El director de los Institutos Blaustein para la Investigación del Desierto de Israel, Noam Weisbrod, participó en un seminario celebrado en la Universidad de Córdoba para mostrar su experiencia en la gestión sostenible del agua. La “receta israelí”, en un país donde el 60% del territorio es desierto, se resume en investigación, tecnología y educación.

Muchas personas relacionan desertificación con zonas como el Sáhara o el Sahel. Sin embargo, según Naciones Unidas, con el cambio climático, la desertificación se considera uno de los principales problemas medioambientales. De hecho, son más de 170 países los afectados por los procesos de desertificación. Esto, unido a que se predice que en 2050 el 45% de la población mundial vivirá en países con escasez crónica de agua, hace que actuar frente a esta problemática sea urgente. “Se ha avanzado en la desalinización del agua del mar, la reutilización de aguas residuales, la eficiencia del agua de riego y la educación y concienciación, comenzando por la infancia”, detalló Weisbrod en Córdoba.

La investigación y la innovación en los Institutos Blaustein para la Investigación del Desierto se centra, desde los años 70, en el aumento de la seguridad alimentaria, la situación de escasez de agua, la energía renovable y las dinámicas de los ecosistemas. Para Weisbrod, es esencial contar con la industria y los gestores políticos que toman las decisiones: “Necesitamos hacer felices a los agricultores, ya que la mayoría del agua usada es para cultivar alimentos, y para ello deben saber que el desarrollo de estas tecnologías les traerá beneficios a ellos”. Además de la eficiencia en el uso del agua, el experto israelí presentó las dos estrategias principales de creación de “nueva agua”: la desalinización y la reutilización de aguas residuales; en esta última, Israel es líder y logra reutilizar casi el 90% de las aguas residuales para agricultura. “Actualmente, el 65% del agua que se usa para agricultura en Israel son aguas regeneradas y aguas desalinizadas”.

Actualmente, el 65% del agua que se usa para agricultura en Israel son aguas regeneradas y aguas desalinizadas

Para llevar a cabo este cambio es “obligatoria la investigación”, ya que hay que analizar la composición de las aguas residuales y realizar los tratamientos necesarios para que no afecten a los cultivos. Respecto a la desalinización, también es necesaria la monitorización de los océanos, de donde se extrae el agua, para no causar daño medioambiental.

Weisbrod compartió algunas de las tecnologías que han hecho posible estos avances, donde se ha llegado a convertir la zona del desierto del Neguev, donde a priori parecía difícil cultivar, en una zona vitivinícola, con importante producción de vino en una red de bodegas situadas en el desierto.

El seminario, titulado From the Desert to the World: Israel Insights for a Water Starved Planet (Del desierto al mundo: perspectivas de Israel para un planeta hambriento de agua) y organizado por la Unidad de Excelencia María de Maeztu – Departamento de Agronomía de la UCO (DAUCO), fue presentado por la vicerrectora de Política Científica, María José Polo, y el catedrático emérito Elías Fereres, experto en gestión del agua.