España ya ha alcanzado los 81 casos de resistencias a fitosanitarios, el principal lastre para mantener la eficacia de estos productos frente a patógenos y malas hierbas. Según la base de datos de la Organización Europea y Mediterránea para la Protección Vegetal (EPPO, por sus siglas en inglés), 38 casos corresponden a resistencia a fungicidas; 28, a herbicidas; y quince, a insecticidas.
Según los datos globales proporcionados por 52 países a la EPPO, hasta septiembre había 718 casos descritos, aunque sólo 484 han sido validados por el panel científico y son públicos. 232 casos han sido propuestos para su validación por el panel, de los cuales 56 se han registrado en los últimos dos años. Los fungicidas conforman el grupo de fitosanitarios más utilizado y el que más resistencias genera: 381 casos, 122 de ellos en el Reino Unido, al que siguen Francia (86), España (38) y Alemania (27).
Estos datos fueron presentados por Antonieta de Cal, investigadora del Departamento de Protección Vegetal del INIA, en una jornada organizada en Valencia por FITORES, grupo especializado en el control químico de enfermedades y desarrollo de resistencias a fitosanitarios de la Sociedad Española de Fitopatología, durante el XX Congreso Nacional de la SEF.
El patógeno que presenta un mayor riesgo de generar resistencias a fungicidas es, con diferencia, Botrytis cinerea: ya se han descubierto 65 casos con este hongo, muy por encima de Blumeria graminis (18), Oculimacula (13), Plasmopara viticola (10), Ramularia collo-cygni (9) Venturia inaequalis (8) y Phytophthora infestans (8). En cuanto a los cultivos más afectados, se han registrado casos en trigo (32), cebada (30), viña (28), manzana (24), fresa (20), patata (17) cereales (16), pepino (12), lechuga (10), tomate (8) y colza (8).
Según el modo de acción, el 42,3% de los casos se da en los fungicidas con efecto en la respiración celular del hongo. Dentro de este grupo, los pertenecientes al grupo de estrobilurinas (azoxistrobina y piraclostrobina) acaparan el 69% de los casos. Le siguen, con un 24,2% de los casos, aquellos con efecto sobre mitosis y la división celular, mientras que el 13,3% de resistencias afecta a los que actúan sobre la síntesis del ergosterol.
En España, las cifras son muy similares a los datos globales: quince de los 38 casos son en fungicidas con efecto en la respiración (39,4%); siete, sobre la mitosis y la división celular (18,4%); y cinco, sobre la síntesis del ergosterol (13,1%). Según recordó de Cal, que es presidenta de FITORES, la primera cita en España se remonta a 1992, y los patógenos más resistentes son Botrytis cinerea (53,3%), Podosphaera xanthii (20%), Monilinia fructicola (10%), Monilinia laxa (6,7%) y, en menor medida, Penicillium digitatum, Plasmopara halstedii y Fusicladium eriobotryae. Por cultivos, fresa acapara quince casos, por delante de hortícolas (7), cucurbitáceas (6) y melocotón y nectarina (5). Cítricos, girasol y níspero registran un caso de resistencia por cultivo.
Ester Abad, responsable del Comité de Acción de Resistencia a Fungicidas (FRAC España), explicó que lo idóneo es disponer de tres o cuatro modos de acción distintos por cultivo y patógeno para un buen control de las enfermedades. Sin embargo, “la presión de las cadenas de alimentación en el número de trazas de residuos está desencadenando un mal uso de los productos, con más aplicaciones de las indicadas y poca rotación de los mismos”, denunció Abad. Esta situación ha provocado que, “en contra de los principios de la Directiva de Uso Sostenible”, se esté aumentando el número de aplicaciones con los mismos productos, lo que dispara el riesgo de aparición de resistencias.
En la jornada de FITORES, cuya finalidad es mejorar el uso sostenible de los fitosanitarios y su inclusión en los programas de lucha integrada de enfermedades, también participaron José Luis Alonso-Prados, director científico de la Unidad de Productos Fitosanitarios del INIA-CSIC; Antonio Hernández, catedrático de Toxicología de la Universidad de Granada y presidente del panel científico de productos fitosanitarios y sus residuos de la EFSA; y Dolores Fernández Ortuño, del Departamento de Microbiología de la Universidad de Málaga.