malthus. Parece sensato no cuestionar la idea de que las sociedades tienen que vivir dentro de lo permitido por sus recursos, ni poner en duda que la capacidad de cualquier sociedad para aumentar esos recursos está en último término limitada. Sin embargo, hoy en día no queremos oír hablar delímites.

La visión pesimista de Malthus pareció que había sido desterrada por la famosa "Revolución verde" (la expresión no tiene nada que ver con el significado que actualmente se le da a lo "verde"; el adjetivo fue utilizado en contraposición a la Revolución Roja de la entonces Unión Soviética). Aquellos cereales enanos con gran productividad gracias al regadío, los abonos de síntesis y los fitosanitarios han tenido efecto negativos poco difundidos. El gobierno de la India subvencionó canalizaciones, fertilizantes, perforaciones de pozos para el regadío y proporcionó a los agricultores electricidad gratuita para bombear el agua. Las nuevas variedades de trigo se difundieron rápidamente por toda Asia y cambiaron las técnicas tradicionales de cultivo. Poco después llegaron las nuevas variedades de "arrozmilagroso". Gracias a la maduración más rápida, los agricultores obtenían dos cosechas al año en lugar de una. Hoy, las cosechas de trigo, arroz, algodón son la norma en el Punjab, que junto al vecino estado Haryana suministran más del 90% del trigo consumido por la India. Parece, que en la actualidad el milagro de la revolución verde ha terminado en el Punjab. El crecimiento de la productividad prácticamente se ha estancado desde mediados los años 90. El regadío, excesivo ha provocado un acusado descenso de la capa freática, al tiempo que miles de hectáreas se han perdido a causa de la saturación de agua o por la salinización.

Cuarenta años de "revolución verde" han dejado una huella nada prometedora.

Que duda cabe que los beneficios de la revolución verde fueron notabilísimos, pese a que con el paso del tiempo su aplicación o el abuso de esa aplicación tenga efectos marcadamente negativos.

Muchos científicos y agricultores creen que la solución a la actual crisis alimentaria es una segunda revolución verde, basada fundamentalmente en los nuevos descubrimientos de la genética. No son pocos, incluyendo a grandes empresas multinacionales, los que creen, y así lo defienden en todos los foros, que estos avances de la genética dará lugar a nuevos cultivares caracterizados por una mayor productividad, menor necesidad de fertilizantes y mayor tolerancia a la sequía. Lo cierto es que por el momento esos enunciados no han pasado de ser meras promesas. La esperanza que propagan tiene un horizonte temporal (2012) fecha para la que algunas empresas multinacionales han anunciado la aparición en el mercado de maíz resistente a la sequía. Su producción se ha cifrado en incrementos del 6 al 10% en años secos con respecto a las variedades actuales.

Nada se ha dicho sobre el costo de dicha variedad de maíz. Frente a esta forma de ver hay otra postura contrapuesta, encabezada, igualmente, por numerosos científicos y agricultores y que comparto desde hace años.

Punto de vista que podría extraerse del documento elaborado por 400 expertos de todo el mundo y propiciado por el Banco Mundial y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), cuyo título es bastante expresivo: "Evaluación internacional del papel del conocimiento,la ciencia y la tecnología en el desarrollo agrícola". Documento con un argumento general bastante elocuente: el enorme incremento de la producción propiciado por la ciencia y tecnología en los últimos 30 años no ha servido para mejorar el acceso de los alimentos de muchos de los pobres del mundo. Es evidente que el postulado básico de la revolución verde que era concentrarse en el mero incremento de la productividad, a cualquier precio, marró en sus resultados al no tener en cuenta las repercusiones ambientales y sociales de la agricultura.

A quienes hemos estado en desacuerdo con una "segunda revolución verde" y nuestra experiencia nos ha conducido a un desarrollo agrícola más equilibrado, nos han limitado en las disponibilidades presupuestarias para investigación con argumentos basados en descalificaciones personales y profesionales sin fundamento racional.

Espero que esta sociedad de científicos que ahora me premia sea consciente de lo que no ha distinguido con el galardón: en un sistema como la agriculturala simplificación, interesada o no, puede ser contraproducentepara una inmensa mayoría aunque sea lucrativa para unos pocos.

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