El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación ha autorizado la importación del parasitoide Allotropa delottococci para reforzar el control biológico del cotonet de Sudáfrica, Delottococcus aberiae. Este es el primer paso de un largo camino que deberá culminar con sueltas de esta avispilla en campo para complementar el papel de Anagyrus aberiae contra la plaga más dañina de los cítricos en las últimas campañas.

Ambas especies, como el cotonet, son originarias del sur del continente africano y forman parte del complejo de diferentes especies de parasitoides e hiperparasitoides identificadas por el equipo del Instituto Agroforestal Mediterráneo de la Universitat Politècnica de València en los muestreos realizados en Sudáfrica en 2017 y 2018. Las dos más abundantes fueron A. delottococci y A. aberiae, que es la que finalmente se introdujo. Son complementarios, ya que mientras el segundo tiene una clara preferencia por el estadio de hembra adulto, A. delottococci parasita sobre todo el segundo y tercer estadio inmaduro del pseudocóccido.

Una vez importada esta especie, se deben realizar diversos estudios en laboratorio para determinar su especificidad como parasitoide y garantizar que no afectará a otras especies autóctonas y que, por tanto, su liberación en campo no implica un riesgo de impacto medioambiental, por lo que es imposible que esté disponible antes de 2023.

Las especies de parasitoides existentes en la Comunidad Valenciana no han sido capaces de parasitar las poblaciones de D. aberiae y los principales depredadores aparecen tarde, cuando el daño en los frutos ya está provocado. La esperanza, por tanto, está puesta en los enemigos naturales identificados en Sudáfrica. De hecho, además de importar A. delottococci, el objetivo de la Generalitat Valenciana es viajar allí para realizar nuevos muestreos y estudiar otros posibles parasitoides.

Delottococcus aberiae afecta a 95 municipios de la Comunidad Valenciana (35 en Castellón, 53 en Valencia y siete en Alicante). En treinta de ellos, las poblaciones de la plaga se han detectado en los muestreos de este año, aunque es posible que en algunos casos estuvieran ahí previamente.

Desde las primeras sueltas de Anagyrus aberiae, en abril de 2020, ya se han realizado 310 liberaciones en 143 puntos, situados en 59 municipios de 16 comarcas. Sin embargo, los resultados todavía no son suficientes para lograr el control eficaz de una plaga tan compleja: ni por establecimiento (se han recuperado individuos en el 35% de las parcelas), ni por capacidad de dispersión (se han recuperado en la zona 201-500m desde el lugar de suelta), ni por el porcentaje de parasitismo, que varía en función de la época y aumenta coincidiendo con el descenso de las poblaciones de cotonet.  “No tenemos la suerte de  que sea un parasitoide tan efectivo como Tamarixia dryi”, admitió Vicente Dalmau, Jefe de Sanidad Vegetal de la Comunidad Valenciana, en referencia al parasitoide de Trioza erytreae, que ha conseguido reducir drásticamente las poblaciones del vector del HLB en Canarias y Galicia. Dalmau participó en el Congreso VIO, organizado esta semana por el Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Agrícolas de Valencia y Castellón y el IVIA en la Universitat Politècnica de València.

A diferencia de otros cotonets presentes en la citricultura mediterránea, como Planococcus citri, que tiene un complejo de parasitoides que lo atacan, los enemigos naturales de Delottococcus aberiae “los contamos con los dedos de las manos”, reconoció Alejandro Tena, investigador del IVIA que también participó en el Contrego VIO. Allí explicó los trabajos que está realizando el instituto valenciano para mejorar la gestión de los cotonets, centrados en estudiar la biología y ecología de pseudocóccidos en campo, comprender la relación mutualista entre hormigas y cotonets, analizar los efectos secundarios de los insecticidas en la fauna auxiliar identificar y evaluar los enemigos naturales de pseudocóccidos. “El control biológico del cotonet es costoso, pero posible”, aseguró Tena, que puso de ejemplo el control de la cochinilla de la yuca por el parasitoide Anagyrus lopezi, que salvó de la hambruna a 20 millones de personas en el sudeste asiático.