Desde su detección en 2020, en los municipios de Abanilla y Blanca, la Región de Murcia ha conseguido contener la propagación del mal seco de los cítricos. Sin embargo, en las parcelas de limoneros afectadas no se consigue controlar el patógeno.

De la vigilancia realizada sobre las plantaciones de limonero afectadas en los focos detectados de esta enfermedad, causada por el hongo vascular Plenodomus tracheiphilus, se ha comprobado que, una vez se produce la infección de varios árboles, si no se actúa rápidamente,  el control de la enfermedad “se hace muy difícil o imposible, incluso aunque posteriormente se realicen eliminaciones parciales de arbolado o menos aún con la sola eliminación de ramas que muestren sintomatología, o bien incluso, si se aplican fungicidas u otros productos con posible efecto contra hongos fitopatógenos”, reconoce Miguel Ángel Fernández, del Servicio de Sanidad Vegetal murciano, que explica que en los casos donde ha sido detectado este hongo, la progresión es continua y en pocos años “afecta a la práctica totalidad del arbolado, el cual acaba muriendo en apenas 2 o 3 años desde la aparición de los primeros síntomas”.

La mejor medida para intentar controlar el patógeno es la eliminación inmediata y completa de los árboles afectados en cuanto se detecten, así como los más cercanos a estos, incluidas las raíces, y la quema de estos restos vegetales. Por la capacidad del hongo de mantenerse durante bastante tiempo activo en los restos vegetales y partículas orgánicas del suelo, Fernández aconseja establecer “un periodo de seguridad de dos años” antes de volver a plantar cítricos.

Para evitar la propagación del hongo a otras plantaciones, Sanidad Vegetal recomienda aplicar unas medidas de higiene y profilaxis exhaustivas en cuanto a labores de poda y de paso de maquinaria. Sin embargo, la trituración de restos de poda no es conveniente porque puede ayudar a su dispersión en la parcela.

Como en cualquier enfermedad, la detección precoz de los primeros focos es fundamental para un control eficiente; en el caso del mal seco, este “precepto adquiere un carácter de urgencia, dado que cada día que tengamos un árbol infectado sin eliminar incrementa notablemente las posibilidades de que no podamos llegar a controlar el foco y salvar la plantación de limonero, especie muy sensible a este patógeno”, advierte Fernández.

La sintomatología de esta enfermedad es muy característica: las secas de ramas aparecen de repente en zonas concretas de la planta, con una caída rápida de hojas, aunque el peciolo se mantiene en la rama; estas secas progresan en poco tiempo hasta la muerte del árbol. La madera de las ramitas afectadas adquiere un color anaranjado y, en el caso de ramas de mayor tamaño, aparecen zonas anulares necrosadas.

Plenodomus tracheiphilus penetra en los tejidos de la planta a través de las heridas. Los síntomas de esta enfermedad se observaron por primera vez en la isla griega de Chios, en 1894, pero alcanzó cierta relevancia después de detectarse en Sicilia. No se identificó el organismo causante hasta 1929. Su transmisión se realiza a través de las esporas del hongo, que son dispersadas por las gotas de lluvia que caen sobre la fuente de inóculo y, en distancias cortas, por la lluvia con viento. La infección también se puede producir a través de la raíz.