Los tratamientos fitosanitarios con dron son una realidad en continua expansión en la agricultura mundial. En distintos escenarios, el dron muestra claras ventajas en relación a las aplicaciones terrestres y los tratamientos aéreos convencionales, mejorando la seguridad y reduciendo la cantidad de producto fitosanitario aplicada. Estas ventajas adquieren su máxima expresión en los tratamientos de precisión (selectivos). En este contexto, son varios los países que, paralelamente a la tramitación del nuevo Reglamento de Uso Sostenible, están generando un marco regulatorio propio para autorizar los tratamientos con dron en circunstancias concretas. Vistos los conocimientos acumulados y la importante demanda del sector productivo, deberíamos adecuar con urgencia nuestra normativa a la nueva situación.

En nuestro país, y en otros estados europeos, es sabida la práctica extendida de tratamientos no autorizados con dron. Si las reglas no se modifican, esta situación anómala irá ganando dimensión visto el interés del dron entre productores y empresas, particularmente las prestadoras de servicios asociados a la agricultura de precisión.

Los drones en aplicaciones fitosanitarias se iniciaron hace aproximadamente tres lustros. En el período transcurrido, se vienen mostrando de gran utilidad, representando en determinados escenarios una buena alternativa a los tratamientos terrestres y aéreos convencionales.

Su empleo ha crecido exponencialmente en distintos países asiáticos, en especial en China, Corea del Sur e India. En estos países, el destino principal viene siendo el tratamiento de arrozales, donde reemplaza consistentemente al pulverizador de mochila.

Desde el año 2019, más de veinte fabricantes se encuentran compitiendo en el mercado mundial. Actualmente, el mayor proveedor mundial de drones para tratamientos es el fabricante DJI, cuyos servicios centrales se encuentran en Shenzhen (China).

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