El equipo de investigadores del programa Cultivos extensivos sostenibles del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA), que ha analizado la situación para evaluar los posibles efectos de la sequía invernal, advierte de que el trigo y la cebada sufren estrés hídrico debido a las bajas precipitaciones de los tres últimos meses.

Los datos de pluviometría indican que las últimas lluvias importantes en la mayor parte de las comarcas productoras de cereales en Cataluña, como el Baix Empordà y Osona, se remontan a finales de noviembre. Según un el Servicio Meteorológico de Cataluña, el 1 de marzo el período de sequía ya llegaba hasta 96 días en comarcas como la Anoia, con mucha superficie de cultivo de cereal, y superaba los 50 días en muchos puntos del litoral y prelitoral catalán. A partir de estas fechas, las precipitaciones han sido escasas y muy inferiores a las habituales. Esta situación está causando alarma entre los agricultores por los efectos que pueden derivarse del estrés hídrico en los cultivos, porque la sequía condiciona el crecimiento de las plantas y limita la absorción de los nutrientes, principalmente del nitrógeno.

En los primeros estadios de crecimiento del cereal, la humedad y la preparación del suelo son factores clave para que el grano pueda germinar de forma correcta. “Las lluvias de octubre y noviembre han ayudado a emerger los cereales en la mayor parte de las zonas. Sin embargo, en algunas parcelas hemos observado un nacimiento irregular debido a la mala preparación del terreno, sobre todo cuando ha quedado aterrado porque se ha trabajado en condiciones demasiado húmedas, sumando la falta de precipitaciones posteriores”, explica Joan Serra, investigador del IRTA. Una vez nace el cereal, todavía necesita poca agua hasta que comienza el encañado, que es como se conoce el estadio previo al espigado. En esta fase, la duración del día es aún corta y las temperaturas no son muy altas. Sin embargo, la falta de agua puede retrasar el crecimiento y favorecer la aparición de amarillos en las hojas más viejas. “Si hay estrés hídrico durante el ahijamiento se puede reducir el número de ahijados y, en consecuencia, la densidad de espigas final, que puede ser limitante cuando los valores descienden por debajo de unas 400 o 500 espigas/m2 en trigo blando”, añade Serra.

Tras la fase del encañado, el cultivo necesita más agua, sobre todo a partir de la aparición de la hoja bandera, la última hoja que se despliega antes de que salga la espiga. En este estadio, la falta de agua puede rebajar el rendimiento de las plantas, reducir la densidad de espigas, disminuir el número de granos por espiga (la fertilidad) y hacer que los granos estén menos llenos. “El estrés hídrico hace que las plantas crezcan menos y que las hojas adopten una apariencia más erecta. Además, algunas cogen un color amarillento y las hojas más viejas se secan”, constata el investigador del instituto de investigación catalán. Según estos indicadores, todavía es pronto para conocer los efectos directos en la producción de cereales. Sin embargo, “si en los próximos días hay precipitaciones, los cultivos podrían recuperarse; si no llueve y seguimos con condiciones de sequía, las pérdidas podrían ser muy notables”.

El programa de Cultivos extensivos sostenibles tiene una plataforma experimental en el municipio de Sucs, en Lleida, que este año acoge mil parcelas de trigo, cebada, avena, habas y guisantes sometidos a condiciones de sequía para estudiar cómo se adaptan. “Queremos identificar las variedades más competitivas en condiciones de carencia de agua, pero que a la vez sean capaces de adaptarse a futuras condiciones, cuando las lluvias sean más abundantes”, explica Marta da Silva, jefe del programa de Cultivos extensivos sostenibles del IRTA. Con estos ensayos, estudian las propiedades de los cultivos que hacen que se adapten mejor a la falta de agua, identifican los caracteres y los incorporan a las nuevas variedades. “En nuestra actividad científica también utilizamos la mejora genética para seleccionar nuevas líneas con potencial de registro y que tengan un mayor rendimiento en condiciones de sequía. La adopción de estas variedades permitirá al agricultor minimizar los riesgos de pérdidas causadas por la sequía”, afirma la investigadora.