El Citrus Research International (CRI), centro de investigación citrícola de referencia de Sudáfrica, reconoció el pasado martes la reaparición del HLB en una amplia zona de hasta 15 km del municipio de Gqeberha (provincia de Eastern Cape, en el sureste del país), en jardines particulares con naranjos y limoneros. Así lo ha denunciado el Comité de Gestión de Cítricos (CGC), que reclama poner en cuarentena esta provincia sudafricana, que cuenta con casi 25.000 hectáreas citrícolas y supone el 26% de la producción del país.

La enfermedad ya fue identificada en 2022, en East London, a más de 300 km de distancia. Entonces -pese a tratarse de un patógeno de extrema gravedad y de declaración obligatoria- no se comunicó oficialmente. Fue en 2023 cuando la bacteria volvió a ser confirmada en Gqeberha, según el relato del propio CRI. Dado el agravamiento de la situación, dada su proximidad a una de las mayores zonas productoras, Sundays River, y sobre todo a las instalaciones de la Citrus Foundation Block, donde se sanean las yemas que posteriormente usan los viveros que abastecen de frutales a todo el país, es ahora cuando el CRI se ha decidido a dar la voz de alarma a sus agricultores. “Llevamos advirtiendo desde hace años de que Sudáfrica no es un proveedor de cítricos fiable para la UE y que sus autoridades no tienen credibilidad en materia de sanidad vegetal”, señala a este respecto la presidenta del CGC, Inmaculada Sanfeliu, quien pide a la Comisión Europea que “exija responsabilidades a sus autoridades por haber ocultado los dos focos durante años”.

La asociación de exportadores española reclama la “inmediata puesta en cuarentena de toda la provincia y su exclusión del programa de exportaciones a la UE”. Sudáfrica es el primer proveedor no comunitario de cítricos europeo y si bien la fruta no es la vía de transmisión más probable (resulta más factible que pueda llegar a través de material vegetal introducido de forma clandestina), sí hay literatura científica que acredita que la bacteria se puede detectar y ser viable en naranjas o mandarinas.

El propio director de bioseguridad del CRI, Paul Fourie, reconoce en el comunicado difundido recientemente que “los agricultores de Sundays River son conscientes de que el greening quizá se extienda a su región, muy probablemente sin saberlo a través de un árbol de un vivero infectado procedente de Gqeberha”.

La cepa africana -Candidatus Liberibacter africanus- está estrechamente relacionado con la asiática -Candidatus Liberibacter asiaticus-, bacteria causante de la enfermedad de los cítricos más temida en todo el mundo. Se identificó por primera vez en Sudáfrica en 1920 y desde entonces su combate -y evitar la llegada de la variante asiática o de su vector- ha sido una de las prioridades de la industria citrícola de este país.

Los exportadores españoles exigen responsabilidades por ocultar el foco

La cepa africana, transmitida por el vector Trioza erytreae, es menos agresiva, pero se trata de una enfermedad cuya lucha está regulada como prioritaria en la UE frente a la que tampoco hay cura, que primero provoca manchas amarillas en las hojas y frutos pequeños y deformes de sabor amargo, y tras bloquear la circulación de la savia por las células del floema, la producción decae bruscamente y en muchos casos acaba por matar a los árboles. La amenaza para los cítricos españoles y europeos es de primera magnitud, no solo porque la mediterránea es la única gran zona productora del mundo donde la enfermedad no ha aparecido todavía, sino porque en estos momentos ya están presentes los dos insectos vectores que pueden transmitir y propagar sendas bacterias: T. erytreae, localizada por todo el litoral de Portugal, Galicia y la cornisa cantábrica, y Diaphorina citri, que se detectó recientemente en Chipre.

El CGC recuerda que, “pese a los continuos escándalos en materia de sanidad vegetal, pese a la reiteración en las interceptaciones en puertos europeos de partidas sudafricanas con la mancha negra y la falsa polilla”, hace un mes el Gobierno sudafricano llamó a consultas en la Organización Mundial del Comercio a la Comisión Europea para cuestionar su normativa para evitar la entrada del hongo y la plaga. “La Comisión debe tomar nota -y creo que ya lo está haciendo- del modo de actuar sudafricano y dar un giro a su política en este asunto endureciendo las condiciones de importación y buscando fórmulas más exigentes, como las normativas que en esta materia aplica EE UU, que Sudáfrica siempre acata sin mayores reticencias”, exige Sanfeliu.