En un contexto de creciente escasez hídrica y reducción de precipitaciones, optimizar el uso del agua en la agricultura se ha convertido en una prioridad. En España, el sector agrícola representa cerca del 80% del consumo total de agua, lo que exige soluciones innovadoras para mantener la productividad sin agotar los recursos. El uso de sensores en el suelo, las plantas y el entorno permite ajustar el riego a las necesidades reales del cultivo, mejorando la eficiencia y reduciendo el exceso e incluso previniendo ataques de patógenos oportunistas. El cultivo de aguacate, con altos requerimientos hídricos, es un buen ejemplo de cómo la tecnología puede marcar la diferencia. Tensiómetros, dendrómetros y cámaras térmicas permiten detectar el estrés hídrico antes de que afecte al rendimiento. Un ensayo en Tenerife demostró que el riego automatizado basado en sensores puede reducir significativamente el consumo de agua sin afectar la producción. Este enfoque, que combina tecnología y ahorro de recursos, es clave para avanzar hacia una agricultura más sostenible y resiliente frente al cambio climático.
En España, la agricultura consume cerca del 80% del total de agua extraída, lo que convierte a este sector en el mayor competidor por este recurso (MITECO, 2025). A pesar de este elevado consumo, la modernización de los sistemas de riego ha logrado reducir el uso de agua por hectárea en un 15% durante los últimos 25 años limitado (MITECO, 2021). Esta transformación no solo ha mejorado la eficiencia hídrica, sino que ha permitido optimizar también el uso de insumos como los fertilizantes, gracias a aplicaciones más precisas y coordinadas. Sin embargo, el escenario actual está marcado por una creciente escasez de agua, agravada por la disminución sostenida de las precipitaciones en los últimos años. Esta tendencia, sumada a la elevada demanda hídrica del sector agrícola, subraya la necesidad urgente de adoptar tecnologías que maximicen la eficiencia en el uso del agua. Entre las herramientas más destacadas se encuentran los sistemas de riego inteligentes, que combinan sensores de humedad del suelo, dispositivos instalados en las plantas y sensores ambientales (Figura 1). Estos permiten ajustar el riego a las necesidades reales del cultivo, aunque su implementación puede verse limitada por factores como el coste, la instalación y la interpretación de los datos.