El control del mildiu de la vid se efectúa tradicionalmente según calendarios preestablecidos.

Supone un coste económico y medioambiental que hay que limitar. La Lucha Oportuna es una estrategia de racionalización que puede cumplir tal objetivo; se fundamenta en intervenir cuando se aúnan determinadas condiciones ambientales en presencia de enfermedad. Se ha experimentado una modificación de esta estrategia, denominada Lucha Oportuna Adaptada, en la comarca de O Salnés durante 12 años. Comparada con la lucha clásica, se ha logrado reducir sensiblemente el número de intervenciones a realizar cada campaña sin pérdida alguna de productividad.

 

 

INTRODUCCIÓN

La lucha contra el mildiu de la vid exige la aplicación de fungicidas a intervalos regulares en la mayoría de los viñedos del hemisferio norte (VIRET et al., 2001). Esta aplicación reiterada limita el objetivo de racionalizar el control con el fin de reducir posibles efectos negativos para el medio ambiente. Para limitar estos efectos se están tratando de desarrollar diferentes estrategias. También existen modelos de predicción epidemiológica que podrían ser útiles. Sin embargo, estos modelos normalmente tienen una base matemática y no siempre son capaces de adecuar la estrategia de tratamientos a la evolución de la enfermedad en el campo (VERCESI & LIBERATI, 2001). Además, deben ser validados para condiciones diferentes de las originarias mediante experimentación y ajustes.

En Galicia, Rías Baixas es una de las cinco zonas con denominación de origen para sus vinos. Con el Albariño como variedad dominante, se encuentran adscritas a ella algo más de 2.500 ha de viñedo repartidas en cinco subzonas de la provincia de Pontevedra (O Salnés, Condado do Tea, O Rosal, Soutomaior y Ribeira do Ulla). O Salnés dispone de mayor superficie de cultivo con cerca de de 1500 ha de viñedo. La lucha sistemática según calendarios preestablecidos es la estrategia de control de mildiu habitualmente utilizada. Se realiza así un número de intervenciones por campaña comprendido, en el mejor de los casos, entre 8 y 12, aunque estas cifras suelen ser superadas. Para racionalizar el control del mildiu en la zona hemos experimentado una variante de la estrategia denominada Lucha Oportuna, con la que se pretende limitar las intervenciones sólo a las realmente necesarias.

 

 

Material y métodos

La Lucha Oportuna (L.O.) se fundamenta en diversos estudios recogidos y precisados por Mescalchin en Italia (MESCALCHIN, 1992). Optimiza el número de intervenciones relacionando determinados parámetros climáticos con la epidemiología del hongo. Para efectuar los tratamientos se aplican una serie de criterios: la primera intervención no se realiza hasta que aparece la primera mancha de aceite y se registran condiciones para la esporulación y para la infección secundaria. Las condiciones para la esporulación son oscuridad, temperatura media superior a 13oC y humedad relativa superior a 92-95% durante al menos cuatro horas. Para la infección secundaria, el resultado del producto "número de horas de hojas mojadas" por "temperatura media durante ese período" debe ser superior a 50. Las demás intervenciones antimildiu se realizan una vez se cumplan las mismas condiciones en presencia de esporangios vitales (la capacidad germinativa de los esporangios se agota con temperaturas próximas a 30oC durante 8 horas). En todos los casos se aconseja aplicar fungicidas penetrantes o sistémicos como máximo en los tres días siguientes al cumplimiento de los criterios.

Nuestra experimentación comenzó respetando estos criterios, pero con la experiencia se incorporaron otros y no siempre se consideraron los primeros. El seguimiento semanal de la enfermedad en campo llevó a descartar determinados tratamientos por no observar signos de infección o por no observarse esporulación.

Por lo tanto, la estrategia de optimización que hemos practicado podríamos llamarla Lucha Oportuna Adaptada (L.O.A.). Además, desde 1997 incorporamos a la experiencia la determinación de la fecha de maduración de las oosporas debido a la dificultad que existe de prever las infecciones primarias. El protocolo que empleamos para ello es el siguiente: en otoño, se recogen hojas lo más jóvenes posible en los viñedos; se observan a la lupa binocular (con luz transmitida) y se determina la presencia de oosporas. Se construyen sacos de malla que se llenan con una mezcla de tierra y arena; en la parte superior llevan dos mallas más finas entre las que se colocan trozos de hojas con oosporas. Los sacos se entierran en un viñedo y se recubren con una capa de tierra de 2 cm. En la primavera temprana comienzan a retirarse del suelo; los trozos de hoja con oosporas, se lavan y se ponen en una cámara húmeda, incubándose a 20oC en estufa y en oscuridad. Tras 24 h, se retiran de la estufa y se observa si se ha producido la germinación de las oosporas: si es así, se considera que las oosporas ya están maduras en la naturaleza, repitiéndose el procedimiento de laboratorio hasta siete días después en caso contrario.

En la selección de las parcelas del ensayo (no se mantuvo la misma todos los años) consideramos un doble objetivo: uno técnico, pues debían ser fincas en producción representativas de la zona, y otro de gestión: superficie suficiente para permitir la comparación (en porcentaje de racimos afectados) entre lucha clásica y L. O. A. (tratando siempre con el mismo tipo de fungicida) y posibilidad se contar con plantas testigo sin tratamiento para comprobar la evolución natural de la enfermedad.

 

Resultados

El número de tratamientos efectuados por la estrategia lucha oportuna adaptada fue, en general, sensiblemente menor que por la estrategia clásica.

 

Campaña 1996. Las lluvias abundantes que se registraron entre octubre de 1995 y febrero de

1996, y unas temperaturas mínimas relativamente suaves, favorecieron la aparición de la primera mancha antes que en años anteriores en la zona (el día 2 de mayo), momento en que se hizo la primera intervención. Se realizaron tres tratamientos más en L.O.A. (se escogió cimoxanilo más folpet para todas las aplicaciones): el 1 de junio (consecuencia de las precipitaciones de la semana anterior), el 25 (aparición de nuevas manchas tras las lluvias de dos días antes) y el 24 de julio, debido a una nueva infección consecuencia de nieblas persistentes. Por la estrategia clásica se realizaron diez tratamientos en total. No se superó el 10% de pérdida de cosecha por ninguna de las dos estrategias de lucha (Gráfico 1).

 

Campaña 1997. Desde esta campaña, se determinó la fecha de maduración de las oosporas, que resultó producirse el 14 de abril. La infección primaria se manifestó en la tercera semana de mayo, interviniendo con cimoxanilo más mancozeb.

La evolución climática desde entonces fue particularmente favorable al desarrollo de la enfermedad, con lluvias reiteradas y temperaturas favorables. De hecho, ya desde la primera quincena de junio se alcanzaba un 50% de ataque en hoja y un 30% en racimo en las plantas testigo, con un 100% de hojas y racimos afectados ya en julio. Aún así, sólo se estimaron necesarias, según la evolución de la enfermedad en campo, cinco intervenciones más en O Salnés. En la estrategia clásica, se realizaron 11 tratamientos en total. A pesar de la reducción del número de intervenciones, la situación final por racimos afectados fue similar en L.O.A. y en el control clásico (Gráfico 1).

 

Campaña 1998. Los últimos meses de 1997 y los primeros (salvo marzo) de 1998 estuvieron caracterizados por precipitaciones prácticamente constantes. La primera mancha apareció el 13 de mayo (la oospora estaba madura desde la tercera semana de abril). La intervención siguiente tuvo lugar el 11 de junio y un último tratamiento fue aplicado el 24 de junio. A partir de ese momento hubo condiciones para la infección secundaria algunos días, pero el verano fue bastante seco, y también la agresividad que demostró el patógeno fue inusualmente baja (en testigo sólo se tuvo un 30% de superficie afectada de racimo a fin de campaña). Así, aunque posteriormente aparecieron tímidos síntomas de la enfermedad, en las revisiones siguientes se comprobó una remisión "natural" de los mismos y no se realizaron más tratamientos (en todos los casos se utilizó cimoxanilo más propineb). Esto contrasta con los ocho que se efectuaron según la estrategia clásica. Tanto en L.O.A. como en la estrategia clásica, no se observaron pérdidas de cosecha por la enfermedad a final de campaña.

 

Campaña 1999. Con las lluvias abundantes y las temperaturas suaves del invierno y la primavera, la infección primaria por P. viticola fue intensa.

La primera mancha apareció el 6 de mayo, pero el tratamiento correspondiente no pudo efectuarse hasta el 12 precisamente por las precipitaciones.

Por ello, se realizó con dimetomorf, fungicida que, según nuestra experiencia, cuenta con una buena acción curativa. Desde ese primer tratamiento se realizaron cuatro más, y ya desde finales de julio se observó una remisión general de los síntomas. Por la estrategia clásica, el número final de aplicaciones fue de 14. Sin embargo, las pérdidas de cosecha fueron similares a las obtenidas por L.O.A. (un máximo de 8% de afectación). En las plantas testigo, los racimos estaban afectados en su totalidad ya en el mes de junio, y las hojas se habían perdido totalmente en julio.

 

Campaña 2000. La maduración de las oosporas tuvo lugar a finales de abril. La primera mancha apareció el 16 de mayo, tras una semana de lluvias constantes. El siguiente tratamiento (con cimoxanilo más propineb) se realizó el 31 del mismo mes. Tras esta intervención, se efectuaron sólo cuatro más (14 de junio, 5 y 28 de julio y 10 de agosto), mientras por la estrategia clásica fueron 16 los tratamientos aplicados. Las pérdidas de cosecha final se limitaron (en el caso de las dos estrategias) a racimos aislados; en las plantas testigo, hubo una pérdida de racimos cercana al 90%.

 

Campaña 2001. En invierno-primavera 2000-2001 se registraron temperaturas suaves y siete meses de lluvia ininterrumpida, lo que hacía presagiar una campaña especialmente compleja.

Además, la maduración de la oospora se adelantó casi un mes (16 de marzo). Sin embargo, se trató de un año excepcional, pues la infección primaria y las primeras secundarias no tuvieron importancia.

De hecho, a 26 de julio únicamente había un 8% de racimos afectados por la enfermedad en la plantas testigo, lo que contrasta con los años anteriores. No hubo apenas síntomas en el momento de máxima sensibilidad (floración-cuajado), y los verdaderos daños se produjeron a partir del cierre del racimo, siendo ya ataques de mildiu larvado. Según L.O.A., se realizaron cinco intervenciones tras la aparición de la primera mancha (24 de abril), y diez en el control tradicional. En las plantas testigo, se alcanzó el 97-100% de pérdida de cosecha, frente a valores máximos de 5% en nuestra estrategia y de 10 en la clásica.

 

Campaña 2002. En las plantas testigo se obtuvo porcentajes finales del 100% de racimos dañados por el hongo. Sin embargo, su agresividad no fue muy elevada: periódicamente surgieron brotes de la enfermedad pero no alcanzaron órganos de la planta diferentes a aquellos en que se manifestaban y en la mayoría de los casos no se desarrollaban más allá de una esporulación incipiente.

La maduración de la oospora se produjo el 19 de marzo. La primera mancha apareció a principios de mayo. Desde la primera intervención (con fungicidas sistémicos) se realizaron tres aplicaciones más.

Hubo más momentos con condiciones de infección secundaria, que implicarían intervención según lucha oportuna (L.O.), pero no tuvieron incidencia en el campo, por lo que según L.O.A. no se efectuaron más tratamientos. En la estrategia clásica hubo 13 tratamientos. Los porcentajes finales de pérdida de racimo no alcanzaron en ningún caso el 5%, coincidiendo a grandes rasgos con los de la estrategia clásica.

 

Campaña 2003. El patógeno mostró una agresividad elevada esta campaña. Los primeros síntomas se observaron el 8 de mayo. Tras la primera intervención (con cimoxanilo más famoxadona), se realizaron cuatro tratamientos más entre junio y julio. Después, hubo momentos con condiciones favorables al patógeno pero no tuvieron su reflejo en campo. Con las aplicaciones de L.O.A., las pérdidas de racimo volvieron a situarse en torno al 5%. En las plantas testigo, en julio ya había un 100% de racimos afectados.

 

Campaña 2004. Campaña excepcional en la D.O. Rías Baixas: no se superó en testigo unas pérdidas de racimo superiores al 20% a fin de campaña. La maduración de la oospora se produjo el 25 de marzo, tras un invierno bastante lluvioso. Los primeros síntomas aparecieron el 5 de mayo. Tras el primer tratamiento, se efectuaron cinco intervenciones más debidas básicamente a la concurrencia de nieblas en diferentes períodos que dieron lugar a infecciones secundarias. Con la estrategia clásica se realizaron 13 intervenciones, aunque al igual que en las plantas tratadas según L.O.A. apenas se observaron pérdidas de racimo por mildiu.

 

Campaña 2005. La maduración de la oospora fue el 29 de marzo y la aparición de los primeros síntomas tuvo lugar el 3 de mayo. Después de ese momento, nuevamente las nieblas persistentes en algunos momentos marcaron en general la pauta de tratamientos. En los primeros días de julio se alcanzaron temperaturas superiores a 30oC durante varias horas, comprobándose en campo la inactivación de los esporangios que se habían producido por las lluvias de los últimos días de junio. Como tampoco se registró humedad foliar nocturna, no se efectuaron tratamientos en todo el mes, y desde los últimos días de junio no hubo más aplicaciones antimildiu hasta la primera semana de agosto. En total se realizaron siete intervenciones por L.O.A., y 13 por la estrategia clásica. El cómputo final de pérdidas fue similar en las dos estrategias (Gráfico 1).

 

Campaña 2006. Al igual que en 2004, este año la agresividad del patógeno fue muy baja. Aún así, se registraron reiteradamente en primavera condiciones para la infección secundaria, con nieblas densas que mantenían humedecida la vegetación y/o precipitaciones. Sin embargo, el verano fue seco. La maduración de la oospora se produjo el 31 de marzo. La primera mancha apareció el 26 de abril. Se realizaron cinco intervenciones según L.O.A. (sin tratamientos en julio por clima estable) y 14 en la estrategia clásica. No se alcanzó más que un 1% máximo de pérdida de cosecha en cualquiera de las dos estrategias, y en testigo, apenas un 20% de afectación.

 

Campaña 2007. En 2007 las pérdidas de cosecha en algunas explotaciones de la zona fueron elevadísimas, aún cuando se aplicasen incluso más intervenciones de las habituales (17 intervenciones por la estrategia clásica). En realidad, condiciones de infección secundaria hubo en similar medida a otros años, pero la agresividad del patógeno fue tal que no todos los fungicidas fueron capaces de limitar sus daños. En nuestra parcela se realizaron nueve tratamientos, con una cadencia casi quincenal salvo en el mes de julio, mientras que en la estrategia clásica se trató prácticamente cada diez días. Los productos utilizados oscilaron desde los sistémicos hasta el dimetomorf, que fue aplicado nuevamente para frenar infecciones mal controladas. Con un 100% de racimos afectados en testigo ya en el mes de junio, en las zonas tratadas se alcanzaron pérdidas de cosecha de hasta 15%, superiores a las registradas en otras campañas.

 

Campaña 2008. La agresividad del patógeno fue inferior a la del año anterior. La maduración de la oospora tuvo lugar el 18 de marzo. Desde la brotación hubo repetidas condiciones para la infección secundaria (primavera y verano lluviosos).

La primera mancha apareció ya en la primera semana de abril, coincidiendo con precipitaciones persistentes pero no con temperaturas compatibles con la esporulación. Aún así, existía esporulación (en ese momento, por la estrategia clásica ya se contaban tres tratamientos). Esta primera infección fue bien controlada y no hubo necesidad de más intervenciones hasta finales de abril. Las tormentas del 8-9 de mayo, crearon nuevamente condiciones altamente favorables al hongo, surgiendo nuevas manchas y la necesidad de un tratamiento. La semana siguiente, coincidiendo con una elevada sensibilidad del viñedo (momentos previos a la floración) hubo nuevamente condiciones muy favorables. Por eso, no sólo hubo que renovar los tratamientos sino que se cambió el fungicida utilizado (mezcla de cimoxanilo más contacto) por dimetomorf. Las siguientes dos aplicaciones se realizaron por nuevos ataques derivados lluvias o nieblas en junio. La última intervención por L.O.A. fue recomendada a finales de julio. Ya en agosto, con el envero alcanzado, hubo más condiciones favorables, pero al no afectar al racimo no se realizaron tratamientos. En total se efectuaron siete intervenciones según L.O.A., y 16 según el control tradicional. Los porcentajes de ataque en racimo en las plantas testigo alcanzaron el 100% a finales de julio; en las parcelas tratadas oscilaron entre el 5 y el 8% en las dos estrategias a estudio.

 

Discusión y conclusiones

La lucha oportuna, estrategia en la que se basa L.O.A., no es en sí misma una metodología de reducción del número de aplicaciones fungicidas, sino de intervención en el momento oportuno según la biología del hongo. Sin embargo, no intervenir hasta la aparición de la primera mancha (se retrasa la primera intervención entre 20 días y 2 meses) y condicionar los demás tratamientos a ciertos criterios (como no intervenir en períodos secos), ya supone una limitación frente a los tratamientos clásicos. Si además se complementa con la comprobación en campo de la situación del viñedo (L.O.A.), puede optimizarse en mayor medida la defensa antimildiu: la reducción en las aplicaciones fungicidas es notoria frente a las teóricas por condiciones de infección secundaria (Tabla 1), pues no siempre existen síntomas viables en campo aún cuando se den las condiciones teóricas de infección. Con esta situación, queda claro que el seguimiento en campo de la enfermedad resulta imprescindible y como hemos visto permite una reducción mayor de tratamientos frente a la lucha oportuna en sí.

Los resultados de pérdida de cosecha confirman que es posible optimizar el número de aplicaciones fitosanitarias manteniendo un nivel de control similar al que se consigue con tratamientos aplicados preventivamente. Pero para obtener estos resultados con L.O.A. se requiere cierto nivel de conocimientos y controles periódicos al viñedo, además de aceptar un riesgo mayor, lo que puede constituir una desventaja del método.

 

Abstract

Traditional control of the grapevine downy mildew has been based on fixed and scheduled treatments, which involved unnecessary economical expenses and environmental risks that should be limited.

Opportune control is a rationalization strategy that meets these requirements, being based on the intervention whenever certain environmental conditions occur in presence of the disease. A modification of this strategy, known as Adapted Opportune Control, has been carried out in the ?Rias Baixas? Denomination of Origin (Pontevedra) for 15 years. As compared to traditional control techniques, this strategy has notably reduced the number of interventions needed for each campaign without losses in productivity.

 

BIBLIOGRAFÍA

MESCALCHIN, E., 1992. Come si puo migliorare la difesa antiperonosporica. Terra Trentina, 1992: 14-21.

VERCESI, A., LIBERATI, D., 2001. Modelli epidemici: possibilità applicative e prospettive. Informatore Fitopatologico 4, 2001: 13-18.

VIRET, O., BLOESCH, B., TAILLENS, J. , 2001. Prévision et gestion des infections du mildiou de la vigne (Plasmopara viticola) à l?aide d?une station d?avertissement. Revue Suisse Vitic. Arboric. Hortic. Vol. 33 (2): I-XII.

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