Ya está disponible en abierto la última edición de Phytoma Meets, Caqui, un cultivo con mucho futuro, que se centró en la búsqueda de soluciones ante la fuerte presión de las plagas y enfermedades sufrida por este frutal durante la última campaña.

El cultivo del caqui ha atravesado su particular Annus horribilis. Los cotonets, sobre todo Pseudococcus longispinus, las moscas blancas y la mancha foliar del caqui contribuyeron, junto a los problemas causados por el pedrisco en algunas zonas, a que se recolectaran en torno a 230 millones de kilos. “Es un momento bastante complicado, ha sido una campaña muy dura”, admitió Pascual Prats, presidente de la Asociación Española del Kaki, Aekaki, 

integrada por 45 empresas productoras de caqui que representan el 53% de la producción nacional de este cultivo, que se concentra casi exclusivamente en la provincia de Valencia (91%).

Además de los sobrecostes derivados de los problemas fitosanitarios, otros costes, como la subida de la energía o la mano de obra, “han sido un caballo de batalla esta campaña”, lamentó Prats.

Antonio Vicent, investigador del Centro de Protección Vegetal y Biotecnología del IVIA, habló de los avances para el control de la mancha foliar del caqui, provocada por el hongo Plurivorosphaerella nawae. Su aparición, en 2008, implicó una reducción del 40% de la producción, y podría haber enterrado este cultivo de no haberse controlado adecuadamente.

En la gestión integrada de la enfermedad, Vicent subrayó la importancia de algunas prácticas agronómicas, como eliminar la hojarasca de las parcelas afectadas y anteponer el riego por goteo al de inundación, para reducir el nivel de inóculo.

Además, determinar el momento preciso de aplicación de fungicidas es fundamental. En ese sentido, el IVIA ha desarrollado y validado un sistema de ayuda en la toma de decisiones que permite sincronizar las aplicaciones fungicidas con los períodos críticos de infección, lo que evita aplicaciones innecesarias fuera de los momentos de riesgo. “Podemos ahorrar tratamientos al inicio y al final, manteniendo la misma eficacia en el control”, aseguró Vicent.

Un problema añadido de esta enfermedad es la aparición, en 2019, de los primeros casos de resistencia de P. nawae al grupo de las estrobilurinas (QoI). Aunque, ante la ineficacia de los tratamientos, la primera hipótesis que barajó el IVIA fue que se había producido un calendario de aplicaciones inadecuado, los análisis moleculares de algunos hongos aislados revelaron la presencia de una mutación que otorga esta resistencia, que actualmente ya se ha extendido a las principales zonas productoras de la Comunidad Valenciana. El año pasado se realizaron ensayos oficiales con nuevos fungicidas que no pertenecen a esta familia de estrobilurinas, “con muy buenos resultados”, según Vicent, y el uso de alguno podría autorizarse para la próxima campaña.

Ángel Plata y César Monzó presentaron las estrategias de control biológico por conservación que desarrolla el IVIA para el control de pseudocóccidos y moscas blancas, las principales plagas del caqui.

Si bien anteriores trabajos indicaban que Pseudococcus viburni era la especie de cotonet más abundante en caqui, los datos recientes del IVIA ponen de manifiesto que Pseudococcus  longispinus es actualmente la especie predominante: representa el 90% de los individuos observados en 17 parcelas repartidas por las principales zonas productoras de la Comunidad Valenciana, y fue la especie más abundante en nueve de las diez parcelas que superaron el 15% de frutos ocupados por pseudocóccidos el pasado otoño.

Para reducir las poblaciones de esta plaga, el IVIA ha identificado los enemigos naturales con mayor potencial para mejorar el control biológico de la plaga. “El parasitoide Anagyrus fusciventris parece el agente de control biológico con mayor potencial para regular las poblaciones de P. longispinus, pero su efecto se puede ver mermado por la presencia de los hiperparasitoides, los tratamientos con insecticidas tóxicos para el parasitoide y las hormigas”, explicó Ángel Plata. Las hormigas se alimentan de la melaza excretada por los cotonets y a cambio les proporcionan limpieza, transporte y protección frente a los agentes de control biológico, lo que dificulta el control de la plaga.

César Monzó explicó la utilización de cubiertas vegetales sembradas con gramíneas como Festuca arundinacea para aumentar las poblaciones de fitoseidos y mejorar el control biológico de moscas blancas en parcelas comerciales de caqui, una línea de investigación del IVIA que está ofreciendo resultados muy prometedores. “Tras un primer año de estudios, las parcelas sembradas con F. arundinacea presentaron mayores niveles de fitoseidos en primavera e inicios de verano y menor incidencia de moscas blancas. Estos resultados sugieren un posible efecto positivo de estos enemigos naturales que deberá ser corroborado en un segundo año de estudios”, afirmó Monzó. El siguiente paso de esta investigación será estudiar en laboratorio la capacidad depredadora sobre moscas blancas de las especies de fitoseidos más abundantes en los árboles de caqui: Euseius stipulatus y Typhlodromus phialatus.

En la jornada también intervinieron José María Soler, Market Development de Bayer, y Pablo Mollá, Customer Technology Specialist de Corteva Agriscience, que presentaron las estrategias que han desarrollado ambas empresas para hacer frente a las principales plagas de este cultivo, en línea con las investigaciones del IVIA.

Por último, Rosa Hernandorena, directora comercial y exportación de Viveros Hernandorena, expuso los principales parámetros que los técnicos deben tener en cuenta a la hora de adquirir una planta de caqui: calidad, categorías sanitarias, etiquetado, patrones a elegir según condiciones agronómicas y formatos de venta del producto.