Tenemos tendencia a menospreciar todo aquello que está próximo a nosotros. Solemos ver poco mérito en quien cotidianamente nos acompaña, pero cuando lo contemplamos en la lejanía, o en un tiempo que se fue ¡qué grande vemos su alma! Sus gestos y su figura, que antes juzgábamos vulgares, ahora los consideramos elegantísimos. Nada parece ser inequívoco. Todo lo que nos rodea ?incluso la velocidad de la luz? es relativo. Tenía yo un profesor de física que gustaba de proponer ejercicios para calcular las modificaciones que se producían entre distintas variables relacionadas entre sí ?Un tren circula a 80 km/h; en ese tren, una mosca que hay en la ventanilla se desplaza a 3 cm/s, y un espectador que lo observa pasea a 5 km/h. Determinad la velocidad de cada uno de ellos respecto a los demás?. Yo calculaba muy mal y el resultado no solía ser el correcto, pero aquellos enunciados fueron para mí una lección extraordinariamente pedagógica en la cual aprendí que todo lo que observamos en el Universo está interconectado, constituyendo una red de redes que se dobla en dobleces infinitamente.